25/03/2016, 00.03
VATICANO
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Papa: aún hoy vemos la Cruz en el mal presente en el mundo, pero también en el bien que muchos eligen

Francisco concluyó la Vía Crucis con una oración que recuerda a los cristianos "muertos, quemados vivos, sacrificados y decapitados", los ancianos abandonados y los migrantes muertos en el mar, pero también las caras de las religiosas y consagrados que abandonan todo para ayudar y los voluntarios que ayudan generosamente a los necesitados y perseguidos.
   

Roma (AsiaNews) – El Papa Francisco terminó el Vía Crucis con una oración a la cruz de Cristo "símbolo del amor divino y de la injusticia humana" que vemos también hoy en día en los muchos males del mundo - los cristianos "asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados" por los corruptos, los ancianos abandonados, los migrantes muertos en el mar -, pero también "bandera de la victoria" en las caras de las religiosas y consagrados que abandonan todo para ayudar a los demás y los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y perseguidos.

"Oh Cruz de Cristo - la oración del Papa - Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad que tú mismo nos has enseñado.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier persona.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos abandonados por sus propios familiares, en los discapacitados, en los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada.

Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y maltratados.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo.

En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la luz.

Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio del pecado, líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos de las seducciones de la vanidad. Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de la luz.

Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén"

Durante el acto, que se celebró como de costumbre en el Coliseo, en las meditaciones y oraciones se ha recordado a los judíos muertos en los campos de la muerte, los cristianos asesinados por odio a la fe, los niños que son esclavos en el trabajo, los refugiados que huyen de la guerra y dictadores, las mujeres sometidas a la explotación y la violencia e incluso los cuerpos de hombres y mujeres, niños y ancianos, los enfermos y los discapacitados que no son respetados en su dignidad

Escrito por el cardenal de Perugia, Gualtiero Bassetti y titulado "Dios es misericordia " que muestran el camino de Jesús hacia el Gólgota como el extremo regalo misericordioso de Dios a los hombres. Una respuesta a los temores del hombre de hoy, una advertencia para aquellos que buscan "la verdad a buen precio", que sirven a sus propios intereses, mientras que Jesús muestra que "el cristiano acepta la burla y la humillación que surge del amor de la verdad". Una llamada a la fe y la esperanza frente a tantos miedos que tenemos en nuestras vidas. "Tenemos miedo del otro, del extranjero, del migrante. Tenemos miedo del futuro, de los imprevistos, de la miseria. Cuánto miedo en nuestras familias, en el lugar de trabajo, en nuestras ciudades ... Y tal vez tenemos miedo incluso de Dios: aquel temor del juicio divino que viene de la poca fe, del no conocimiento de su corazón, de la duda en su misericordia"

Los muchos sufrimientos humanos se mencionan en varias ocasiones. En la estación III " Te rogamos, Señor, por todos esos sufrimientos que parecen no tener sentido, por los judíos muertos en los campos de exterminio, por los cristianos asesinados por odio a la fe, por las víctimas de toda persecución, por los niños esclavizados en el trabajo, por los inocentes que mueren en las guerras ". En la IV se recuerda "todas las mujeres víctimas de la explotación y la violencia" En la X "los cuerpos de hombres y mujeres, niños y ancianos, los enfermos y los discapacitados no respetados en su dignidad".

Y en la estación III, cuando Jesús cae por primera vez bajo la cruz "Jesús da sentido al sufrimiento de los hombres. El sufrimiento para el hombre es a veces un absurdo, incomprensible para la mente, presagio de muerte. Hay sufrimientos que parecen negar el amor de Dios. ¿Dónde está Dios en los campos de exterminio? ¿Dónde está Dios en las minas y en las fábricas donde trabajan los niños como esclavos? ¿Dónde está Dios en las pateras que se hunden en el Mediterráneo? Jesús cae bajo el peso de la cruz, pero no queda aplastado. Cristo está allí, descartado entre los descartados, último entre los últimos. Náufrago entre los náufragos. Dios se hace cargo de todo eso. Un Dios que por amor renuncia a mostrar su omnipotencia. Pero que así, precisamente así, caído en tierra como grano de trigo, Dios es fiel a sí mismo: fiel en el amor".

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