11/04/2021, 14.06
VATICANO
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Papa: Por las llagas de Jesús 'hemos sido misericordiados y nos hacemos misericordiosos'

El Domingo de la Divina Misericordia el Papa Francisco celebró la misa en la iglesia del Espíritu Santo, en Sassia. Estuvieron presentes los misioneros de la Misericordia, presos y presas, migrantes y refugiados, enfermeros y hermanas Hospitalarias. "Jesús realiza la 'resurrección de los discípulos', precisamente por medio de su misericordia". La paz de Jesús hace pasar a los discípulos "del remordimiento a la misión". Poner en común lo que uno posee "no es comunismo, es cristianismo en estado puro". "No vivamos una fe a medias, que recibe pero no da, que acepta el regalo pero no se hace regalo". El Regina Caeli y el saludo a los presentes.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "Hemos sido misericordiados y de esa manera nos hacemos misericordiosos": repitiendo reiteradamente un neologismo acuñado por él mismo, el Papa Francisco celebró hoy el Domingo de la Divina Misericordia en la iglesia del Espíritu Santo, en Sassia, que Juan Pablo II dedicó al Amor misericordioso, según las revelaciones que recibió santa Faustina Kowalska.

La celebración de hoy está estrechamente relacionada con el Jubileo de la Misericordia que instituyó Francisco en 2015-2016. En efecto, concelebraron con el pontífice algunos misioneros de la Misericordia instituidos durante ese Jubileo y con poderes especiales de absolución. También estuvieron presentes en la misa los representantes de diversos grupos que necesitan misericordia o que ofrecen misericordia: presos y presas de las cárceles de Roma y alrededores; hermanas Hospitalarias de la Misericordia; enfermeros discapacitados; migrantes de Argentina; refugiados provenientes de Siria, Nigeria y Egipto, y representantes de Caritas Siria y de la Iglesia siríaca.

En su homilía, el Papa explicó que después de la resurrección, Jesús lleva a cabo la "resurrección de los discípulos", precisamente por medio de su misericordia, que Él les ofrece "a través de tres dones: primero Jesús les ofrece la paz, luego el Espíritu y finalmente las llagas".

Los discípulos - recordó el pontífice - “estaban solos, encerrados en su casa; también estaban encerrados en sus remordimientos. Habían abandonado y negado a Jesús. Se sentían incapaces, inútiles, equivocados. Jesús llega y repite dos veces: "¡La paz esté con ustedes!" … La paz de Jesús los hace pasar del remordimiento a la misión. En efecto, la paz de Jesús da origen a la misión. La paz no es tranquilidad, no es comodidad, es salir de uno mismo. La paz de Jesús libera de los encierros que paralizan, rompe las cadenas que mantienen prisionero al corazón… Hoy Jesús vuelve a repetir: “Paz a tí, que eres tan valioso a mis ojos. Paz a tí, que eres importante para mí. Paz a tí, que tienes una misión. Nadie puede llevarla a cabo por tí. Eres insustituible. Y yo creo en ti”.

 

“En segundo lugar, Jesús misericordia a los discípulos ofreciéndoles el Espíritu Santo. Lo dona para el perdón de los pecados ... El perdón en el Espíritu Santo es el don pascual para resucitar por dentro. Pidamos la gracia de acogerlo, de abrazar el sacramento del perdón. Y de comprender que el centro de la Confesión no somos nosotros con nuestros pecados, sino Dios con su misericordia. No nos confesamos para degradarnos, sino para que nos ayuden a levantarnos”.

“El tercer don con el que Jesús misericordia a los discípulos: Él les ofrece sus llagas. Esas llagas nos curan (cf.1 P 2, 24; Is 53,5). Pero, ¿cómo puede curarnos una herida? Con la misericordia. En esas heridas, como Tomás, tocamos con nuestras manos que Dios nos ama hasta las últimas consecuencias, que hizo suyas nuestras heridas, que llevó en su cuerpo nuestras fragilidades... Adorando, besando sus llagas, descubrimos que todas nuestras debilidades son acogidas en su ternura. Esto sucede en cada Misa, donde Jesús nos ofrece su Cuerpo llagado y resucitado: lo tocamos y Él toca nuestras vidas. Y hace que el Cielo descienda en nosotros. Sus llagas luminosas atraviesan las tinieblas que llevamos dentro ... Sólo si acogemos el amor de Dios podremos darle algo nuevo al mundo”.

Los discípulos "misericordiados" se convirtieron en "misericordiosos". El pontífice recordó la primera lectura de la Misa (Hch 4, 32-35), en la que se relata que "nadie consideraba de su propiedad lo que le pertenecía, sino que entre ellos todo era común" (4,32). El Papa subrayó: “No es comunismo, es cristianismo en estado puro. Y es tanto más sorprendente si pensamos que esos mismos discípulos, un poco antes, se habían peleado por premios y honores, por quién era el más importante entre ellos (cf. Mc 10,37; Lc 22,24). Ahora comparten todo, tienen "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32)".

“Hermana, hermano - concluyó - ¿quieres una prueba de que Dios ha tocado tu vida? Comprueba si te inclinas sobre las heridas de los demás. Hoy es el día para preguntarnos: 'Yo, que tantas veces he recibido la paz de Dios, su perdón, su misericordia, ¿soy misericordioso con los demás? Yo, que tantas veces me he alimentado de su Cuerpo, ¿hago algo para alimentar a los que son pobres?'. No nos quedemos indiferentes. No vivamos una fe a medias, que recibe pero no da, que acoge el don pero no se hace don. Hemos sido misericordiados, hagámonos misericordiosos… Dejémonos resucitar por la paz, por el perdón y por las llagas de Jesús misericordioso. Y pidamos la gracia de convertirnos en testigos de su misericordia”.

Después de la misa, el Papa volvió a entrar a la iglesia y recitó el Regina Caeli con los presentes. Antes de la oración mariana pascual, quiso agradecer a "todos los que colaboraron para prepararla [la celebración] y transmitirla en directo", junto a "todos los que están conectados a través de los medios de comunicación". Luego, saludando a los que se encontraban presentes (fieles, enfermos, enfermeros, presos, refugiados y migrantes,…), les dijo: “Ustedes representan algunas realidades en las que la misericordia se hace concreta, se hace cercanía, servicio, atención a las personas en dificultades. Les deseo que siempre se sientan misericordiados, para que a su vez sean misericordiosos. Que la Virgen María, Madre de la Misericordia, obtenga esa gracia para todos”.

Después de la oración, Francisco saludó a los presentes uno por uno, comenzando por los enfermos y discapacitados.

 

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