10/04/2018, 20.59
VATICANO
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Papa: El sacerdote no debe ‘culpabilizar’, ni ‘investigar’ al penitente

Francisco se encontró y celebró la misa con los Misioneros de la Misericordia. La misericordia liberándonos del pecado restituye la dignidad e “infunde la certeza que el amor con el cual Dios ama derrotar toda forma de soledad y de abandono”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNws)-La misericordia liberándonos del pecado restituye dignidad e “infunde la certeza que el amor con el cual Dios ama derrotar toda forma de soledad y de abandono”. Y el sacerdote, “colaborador de Dios” en el dar misericordia no debe “culpabilizar”, ni “investigar al penitente, sino alentándolo en mirar al futuro “con ojos nuevos”, con confianza y compromiso, en la conciencia que el Señor “jamás podrá abandonar a nadie: su amor estará siempre allí, cerca, más grande y más fiel de cualquier abandono”.

El “servicio” de la Misericordia estuvo en el centro del encuentro que el Papa Francisco tuvo esta mañana con más de 550 Misioneros de la Misericordia provenientes de los 5 continentes, con los cuales, luego celebró la misa en S. Pedro.

A los Misioneros, constituidos en ocasión del Jubileo extraordinario, Francisco ante todo recordó que son “colaboradores de Dios” en cuanto portadores “en nombre de Cristo” el mensaje de “hacer las paces con Dios. Nuestro apostolado es un pedido a buscar y recibir el perdón del Padre. Como se ve, Dios necesita de los hombres que lleven al mundo su perdón y su misericordia”. Y “esta responsabilidad puesta en nuestras manos requiere un estilo de vida coherente con la misión que hemos recibido”

En segundo lugar, recordando que somos todos pecadores, es necesario siempre repartir de una “punto firme: Dios me ha tratado con misericordia. Es esta la clave para convertirse en colaboradores de Dios. Se experimenta la misericordia y uno se transforma en ministros de la misericordia. En concreto, los ministros no se ponen sobre los demás, de los otros como si fuesen jueces en relación con los hermanos pecadores”. Un verdadero misionero de la misericordia sabe que “Dios me eligió; Dios confía en mí; Dios respondió con su confianza en mí, llamándome, no obstante sea un pecador y ser uno de sus colaboradores para hacer real, eficaz y hacer tocar con mano su misericordia”.

El misionero, luego  sabe que “la reconciliación no es, como a menudo se piensa, una iniciativa privada nuestra o el fruto de nuestro compromiso. Si así fuese, caeríamos en aquella forma de neo-pelagianismo que tiende a sobre evaluar al hombre y sus proyectos, olvidando que el Salvador es Dios y no nosotros. Debemos reafirmar siempre, pero sobre todo en referencia con el sacramento de la Reconciliación, que la primer iniciativa es del Señor; es Él que nos precede en el amor”. Por lo tanto, “cuando se acerca a nosotros un penitente es importante y consolador reconocer que tenemos delante de nosotros el primer fruto del encuentro ya sucedido con el amor de Dios, que con su gracia abrió su corazón y lo hizo disponible a la conversión”. Por esto “no es necesario hacer que pruebe vergüenza quien ha ya reconocido su pecado y sabe que se equivocó, no es necesario investigar, allá donde la gracia del Padre ya intervino; no nos está permitido violar el espacio sagrado de una persona en su relacionarse con Dios”.

“Nuestra tarea-y este es el segundo paso-consiste en el no rendir vana la acción de la gracia de Dios, sino alimentarla y permitir que llegue a su cumplimiento. Lamentablemente a veces, puede suceder que el sacerdote, con su comportamiento, en vez de acercar al penitente lo aleje. Por ejemplo, para defender la integridad del ideal evangélico se dejan de lado los pasos que una persona está haciendo día tras día”.

La misericordia, “que exige la escucha, permite luego guiar los pasos del pecador reconciliado. Dios libera del miedo, de la angustia, de la vergüenza, de la violencia. El perdón es realmente una forma de liberación para restituir la alegría y el sentido de la vida”

“Es esta certeza típica del amor que somos llamados a sostener en cuantos se acercan al confesionario, para dar a ellos la fuerza de creer y esperar. La capacidad de saber recomenzar del principio, no obstante todo, porque Dios cada vez nos toma por mano e infunde la certeza que el amor con el cual Dios ama derrota toda forma de soledad y de abandono. De esta experiencia, que nos coloca en una comunidad que recibe a todos y siempre sin ninguna distinción, que sostiene a cualquiera esté en la necesidad y en las dificultades, que vive la comunión como fuente de vida, los Misioneros dela misericordia están llamados a ser intérpretes y testimonios”

En la homilía de la misa que celebró más tarde con los Misioneros, Francisco, comentó el paso del Evangelio de Juan (3,7b-15) en el cual Jesús dice a Nicodemo: “En verdad te digo: deben nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere y sientes la voz, pero no sabes ni de dónde viene ni adónde va, así es de cualquiera haya nacido del Espíritu”, relevó que emergen “dos aspectos insuperables: el renacer personal y la vida de la comunidad”. Son las direcciones en las cuales se mueve el servicio de los Misioneros de la Misericordia.

“El Evangelio recuerda que quien es llamado a dar testimonio de la Resurrección de Cristo debe él mismo, en primera persona, “nacer de lo alto”. “Esto significa dejar realmente el primado al Padre, a Jesús y al Espíritu Santo en nuestra vida. Atención que no se trata de volverse curas “obsesionantes”, como que casi somos los depositarios de algún carisma extraordinario. No. Curas, sacerdotes normales, simples, mansos, equilibrados, pero capaces de dejarse constantemente regenerar del Espíritu, dóciles a su fuerza, interiormente libres –sobre todo de sí mismos– para que sean movidos por el ‘viento’ del Espíritu que sopla donde quiere”. (Cfr. Jn 3,8)

En cuanto al servicio a la comunidad, esto comporta “sr curas capaces de “”levantar en el desierto del mundo el signo de la salvación, o sea la Cruz de Cristo, como fuente de conversión y de renovación para toda la comunidad y para sí mismo (Cfr. Jn 3,14-15). En particular quisiera subrayar que el Señor muerto y resucitados es la fuerza que crea la comunión en la Iglesia y a través de la iglesia a toda la humanidad”.

“De hecho, ya sea la Iglesia ya sea el mundo  de hoy tienen particularmente necesidad de la Misericordia para que la unidad deseada por Dios en Cristo prevalga sobre la acción negativa del maligno que aprovecha de tantos medios actuales, en sí buenos, pero que usados mal, en vez de unir dividen. Nosotros estamos convencidos que “la unidad es superior al conflicto”. “Evangelii gaudium, 228), pero sabemos también que sin la Misericordia este principio no tiene la fuerza de actuarse en lo concreto de la vida y de la historia”.

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