12/05/2017, 23.29
PORTUGAL - VATICANO
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Papa en Fátima: Con María, volverse signo y sacramento de la misericordia de Dios, que siempre perdona, perdona todo

El Papa Francisco bendice las velas en la explanada colmada de cientos de miles de peregrinos y resalta que “si queremos ser cristianos, tenemos que ser marianos”. No la “Señora inalcanzable”, sino “una maestra de vida espiritual, la primera que siguió a Cristo por el «camino estrecho» de la cruz”. La misa celebrada por el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado Vaticano.

Fátima (AsiaNews) – “Que seamos, con María, signo y sacramento de la misericordia de Dios que siempre perdona, perdona todo”. Lo dijo el Papa Francisco casi al concluir el saludo que dirigió a los cientos de miles de peregrinos en la explanada del Santuario de Fátima, adonde llegó por la tarde, en el centenario de las apariciones. Luego de un momento de recogimiento y meditación silenciosa, el pontífice bendijo las velas y encendió la suya en el cirio pascual. Y mientras las velas era encendidas entre todos los presentes, él expresó algunos pensamientos que estuvieron signados por la urgencia de la misión, a través de la “fuerza revolucionaria de la ternura y del afecto”.

Ante todo dijo que él, el Papa, los lleva “en mi corazón. Siento que Jesús os ha confiado a mí (cf. Jn 21,15-17), y a todos os abrazo y os confío a Jesús, «especialmente a los más necesitados» —como la Virgen nos enseñó a pedir (Aparición, julio de 1917)”.

“Ella –continuó- madre tierna y solícita con todos los necesitados, les obtenga la bendición del Señor. Que, sobre cada uno de los desheredados e infelices, a los que se les ha robado el presente, de los excluidos y abandonados a los que se les niega el futuro, de los huérfanos y las víctimas de la injusticia a los que no se les permite tener un pasado, descienda la bendición de Dios encarnada en Jesucristo”.

Luego recordó una frase de Pablo VI: “«si queremos ser cristianos, tenemos que ser marianos, es decir, hay que reconocer la relación esencial, vital y providencial que une a la Virgen con Jesús, y que nos abre el camino que nos lleva a él»”.

El Papa sugirió cómo volver verdadera la devoción mariana. “Peregrinos con María... ¿Qué María? ¿Una maestra de vida espiritual, la primera que siguió a Cristo por el «camino estrecho» de la cruz dándonos ejemplo, o más bien una Señora «inalcanzable» y por tanto inimitable? ¿La «Bienaventurada porque ha creído» siempre y en todo momento en la palabra divina (cf. Lc 1,45), o más bien una «santita», a la que se acude para conseguir gracias baratas? ¿La Virgen María del Evangelio, venerada por la Iglesia orante, o más bien una María retratada por sensibilidades subjetivas, como deteniendo el brazo justiciero de Dios listo para castigar: una María mejor que Cristo, considerado como juez implacable; más misericordiosa que el Cordero que se ha inmolado por nosotros?  Cometemos una gran injusticia contra Dios y su gracia cuando afirmamos en primer lugar que los pecados son castigados por su juicio, sin anteponer —como enseña el Evangelio— que son perdonados por su misericordia. Hay que anteponer la misericordia al juicio y, en cualquier caso, el juicio de Dios siempre se realiza a la luz de su misericordia”.

“Por la fe que nos une a la cruz de Cristo, quedamos libres de nuestros pecados; dejemos de lado cualquier clase de miedo y temor, porque eso no es propio de quien se siente amado (cf. 1 Jn 4,18). «Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. [...] Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización» (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 288). Que seamos, con María, signo y sacramento de la misericordia de Dios que siempre perdona, perdona todo.”.

Y concluyó con una relectura del Magnificat, confiada a cada uno de los fieles: “Llevados de la mano de la Virgen Madre y ante su mirada, podemos cantar con alegría las misericordias del Señor. Podemos decir: Mi alma te canta, oh Señor. La misericordia que tuviste con todos tus santos y con todo tu pueblo fiel la tuviste también conmigo. Oh Señor, por culpa del orgullo de mi corazón, he vivido distraído siguiendo mis ambiciones e intereses, pero sin conseguir ocupar ningún trono. La única manera de ser exaltado es que tu Madre me tome en brazos, me cubra con su manto y me ponga junto a tu corazón. Que así sea.”.

Al concluir sus palabras el Papa participó en el rezo del rosario meditado, que fue rezado en diversos idiomas. 

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