19/04/2020, 13.56
VATICANO
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Papa: La Divina misericordia no abandona a quien se queda atrás. Atención con el virus del egoísmo indiferente

Papa Francisco celebra la misa en la iglesia del Espíritu Santo, en Sassia. La celebración fue en privado, a causa de la cuarentena dictada por la pandemia. La Fiesta de la Divina Misericordia fue instituida hace 20 años por el Papa Juan Pablo II. “El Señor espera que le llevemos nuestras miserias, para hacernos descubrir su misericordia”. En la era de la pandemia, corremos el riesgo de “olvidar a quien queda atrás”. “¡Es tiempo de eliminar las desigualdades y remediar la injusticia, que socava de raíz la salud de toda la humanidad!”. “No pensemos solamente en nuestros intereses, en los intereses de parte”. “Sin una visión que tenga en cuenta a todos, no habrá futuro para nadie”. Los saludos de Pascua a las iglesias ortodoxas.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La Divina Misericordia “no abandona a quien se queda atrás”, como el apóstol Tomás. Así, hoy, en la “lenta y fatigosa recuperación de la pandemia”, “el riesgo es que nos ataque un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente”, en el cual “se llega a seleccionar personas, descatar a los pobres e inmolar a quien se queda atrás, en el altar del progreso”.

Papa Francisco vinculó de esta manera la Fiesta de la Divina Misericordia, que se celebra hoy, segundo domingo de Pascua, con los hechos referidos a la epidemia de coronavirus y el intento de reactivar la sociedad y la economía, luego de largos períodos de cuarentena, que están poniendo a dura prueba las perspectivas de riqueza y trabajo en la comunidad mundial. 

La Fiesta de la Divina Misericordia fue instituida hace 20 años por Juan Pablo II, luego de la canonización de Sor Faustina Kowalska. El Papa polaco también quiso que la iglesia del Espíritu Santo en Sassia, a pocas cuadras de la Basílica de San Pedro, fuese la iglesia de la Divina Misericordia. Y es precisamente aquí donde Papa Francisco quiso celebrar hoy la misa, transmitida por streaming y sin el pueblo presente, a causa de la cuarentena dictada debido a la pandemia.

En la homilía, el pontífice habló en primer lugar de la misericordia que levanta al discípulo. Refiriéndose al apóstol Tomás, que no creía en la resurrección de Jesús y estuvo ausente en el Cenáculo (cfr. Juan 20, 19-31), dijo: “La resurrección del discípulo comienza desde aquí, a partir de esta misericordia fiel y paciente, a partir del descubrimiento de que Dios no se cansa de tendernos la mano para levantarnos de nuestras caídas. Él quiere que lo veamos así: no como un amo a quien debemos rendir cuentas, sino como nuestro Papá, que siempre nos levanta… Y tú podrías objetar: ‘¡Pero es que nunca dejo de caer!’ El Señor lo sabe y siempre está dispuesto a levantarte. Él no quiere que pensemos una y otra vez en nuestras caídas, sino que lo miremos a Él, ya que en las caídas ve a hijos que debe levantar, en las miserias ve hijos a quienes amar con misericordia”. 

El Papa recordó un episodio de la vida de Santa Faustina, en el cual Jesús le pide que le de todo, incluso su “miseria”. “Nosotros también - agregó - podemos preguntarnos: ‘¿He dado mi miseria al Señor? ¿Le he mostrado mis caídas, para que me levante?’ ¿O hay algo que todavía conservo dentro mío? Un pecado, un remordimiento del pasado, una herida que llevo dentro, una idea sobre determinada persona… El Señor espera que le llevemos nuestras miserias, para hacernos descubrir su misericordia”. 

Luego, el pontífice delineó algunas consecuencias ligadas a la situación actual: “Queridos hermanos y hermanas, en la prueba que estamos atravesando, nosotros, como Tomás, con nuestro temores y con nuestras dudas, también nos hemos visto frágiles. Necesitamos al Señor, que ve en nosotros una belleza indeleble e insoslayable, más allá de nuestra fragilidades”. 

“En esta Fiesta de la Divina Misericordia, el anunció más bello llega a través del discípulo que llegó más tarde. Solo faltaba él, Tomás. Pero el Señor lo esperó. La misericordia no abandona a quien se queda atrás. Ahora, mientras pensamos en una lenta y fatigosa recuperación de la pandemia, se insinúa precisamente este peligro: olvidar a quien quedó atrás. El riesgo es que nos ataque un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente… Lo que está sucediendo nos sacude por dentro: ¡es hora de eliminar las desigualdades, de remediar la injusticia que socava de raíz la salud de toda la humanidad! Aprendamos de la comunidad cristiana de los orígenes, descrita en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Había recibido misericordia, y vivía con misericordia: «Todos los creyentes tenían todo en común; vendían sus propiedades y repartían el precio entre todos, según las necesidades de cada uno» (Hechos 2,44-45). No es ideología, es cristianismo”.

“Santa Faustina, luego de encontrarse con Jesús, escribe: «En un alma que sufre, debemos ver a Jesús Crucificado, y no a un parásito y a una carga… [Señor], nos das la posibilidad de practicar las obras de misericordia, y nosotros nos dedicamos a juzgar» (Diario, 6 de septiembre de 1937). Sin embargo, un día, ella misma se lamentó con Jesús, por el hecho de que al ser misericordiosos, se pasa por ingenuos. Dijo: «Señor, muchas veces abusan de mi bondad». Y Jesús: «No importa, hija mía, no te preocupes, tú siempre sé misericordiosa con todos» (24 de diciembre de 1937). Con todos: no pensemos solamente en nuestros intereses, en los intereses de parte. Tomemos esta prueba como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión que tenga en cuenta a todos, no habrá futuro para nadie”.

Luego de la comunión, antes de rezar la antífona mariana del Regina Caeli, Francisco reiteró que “el amor compasivo entre nosotros y hacia todos” no es “pietismo, no es asistencialismo, sino compasión, que viene del corazón. Y la misericordia divina viene del Corazón de Cristo, de Cristo Resucitado”. “Que la misericordia cristiana – agregó - también inspire la justa puesta en común entre las naciones y sus instituciones, para afrontar la actual crisis de forma solidaria”.  

Recordando luego que hoy se celebra la Pascua ortodoxa (según el calendario juliano), él dijo: “A los hermanos y hermanas de las Iglesias de Oriente, que hoy celebran la Fiesta de la Pascua, les hago llegar mis saludos. Juntos anunciemos: «¡Realmente el Señor ha resucitado!» (Lucas 24,34). Sobre todo en este tiempo de prueba, ¡sentimos cuán grande es el don de la esperanza, que nace se ser resucitados con Cristo! Me alegro especialmente con las comunidades católicas orientales que, por motivos ecuménicos, celebran la Pascua unidos con aquellas ortodoxas: que esta fraternidad sea un consuelo, allí donde los cristianos son una pequeña minoría”.

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