24/06/2018, 13.36
VATICANO
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Papa en la Fiesta de Juan El Bautista: la vida del hombre sigue siendo un misterio

En el Ángelus, el Papa Francisco subraya que “la vida de una persona es un don de Dios”, incluso aunque hoy “se llegue a planificar cada cosa, hasta las características de los hijos”. Cada familia es “un santuario de la vida”. La beatificación y el aplauso por “la Chiquitunga”, la carmelita descalza María Felicia Guggiari Echeverría, beatificada ayer en Asunción (Paraguay).

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- En la fiesta de la Natividad de San Juan el Bautista, Francisco invitó a reflexionar sobre la vida, y sobre la impronta de Dios que se manifiesta en ella. "El nacimiento de Juan El Bautista -dijo el Papa- es el evento que ilumina la vida sus padres, Isabel y Zacarías, e involucra, a través del asombro y la alegría, a sus parientes y allegados. Esto padres ancianos habían soñado e incluso preparado aquél día, pero ya no lo esperaban más: se sentían excluidos, humillados, decepcionados: no tenían hijos. Frente al anuncio del nacimiento de un hijo (cfr, Lc 1,13), Zacarías seguía mostrándose incrédulo, porquelas leyes naturales no permitían esto: eran viejos; en consecuencia, el Señor lo dejó mudo mientras duró la gestación (cfr. v. 20). Es una señal. Dios no depende de nuestras lógicas y de nuestras limitadas capacidades humanas. Hay que aprender a confiar y a callar frente al misterio de Dios, y a contemplar con humildad y silencio su obra, que se revela en la historia y que tantas veces supera nuestra imaginacion.

Y ahora que el evento se cumple, ahora que Isabel y Zacarías experimentan que «para Dios, nada es imposible» (Lc 1,37), su alegría es grande. La página del Evangelio de hoy (Lc 1,57-66.80) anuncia el nacimiento y luego se detiene en el momento en que se hace la imposición del nombre al niño. Isabel elige un nombre que es extraño a la tradición familiar y dice: «Se llamará Juan» (v. 60), don gratuito e inesperado, porque Juan significa  “Dios hizo la gracia”. Y este niño será heraldo, testigo de la gracia de Dios para los pobres que esperan con humilde fe su salvación. Zacarías confirma inesperadamente la elección de ese nombre, al escribirlo en una tabla -porque estaba mudo- y «al instante, se abrió su boca y se soltó la lengua, y hablaba normalmente, bendiciendo a Dios» (v. 64).

Todo el acontecimiento del nacimiento de Juan el Bautista está rodeado de una sensación de alegre asombro.  Asombro, sorpresa, gratitud. La gente es inundada por el santo temor de Dios «y por toda la región montañosa de Judea se dieron a conocer estas cosas» (v. 65). Hermanos y hermanas, el pueblo fiel intuye que ha sucedido algo grandioso, si bien en la humildad, oculto, y se pregunta: «¿Quién habrá de ser este niño?» (v. 66). El pueblo fiel a Dios es capaz de vivir la fe con alegría, con un sentimiento de asombro, de sorpresa y gratitud. Miremos a esta gente que parloteaba bien de este evento maravilloso, de este milagro del nacimiento de Juan, y que lo hacía con alegría, estaba contenta, con una sensación de asombro, de sorpresa y de gratitud. Y mientras miramos esto, preguntémonos: ¿cómo es mi fe? ¿Es una fe alegre, es una fe siempre igual, una fe "chata"? ¿Siento asombro cuando veo las obras del Señor, cuando oigo hablar de la evangelización o de la vida de un santo, cuando veo tanta gente buena: siento la gracia, dentro mío, o nada se mueve en mi corazón? ¿Sé sentir los consuelos del Espíritu o estoy cerrado? Preguntémonos, cada uno de nosotros, a modo de examen de conciencia; ¿Cómo es mi fe? ¿Es alegre? ¿Está abierta a las sorpresas de Dios? Porque Dios es el Dios de las sorpresas.  ¿He “probado” en el alma esta sensación de asombro que da la presencia de Dios, esa sensación de gratitud? Pensemos en estas palabras, que son estados de ánimo de la fe: alegría, sensación de asombro, sensación de sorpresa y gratitud. Que la Virgen Santa nos ayude a comprender que en cada persona humana está la impronta de Dios, fuente de la vida".  

Después de la oración mariana, el Papa Francisco recordó que ayer, en Asunción (Paraguay), fue proclamada beata María Felicia de Jesús Sacramentado, en su vida María Felicia Guggiari Echeverría, carmelita descalza, apodada “la Chiquitunga”. Vivió en la primera mitad del siglo XX -explicó- adhirió con entusiasmo a la Acción Católica y se ocupó de los ancianos, enfermos y encarcelados. Esta fecunda experiencia de apostolado, sostenida por la Eucaristía cotidiana, desembocó en su consagración al Señor. Murió a los 34 años, aceptando con serenidad la enfermedad. El testimonio de esta joven beata es una invitación a todos los jóvenes, especialmente a los paraguayos, a vivir la vida con generosidad, mansedumbre y alegría”. E invitó a todos los presentes a “aplaudir a la Chiquitunga y al pueblo paraguayo”.

 

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