16/02/2016, 19.21
MEXICO - VATICANO
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Papa en México: los sacerdotes no son "empleados" de Dios, no a la resignación que atrinchera en las «sacristías»

A los sacerdotes, religiosos y seminaristas reunidos en Moreila: "Nuestro primer llamado es para ganar experiencia de este amor misericordioso del Padre en nuestras vidas, en nuestra historia". En "ambientes dominados muchas veces por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el menosprecio a la dignidad de la persona", no ceder a la tentación de la resignación, "una de las armas favoritas del diablo".

Morelia (AsiaNews) - Los que han dedicado su vida a Dios no quieren, ni pueden ser "funcionarios de lo divino" o "empleados de Dios " porque son invitados a "participar en su vida". Es para lograr este objetivo que oramos para resistir la tentación de la resignación, "el arma favorita del diablo", porque no sólo impide ser testigo de lo que uno cree y transformar las cosas, pero "entornos dominados muchas veces por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el menosprecio a la dignidad de la persona", empujan a atrincherarse en nuestras sacristías".  "y aparentes seguridades". Es la advertencia que Francisco dirigió hoy a los sacerdotes, religiosos, seminaristas y consagrados de México, que se reunieron en el estadio Venustiano Carranza de Moreila, ciudad corazón geográfico del país.

El Papa llegó a la ciudad en avión desde la Ciudad de México, y ha viajado 20 km en helicóptero, y los últimos 9 en el papamóvil, aclamado por una gran multitud que se reunió a lo largo de las calles de la ciudad, lo que confirma lo popular de su visita, también testificado a partir de las cifras generales dadas a conocer hoy por la televisión mexicana, que indica que 41 millones de espectadores han visto hasta ahora el viaje papal.

A las 20.000 personas que se reunieron a las 10 am (hora local) en el estadio en la homilía el Papa habló del "Padre Nuestro". "Nuestra primera llamada es a hacer experiencia de ese amor misericordioso del Padre en nuestra vida, en nuestra historia. Su primera llamada es introducirnos en esa nueva dinámica de amor, de filiación. Nuestra primera llamada es aprender a decir «Padre nuestro», como Pablo insiste, a decir Abba. ¡Ay de mí sino evangelizara!, dice Pablo. ¡Ay de mí! porque evangelizar, prosigue, no es motivo de gloria sino de necesidad (cf. 1 Co 9,16)”. 

“No somos ni queremos ser funcionarios de lo divino, no somos ni queremos ser nunca empleados de la empresa de Dios, porque somos invitados a participar de su vida, somos invitados a introducirnos en su corazón, un corazón que reza y vive diciendo: «Padre nuestro». ¿Y qué es la misión sino decir con nuestra vida, desde el principio hasta el final, como nuestro hermano Obispo que murió anoche, qué es la misión sino decir con nuestra vida «Padre nuestro»? A este Padre nuestro es a quien rezamos con insistencia todos los días: y qué le decimos en una de esas cosas, no nos dejes caer en la tentación. El mismo Jesús lo hizo. Él rezó para que sus discípulos —de ayer y de hoy— no cayéramos en la tentación. ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos pueden podría asediar? ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que brota no sólo de contemplar la realidad sino de caminarla? ¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad? ¿Qué tentación podemos tener nosotros una y otra vez, nosotros llamados a la vida consagrada, al Presbiterado, al Episcopado, qué tentación podemos tener frente a todo esto, frente a esta realidad que parece haberse convertido en un sistema inamovible?”

“Creo que la podríamos resumir con una sola palabra, podríamos resumirla con la palabra resignación. Y frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. ¿Y qué le vas a hacer? La vida es así. Una resignación que nos paraliza, una resignación que nos impide y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras «sacristías» y aparentes seguridades; una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar, nos quita la alegría, el gozo de la alabanza. Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar”.

Por eso, Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentaciónQué bien nos hace apelar en los momentos de tentación a nuestra memoria. Cuánto nos ayuda el mirar la «madera» de la que fuimos hechos. No todo ha comenzado con nosotros, y tampoco no todo terminará con nosotros, por eso cuánto bien nos hace recuperar la historia que nos ha traído hasta aquí acá. Y, en este hacer memoria, no podemos saltearnos a alguien que amó tanto este lugar que se hizo hijo de esta tierra. A alguien que supo decir de sí mismo: «Me arrancaron de la magistratura y me pusieron en el timón del sacerdocio, por mérito de mis pecados. A mí, inútil y enteramente inhábil para la ejecución de tan grande empresa; a mí, que no sabía manejar el remo, me eligieron primer Obispo de Michoacán» (Vasco Vázquez de Quiroga, Carta pastoral, 1554).

“Con ustedes quiero hacer memoria de este evangelizador, conocido también como Tata Vasco, como «el español que se hizo indio». La realidad que vivían los indios Purépechas descritos por él como «vendidos, vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo las arrebañaduras tiradas por los suelos», lejos de llevarlo a la tentación y de la acedía de la resignación, movió su fe, movió su vida, movió su compasión y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de «respiro» ante esta realidad tan paralizante e injusta. El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo respuesta. Y eso le ganó el nombre entre los indios del «Tata Vasco», que en lengua purépecha significa: Papá”.

Padre, papá, Tata, abba. Esa es la oración, esa es la expresión a la que Jesús nos invitó. Padre, papá, Abba, no nos dejes caer en la tentación de la resignación, no nos dejes caer en la tentación de la asedia, no nos dejes caer en la tentación de la pérdida de la memoria, no nos dejes caer en la tentación de olvidarnos de nuestros mayores que nos enseñaron con su vida a decir: Padre Nuestro”.

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