04/04/2015, 00.00
VATICANO
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Papa: Vigilia pascual; “escuchar en el silencio” para oír “es susurro en el cual Dios nos habla”

“No se puede vivir la Pascua sin entrar en el Misterio”, sin reconocerse “creaturas, con méritos y defectos, de pecadores necesitados de perdón”. “Los hombres se encerraron en el Cenáculo. Las mujeres, en cambio, al alba del día después del sábado, fueron al sepulcro”. Fueron recordados aquellos que pierden la fe, pidiendo en una oración: “Fortalece en la fe a los cristianos perseguidos” y “convierte los corazones de los sembradores de odio”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “Escuchen en el silencio” para oír “el susurro en el cual Dios habla” es el pensamiento alrededor del cual el Papa Francisco celebró la Vigilia del Sábado Santo, “Vigilia de todas las Vigilias”, en la basílica de S. Pedro. Porque “no se puede vivir la Pascua sin entrar en el Misterio” y entrar en el misterio “significa capacidad de estupor”, significa “no tener miedo de la realidad: no encerrarse en sí mismos, no escapar delante de aquellos que no entendemos, no cerrar los ojos delante de los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogativos”, es reconocerse creaturas, con virtudes y defectos, como pecadores necesitados de perdón”.

La celebración comenzó, según tradición en el atrio, donde el Papa preparó el cirio pascual, marcando sobre la cruz del cirio el alfa y el omega (signo del principio y fin del tiempo) y la fecha de este año. Después de haberlo encendido “pasó” la llama del fuego nuevo a los cercanos para que encendieran sus velas. La luz es el símbolo de la vida que vence a la obscuridad de la muerte, luego entró en la basílica a obscuras, que contaba con la presencia de 7 mil personas y que después del canto (por 3 veces) del “Lumen Christi” se encendió de golpe toda la basílica. 

El rito fue concelebrado con 40 cardenales, 30 obispos y 350 sacerdotes, estaba previsto también el bautismo de un grupo de catecúmenos. Este año fueron 10, 6 mujeres y 4 hombres, 4 italianos, un egipcio, 3 albaneses, una camboyana, una keniota y una portuguesa. La más joven era una camboyana, nacida en el año 2002, y la más anciana la keniota que nació en 1948.

Y también esta noche se recordaron a aquellos que perdieron la vida por la fe, pidiendo en una especial oración: “Refuerza la fe de los cristianos perseguidos” y “convierte los corazones de los sembradores de odio”.  A continuación la transcripción completa de la homilía papal:

“Esta noche es noche de vigilia”.

“El Señor no duerme, vela el guardián de su pueblo (cf. Sal 121,4), para sacarlo de la esclavitud y para abrirle el camino de la libertad”.

El Señor vela y, con la fuerza de su amor, hace pasar al pueblo a través del Mar Rojo; y hace pasar a Jesús a través del abismo de la muerte y de los infiernos.

Esta fue una noche de vela para los discípulos y las discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: «¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...». Pero he aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta.

«Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco» (Mc 16,5). Las mujeres fueron las primeras que vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar.

«Entraron en el sepulcro». En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos en reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor.

No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más.

«Entrar en el misterio» significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla (cf. 1 Re 19,12).

Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes... Entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón.

Para entrar en el misterio se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías... adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio.

Todo esto nos enseñan las mujeres discípulas de Jesús. Velaron aquella noche, junto la Madre. Y ella, la Virgen Madre, las ayudó a no perder la fe y la esperanza. Así, no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor. Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida”.

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