16/05/2018, 15.08
VATICANO
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Papa: Tierra Santa, ‘la guerra conduce a la guerra, la violencia conduce a la violencia’, jamás a la paz

Llamamiento de Francisco, quien expresa preocupación y dolor por “el agravamiento de las tensiones”. Al concluir el ciclo de la catequesis sobre el Bautismo, él afirmó que los niños tienen “derecho” a recibir una educación cristiana que “tienda a guiarlos, gradualmente, en el conocimiento del designio de Dios en Cristo: de esta manera, podrán ratificar personalmente la fe en la cual fueron bautizados”. Buenos deseos a los musulmanes, por el Ramadán.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El Papa está “muy preocupado” por la violencia de los últimos días en Tierra Santa y en Oriente Medio, y expresa un “gran dolor” por las víctimas, volviendo a pedir que se renueve el compromiso en favor del diálogo. Un nuevo llamamiento por la paz que Francisco hizo al término de la audiencia general de hoy, cuando dijo estar “muy preocupado por la agudización de las tensiones en Tierra Santa y en Oriente Medio, y por la espiral de violencia que aleja cada vez más del camino de la paz, del diálogo y de las negociaciones. “Expreso mi gran dolor por los muertos y heridos – agregó- y a través de mi oración y con mi afecto, estoy cerca de todos aquellos que están sufriendo. Reitero que el uso de la violencia jamás conduce a la paz. La guerra reclama guerra, la violencia reclama violencia. Invito a todas las partes en la causa, y a la comunidad internacional, a renovar el compromiso para que prevalezcan el diálogo, la justicia y la paz”.

A modo de sugerencia y como un reclamo adicional para el “cese de los conflictos” fue vista la presencia, durante la audiencia general, de un grupo de ex combatiente polacos de la Segunda Guerra mundial, llegados para la celebración del aniversario de la batalla de Monte Cassino. “Produce tristeza recordar las guerras –dijo el Papa, hablando de manera espontánea-: en el siglo pasado hubo dos grandes guerras. No aprendemos nunca”. “La tragedia de la guerra que ustedes vivieron –agregó- , la fuerza de espíritu, la fidelidad a los ideales y el testimonio de vida se vuelvan un llamamiento para el cese de los conflictos que se están desarrollando en el mundo, y para la búsqueda de caminos de paz”.

Francisco también volvió a referirse a la paz al final, al dirigir “sus cordiales deseos”  a los musulmanes, “por el mes de Ramadán, que comenzará mañana. Que este tiempo privilegiado de oración y ayuno los ayude a marchar por el camino de Dios, que es la vía de la paz”.

Previo a ello, en el discurso pronunciado ante la presencia de 25.000 personas en la plaza San Pedro, el Papa, concluyendo el ciclo de catequesis dedicado al Bautismo, afirmó  “el derecho de los niños” a recibir una educación cristiana, que “tienda a guiarlos, gradualmente, en el conocimiento del designio de Dios en Cristo: de esta manera, podrán ratificar personalmente la fe en la cual fueron bautizados”.   

“Los efectos espirituales” del Bautismo -había dicho antes- “invisibles a los ojos, pero operantes en el corazón de quien se ha convertido en una nueva creatura, se vuelven explícitos por la entrega del alba blanca y de la vela encendida. Son signos visibles que manifiestan la dignidad de los bautizados y su vocación cristiana, tal como fuera anunciado por San Pablo: «Los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo» (Gálatas 3,27; cfr. Romanos 13,14). Luego de recibir el agua de la regeneración, capaz de recrear al hombre según Dios, en la verdadera santidad (cfr. Ef. 4,24), pareció casi natural, desde los primeros siglos, revestir a los flamantes bautizados con una túnica nueva, blanca, semejante al esplendor de la vida conseguida en Cristo y en el Espíritu Santo. La túnica blanca, el alba, a la vez que expresa simbólicamente lo que sucedió en el sacramento, anuncia la condición de transfigurados en la gloria divina. El mandato de llevar esta túnica «sin mancha, para la vida eterna» (Rito del Bautismo de los Niños, n. 72) traza un camino que, desde la fuente bautismal, conduce hasta la Jerusalén del cielo. En efecto, en el Libro del Apocalipsis se lee que «el vencedor será vestido con túnicas blancas» (Ap. 3,5)”.

“Qué significa revestirse de Cristo es algo que recuerda San Pablo cuando explica cuáles son las virtudes que los bautizados deben cultivar: «Elegidos por Dios, santos y amados, revestíos de sentimientos de ternura, bondad, humildad, mansedumbre, benevolencia, soportándoos y perdonándoos unos a otros. Pero por sobre todas las cosas, revestíos de la caridad, que une a todos estos de manera perfecta» (Col 3,12-14). La entrega ritual de la llama obtenida del cirio pascual evoca el efecto del Bautismo: «Recibe la luz de Cristo». Estas palabras nos recuerdan que no somos nosotros la luz, sino Jesucristo (Juan 1,9; 12,46), quien, resucitado de entre los muertos, ha vencido las tinieblas de mal. ¡Somos llamados a recibir su esplendor! Como la llama del cirio pascual da luz a cada vela en particular, de la misma manera, la caridad de Señor Resucitado inflama los corazones de los bautizados, colmándolos de luz y calor. Desde tiempo antiguos, al sacramento del Bautismo también se lo denomina ‘iluminación’ y a los neófitos se los llama los ‘iluminados’, según la palabra misma de Jesús: «Yo soy la luz del mundo; quien me sigue, no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8,12). En efecto, esta es la vocación cristiana: «caminar siempre como hijos de la luz, perseverando en la fe» (cfr. Rito de la iniciación cristiana de los adultos, n. 226; Juan 12,36). Si se trata de niños, es tarea de los padres, junto a los padrinos y madrinas, ocuparse de alimentar la llama de la gracia bautismal de sus pequeños, ayudándolos a perseverar en la fe (cfr. Rito del Bautismo de los Niños, n. 73). «La educación cristiana es un derecho de los niños; la misma tiende a guiarlos, gradualmente, en el conocimiento del designio de Dios en Cristo; de esta manera, podrán ratificar personalmente la fe en la que fueron bautizados» (ibíd., Introducción, 3)”.

“La celebración del Bautismo se concluye con la oración del Padrenuestro, propia de la comunidad de hijos de Dios. En efecto, los niños renacidos en el Bautismo recibirán la plenitud del don del Espíritu Santo en la Confirmación, y participarán en la Eucaristía, aprendiendo qué significa dirigirse a Dios llamándolo ‘Padre’ en la Santa Iglesia”.

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