09/10/2018, 13.59
VATICANO
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Papa: contemplación y servicio son ‘el camino’ de vida del cristiano

“Nosotros, para saber de qué lado estamos, si exageramos porque nos dedicamos a una contemplación demasiado abstracta o incluso gnóstica, o si estamos demasiado atareados, debemos hacernos la siguiente pregunta: ‘¿Estoy enamorado del Señor? ¿Estoy seguro, estoy segura de que Él me ha elegido? O vivo mi cristianismo así, haciendo cosas... sí, hago esto, hago aquello, hago, hago, pero pon atención: el corazón, ¿Contempla?’”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Contemplación y servicio son “el camino” de la vida del cristiano, como muestran Marta y María, las protagonistas del Evangelio de hoy. Es lo que ha dicho el Papa Francisco en la homilía de la misa que celebró esta mañana en la Casa Santa Marta, al tomar como punto de partida el pasaje (Lucas 10,38-42) que narra la visita de Jesús a la casa de las dos hermanas.

La palabra clave, para no equivocarse en nuestra vida de cristianos, es estar “enamorados” del Señor, y que Él sea la inspiración de nuestras acciones. Así era Pablo, el apóstol que hoy describe su vida, en la Primera Carta a los Gálatas. Por lo tanto, se trata de un equilibrio entre “contemplación y servicio”, dos cualidades muy bien ilustradas por el Evangelio de Lucas de hoy, que se centra en las figuras de Marta y María, las hermanas de Lázaro de Betania, en cuya casa Jesús es recibido como huésped.

“Son dos hermanas que, con su modo de obrar”, señaló Francisco, “nos enseñan cómo debe marchar la vida del cristiano”. “María escuchaba al Señor”, mientras Marta estaba “apartaba” porque “estaba ocupada en la cocina, sirviendo”. Es que justamente, Marta es una mujer “fuerte”, incluso es capaz de reprender al Señor por no haberse hecho presente cuando murió su hermano Lázaro.  Sabe “dar un paso adelante”, por lo tanto, es valiente, pero carece de “contemplación”, es incapaz de “perder el tiempo mirando al Señor”.

“Hay muchos cristianos que los domingos, sí, van a misa, pero después están siempre ocupadísimos. No tienen tiempo ni para los hijos, ni siquiera para jugar con los hijos: esto es feo. ‘Tengo tanto que hacer, estoy atareado, estoy ocupado...’. Y al final, se vuelven cultores de esa religión que es la tendencia a estar ocupadísimos, a estar siempre haciendo cosas… pero detente, mira al Señor, toma el Evangelio, escucha la Palabra del Señor, abre tu corazón… No: siempre el lenguaje de las manos, siempre... Y hacen el bien, pero no es el bien cristiano: es un bien humano. Carecen de contemplación. Marta carecía de esto. Valiente,  siempre se ofrecía, se hacía cargo de las cosas, pero le faltaba la paz: perder el tiempo mirando al Señor”.

Por el contrario, María -lo que hace ella, subrayó Francisco, no es “estar sentada sin hacer nada”-  “miraba al Señor porque el Señor tocaba el corazón, y es de allí, de la inspiración del Señor, de donde viene el trabajo que se deba desarrollar después”. Es la regla de San Benito “Ora et labora”, que encarnan los monjes y monjas de clausura, los cuales, por cierto, no “están todo el día mirando al cielo. Rezan y trabajan”. Y sobre todo, es lo que encarnó el apóstol Pablo, como se lee en la Primera Lectura de hoy: “cuando Dios lo eligió no fue a predicar” de inmediato, sino que “se fue a rezar”, a “contemplar el misterio de Jesús que le había sido revelado”.  

“Cada cosa que hacía Pablo, era hecha con este espíritu de contemplación, de mirar al Señor. Era el Señor que hablaba a su corazón, porque Pablo era un enamorado del Señor. Y esta es la palabra-clave para no equivocarse: enamorados. Nosotros, para saber de qué lado estamos, si exageramos porque nos dedicamos a una contemplación demasiado abstracta o incluso gnóstica, o si estamos demasiado atareados, debemos hacernos la siguiente pregunta: “¿Estoy enamorado del Señor? ¿Estoy seguro, estoy segura de que Él me ha elegido? O vivo mi cristianismo así, haciendo cosas... sí, hago esto, hago aquello, hago, hago, pero pon atención: el corazón, ¿Contempla?’”.

Es como cuando el marido vuelve a casa después de trabajar y encuentra a su mujer que lo recibe: la que está realmente enamorada no lo hace acomodar y luego continúa dedicándose a las tareas de la casa, sino que “se toma tiempo para estar con él”. Pues justamente, entonces, también nosotros tomémonos un tiempo para el Señor, al servicio de los demás: “Contemplación y servicio; éste es nuestro camino en la vida. Cada uno de nosotros, piense: ¿cuánto tiempo al día me tomo para contemplar el misterio de Jesús? Y luego: ¿cómo trabajo? ¿Trabajo tanto que parece una alienación, o trabajo siendo coherente con mi fe, trabajo como un servicio que viene del Evangelio? Nos hará bien pensar en esto.”

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