16/03/2017, 14.48
VATICANO
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Papa: “Maldito el hombre que confía en sí mismo”, en los bienes, y no en el Señor

Quien confía en las riquezas, en los bienes, “en la carne” está en un camino peligroso, que, del pecado, que Dios siempre perdona, lo lleva rumbo a la corrupción “de la cual no se puede volver atrás”.

 Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Quien confía en las riquezas, en los bienes, “en la carne”, está en un camino peligroso que, del pecado, que Dios siempre perdona, lo lleva a la corrupción, “de la cual no se pude volver atrás”. Es “maldito”. Es lo que ha dicho el Papa Francisco en la misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta, tomando como punto de partida la parábola del rico y el pobre Lázaro, para resaltar que también hoy debemos cuidar de no encerrarnos en nosotros mismos ignorando a los pobres y a los sin techo de nuestras ciudades.

El Papa Francisco desarrolló su homilía comenzando con las palabras de la antífona para luego dirigir su atención al Salmo 1, y evidenció que “el hombre que confía en el hombre, se asienta en la carne, es decir en las cosas que él puede manejar, en la vanidad, en el orgullo, en las riquezas”, y esto deriva en un “alejamiento del Señor”. Francisco subrayó, en cambio, “la fecundidad del hombre que confía en el Señor, y la esterilidad del hombre que confía en sí mismo”, en el poder y en las riquezas. “Este camino es un camino peligroso, se va por un camino resbaladizo cuando sólo confío en mi corazón; porque él es pérfido, es peligroso”.  

 “Cuando una persona vive encerrada en su propio ambiente –prosiguió el Papa- respira el aire de sus bienes, de su satisfacción, de la vanidad, del hecho de sentirse seguro y confía solamente en sí mismo, pierde la orientación, pierde la brújula y no sabe dónde están los límites”. Es justamente lo que le sucede al rico del cual habla el Evangelio, que pasaba la vida haciendo fiestas y no se ocupaba del pobre que estaba a la puerta de su casa. “Él sabía quién era ese pobre: lo sabía. Porque luego, cuando habla con el padre Abraham, dice: 'Pero envíame a Lázaro': ah, ¡sabía incluso cómo se llamaba! Pero no le importaba. ¿Era un hombre pecador? Sí. Pero del pecado se puede dar marcha atrás: se pide perdón, y el Señor perdona. Esto al corazón lo llevó a un camino de muerte a tal punto, que ya no se puede volver atrás. Hay un punto, llega un momento, hay un límite de cual difícilmente se vuelve atrás: es cuando el pecado se transforma en corrupción. Y este no era un pecador, era un corrupto. Porque estaba al tanto de muchas miserias, pero él era feliz y no le importaba nada”.

 “Maldito el hombre que confía en sí mismo, que confía en su corazón –dijo el Papa recordando el Salmo 1-. Nada es más pérfido que el corazón, y difícilmente se cura”. Cuando tú estás en “un camino enfermo, difícilmente te curarás”. De aquí, la pregunta: “¿Qué sentimos en el corazón cuando vamos por la calle y vemos a los sin techo, vemos a los niños solos que piden limosna?... ‘No, pero estos son de esa etnia, que roban…”, ¿sigo adelante, hago así? Ante los sin techo, los pobres, los abandonados, incluso aquellos sin techo que van bien vestidos, porque no tienen dinero para pagar el alquiler porque no tienen trabajo… ¿qué siento yo? ¿Esto es parte del panorama, del paisaje de una ciudad, como una estatua, la parada del autobús, la oficina del correo, e incluso los sin techo son parte de la ciudad? ¿Es normal, esto? Estén atentos. Estemos atentos. Cuando estas cosas de nuestro corazón resuenan como normales – ‘Y, bueno, la vida es así… yo como, bebo, pero para quitarme un poco el sentimiento de culpa, doy una ofrenda, y sigo adelante-  el camino no va bien”.  

Entonces es necesario darse cuenta cuándo estamos en el camino “resbaladizo del pecado que lleva a la corrupción”. “Qué siento yo cuando en el noticiero” veo que “cayó una bomba allá, sobre un hospital, y murieron muchos niños”, la “pobre gente”. ¿Hago una oración y continúo como si no pasara nada? “Entra esto en mi corazón”, o bien soy como ese rico á quien jamás entró en su corazón “el drama de este Lázaro, del cual hasta los perros sentían piedad?” Si así fuera, estaría en un “camino del pecado que lleva a la corrupción”.

“Por esto –concluyó- pidamos al Señor: `Escruta oh Señor, mi corazón. Mira si mi camino es errado, si estoy en el camino resbaladizo del pecado que conduce a la corrupción, del cual no se puede volver atrás’ – habitualmente: el pecador, si se arrepiente, vuelve atrás; el corrupto, difícilmente, porque está encerrado en sí mismo. ‘Escruta, Señor, mi corazón’: que esta sea hoy la oración. ‘Y hazme entender en qué camino estoy, por qué camino estoy yendo’”.

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