12/02/2021, 13.19
VATICANO
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Papa: Cuaresma, camino de conversión, de oración y de compartir nuestros bienes

En su mensaje para la Cuaresma, Francisco nos invita a “cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "Vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes", invitó el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma de este año que se publicó hoy, y cuyo tema es "«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18).

El camino cuaresmal, recuerda Francisco, es un tiempo de conversión en el cual "renovemos nuestra fe, saciamos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo". "El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1- 18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”.

La fe renovada “nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas. En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida”.

El ayuno, entonces, "vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón, lleva a descubrir de nuevo el don de Dios" y ayunar "significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador".

Y la esperanza, "'agua viva' que nos permita continuar nuestro camino", vivida con Jesús y gracias a Jesús quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto”. Incluso en el actual contexto de preocupación, "El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44)". Y el perdón de Dios, recibido en confesión, “también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad. En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223)".

La caridad, "vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza. La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión”, es “un  don que da sentido a nuestra vida y gracias a él consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad”. 

“Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo”.

El llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión, concluye Francisco, "nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre”.

En el documento de Francisco, señaló el cardenal. Peter Kodwo Appiah Turkson, prefecto del Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral, quien presentó el mensaje, el Papa "recoge y organiza las lecciones de la pasión, crucifixión y resurrección" que dio Jesús: "la lección de fe obediente con la que Jesús abrazó su pasión y su cruz;  la lección de la pobreza: la pobreza de vaciarse de sí mismo y hacerse esclavo, para servir y enriquecer a la humanidad desde su pobreza (Fil 2, 6-8; Mt 20,28; Jn 13, 4-12);  la lección del amor: el amor del Padre por su Hijo y por mundo (Jn 3, 16), el amor de Jesús por su Padre (Jn 10, 17-18), así como el amor por sus discípulos ( Jn 13, 1);  la lección de oración con la que Jesús inició su agonía en Getsemaní, en la que rezó por sus crucificadores y con la que se entregó a las manos del Padre;  la lección de la esperanza en su resurrección, que también promete al ladrón arrepentido (Lc 23,41-42)”.

 

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