19/01/2018, 22.19
VATICANO - PERÚ
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Papa en Perú: la Amazonia, tierra, cultura y sobre todo personas que defender

Francisco se encuentra con los indígenas de una tierra que actualmente está más amenazada que nunca por los apetitos industriales, pero también por un “proteccionismo” sobre los bosques que excluye a los hombres. “Considero imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias”.

Lima (AsiaNews) – Afirmar el valor de las personas, de la tradición y de aquella inmensa tierra verde que es la Amazonia, sometida a la tremenda explotación de quien busca sonsacar la riqueza, como el oro, pero incluso a fuerza de una tendencia moderna que quiere hace de ella un santuario en el cual no hay lugar para los hombres que viven allí desde tiempo inmemorial.

Ha habido una desesperada defensa de todo ello en la visita que el Papa Francisco ha llevado a cabo esta mañana a Puerto Maldonado. Significativamente, es la primera escala de su presencia en Perú, donde llegó en la tarde (hora local) de ayer.  

En el palacio del deporte –el Coliseo Madre de Dios- hay algunos miles –cerca de 4.000- representantes de los pueblos del Amazonia. Trajes tradicionales, cantos y danzas se exhiben para Francisco, pero también se hace la denuncia de la variedad de formas que asume la explotación y la reivindicación de querer conservar tradiciones y lenguas.

El Papa los enumera: “Pueblos originarios de la Amazonia: Harakbut, Esseejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, entre otros”. Para ellos, hay traducciones de la encíclica Laudato Sí en las lenguas locales. Y al final, un indio les entrega coronas de flores para colocarse sobre la cabeza y el cuerpo.

“He deseado mucho este encuentro”, dice Francisco, “Quienes no habitamos estas tierras– agrega -necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: «Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa» (Ex 3,5)”.

En un largo y articulado discurso, el Papa luego denuncia las diversas formas de explotación. “Probablemente –afirma- los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que dirigen su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales. Por otra parte, la amenaza contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la «conservación» de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas. Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles. Esta problemática provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes”.

“Considero imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias. Un diálogo intercultural en el cual ustedes sean los «principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios». El reconocimiento y el diálogo será el mejor camino para transformar las históricas relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación.”.

 

Explotar a las mujeres, “un clamor que llega al cielo”

Y si bien es verdad que existen “iniciativas de esperanza” que apuntan a conservar los derechos de los indígenas, “memoria viva de la misión que Dios nos ha confiado a todos: cuidar de la casa común”, “existe otra devastación de la vida que viene acarreada con esta contaminación ambiental propiciada por la minería ilegal. Me refiero a la trata de personas: la mano de obra esclava o el abuso sexual. La violencia contra las adolescentes y contra las mujeres es un clamor que llega al cielo.”.

Francisco luego recuerda que existen pueblos a los que se los denomina ‘Pueblos Indígenas de Aislamiento Voluntario’ (PIAV). Son, dice, “los más indefensos”, “los más vulnerables de entre los vulnerables. El rezago de épocas pasadas les obligó a aislarse hasta de sus propias etnias, emprendieron una historia de cautiverio en los lugares más inaccesibles del bosque para poder vivir en libertad. Sigan defendiendo a estos hermanos más vulnerables. Su presencia nos recuerda que no podemos disponer de los bienes comunes al ritmo de la avidez del consumo. Es necesario que existan límites que nos ayuden a preservarnos de todo intento de destrucción masiva del hábitat que nos constituye. El reconocimiento de estos pueblos —que nunca pueden ser considerados una minoría, sino auténticos interlocutores— así como de todos los pueblos originarios nos recuerda que no somos los poseedores absolutos de la creación. Urge asumir el aporte esencial que le brindan a la sociedad toda, no hacer de sus culturas una idealización de un estado natural ni tampoco una especie de museo de un estilo de vida de antaño. Su cosmovisión, su sabiduría, tienen mucho que enseñarnos a quienes no pertenecemos a su cultura. Todos los esfuerzos que hagamos por mejorar la vida de los pueblos amazónicos serán siempre pocos”.

Luego, el Papa recomienda a los indios que conserven sus tradiciones frente a “los nuevos colonialismos. La familia es y ha sido siempre la institución social que más ha contribuido a mantener vivas nuestras culturas. En momentos de crisis pasadas, ante los diferentes imperialismos, la familia de los pueblos originarios ha sido la mejor defensa de la vida. Se nos pide un especial cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando identidades culturales y estableciendo un pensamiento uniforme, único… y débil. Escuchen a los ancianos. Ellos tienen una sabiduría que les pone en contacto con lo trascendente y les hace descubrir lo esencial de la vida.  Un aprecio que Francisco luego expresa por “todos aquellos jóvenes de los pueblos originarios que se esfuerzan por hacer, desde el propio punto de vista, una nueva antropología y trabajan por releer la historia de sus pueblos desde su perspectiva”.

Finalmente, un último pensamiento va dirigido a los “misioneros y misioneras” que “se han comprometido con sus pueblos y han defendido sus culturas! Lo han hecho inspirados en el Evangelio”. “Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo”.

La segunda cita en Puerto Maldonado fue con la población local, en el “Instituto Jorge Basadre”. Partiendo del hecho de que a la región se la llama “con el bellísimo nombre de ‘Madre de Dios’, Francisco afirma “con fuerza” que la suya “¡no es una tierra huérfana, es la tierra de la Madre! Y, si hay madre, hay hijos, hay familia, hay comunidad. Y donde hay madre, familia y comunidad, no podrán desaparecer los problemas, pero seguro que se encuentra la fuerza para enfrentarlos de una manera diferente. Es doloroso constatar cómo hay algunos que quieren apagar esta certeza y volver a Madre de Dios una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar”.

 

Una cultura que sólo quiere “consumir”

“En varias ocasiones – sigue diciendo - me he referido a la cultura del descarte. Una cultura que no se conforma solamente con excluir, sino que avanzó silenciando, ignorando y desechando todo lo que no le sirve a sus intereses; pareciera que el consumismo alienante de algunos no logra dimensionar el sufrimiento asfixiante de otros. Es una cultura anónima, sin lazos, sin rostros. Una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir. La tierra es tratada dentro de esta lógica. Los bosques, ríos y quebradas son usados, utilizados hasta el último recurso y luego dejados baldíos e inservibles. Las personas son también tratadas con esta lógica: son usadas hasta el cansancio y después dejadas como «inservibles». Pensando en estas cosas permítanme detenerme en un tema doloroso. Nos hemos acostumbrado a utilizar el término «trata de personas», pero en realidad deberíamos hablar de esclavitud: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro. Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. No se puede «naturalizar» la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades. No nos es lícito mirar para otro lado y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean «pisoteadas» en su dignidad”.

Invitando a resistir a los “falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder” que “lo corrompen todo”, que “corrompen la persona y las instituciones, también destruyen el bosque”, el Papa ha expresado el deseo de animarlos a que se “sigan organizando en movimientos y comunidades de todo tipo para ayudar a superar estas situaciones; y también a que, desde la fe, se organicen como comunidades eclesiales de vida en torno a la persona de Jesús. Desde la oración sincera y el encuentro esperanzado con Cristo podremos lograr la conversión que nos haga descubrir la vida verdadera. Jesús nos prometió vida verdadera, vida auténtica, eterna. No ficticia, como las falsas promesas deslumbrantes que, prometiendo vida, nos llevan a la muerte.”.

La última cita fue con los menores solos y abandonados alojados en el Hogar El Principito. En un saludo, el Papa dijo que “acabamos de celebrar la Navidad. Nos ha enternecido el corazón la imagen del Niño Jesús. Él es nuestro tesoro, y ustedes, niños, son su reflejo, y también ustedes son nuestro tesoro, el tesoro de todos nosotros, el tesoro más precioso del cual debamos ocuparnos. Perdónennos las veces en las cuales los grandes no lo hacemos o no les damos la importancia que se merecen. La mirada de ustedes, su vida, exigen siempre un mayor compromiso y trabajo para no volverse ciegos o indiferentes frente a tantos otros niños que sufren o se encuentran pasando necesidades. Ustedes, sin lugar a dudas, son el tesoro más precioso del cual debamos ocuparnos”. 

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