29/09/2017, 17.07
VATICANO
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Papa: el anuncio de la misericordia es la tarea de quien anuncia el Evangelio

Al recibir al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Francisco subraya el aporte que los pueblos individuales y las respectivas culturas ofrecen al camino del Pueblo de Dios, así como la compleja trama de relaciones interpersonales, que permite experimentar la profunda unidad y humanidad de la Comunidad de los creyentes. 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – En un tiempo en el cual crece una cultura que es fruto de la tecnología, la Iglesia siente “la urgencia” de renovar el esfuerzo de evangelizar y de proponer continuamente el anuncio de la misericordia. Es este el tema del discurso que el Papa Francisco ha dirigido a los participantes en la plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.  

A los presentes, el Papa ha recomendado de un modo particular conservar los frutos del Jubileo de la Misericordia. “Este Año Santo ha sido un momento de gracia que la Iglesia entera ha vivido con gran fe e intensa espiritualidad. No podemos permitirnos, entonces, que tanto entusiasmo sea disuelto u olvidado. El Pueblo de Dios ha sentido fuertemente el don de la misericordia y ha vivido el Jubileo redescubriendo en particular el Sacramento de la Reconciliación, como lugar privilegiado para experimentar la bondad, la ternura de Dios y su perdón que no conoce límites. La Iglesia, por lo tanto, tiene la gran responsabilidad de continuar, sin pausa, siendo instrumento de misericordia. De este modo, se puede consentir más fácilmente que la acogida del Evangelio sea percibida y vivida como evento de salvación y que pueda traer un sentido pleno y definitivo a la vida personal y social”.

“El anuncio de la misericordia, que se vuelve concreto y visible en el estilo de vida de los creyentes, vivido a la luz de las múltiples obras de misericordia, pertenece intrínsecamente al compromiso de cada evangelizador, que ha descubierto en primera persona la llamada al apostolado propio en razón de la misericordia que le ha sido reservada”.

En cuanto a la evangelización, Francisco dijo que “es necesario descubrir, cada vez más, que ésta, por su misma naturaleza, pertenece al Pueblo de Dios. A este propósito, quisiera subrayar dos aspectos.  

El primero es el aporte que los pueblos en singular y las respectivas culturas ofrecen al camino del Pueblo de Dios. De cada pueblo hacia el cual nos dirigimos, surge una riqueza que la Iglesia es llamada a reconocer y valorizar, para llevar a cumplimiento la unidad de «todo el género humano» de la cual es «signo» y «sacramento» (cfr Cost. dogm. Lumen gentium, 1). Esta unidad no está constituida «según la carne, sino en el Espíritu» (ibid.), que guía nuestros pasos. La riqueza, que proviene en la Iglesia de la multiplicidad de buenas tradiciones que los pueblos individuales poseen, es invalorable para vivificar la acción de la gracia que abre el corazón al acoger éste el anuncio del Evangelio. Son auténticos dones que expresan la variedad infinita de la acción creadora del Padre, y que confluyen en la unidad de la Iglesia para acrecentar la necesaria comunión a fin de ser semillas de salvación, preludio de paz universal y lugar concreto de diálogo”.  

“Este ser Pueblo evangelizador (cfr Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 111) hace tomar conciencia –y es el segundo aspecto- de una llamada que trasciende cualquier disponibilidad personal individual, para ser incorporada en una «compleja trama de relaciones interpersonales » (ibid., 113), que permite experimentar la profunda unidad y humanidad de la Comunidad de los creyentes. Y esto vale de un modo particular en un período como el nuestro, en el cual estamos fuertemente de cara a una cultura nueva, fruto de la tecnología, que, mientras fascina por las conquistas que ofrece, al mismo tiempo vuelve igual de evidente la falta de verdadera relación interpersonal y de interés por el otro. Pocas realidades como la Iglesia pueden jactarse de tener un conocimiento del pueblo en grado de valorizar aquel patrimonio cultural, moral y  religioso que constituye la identidad de generaciones enteras. Es importante, por lo tanto, que sepamos penetrar en el corazón de nuestra gente, para descubrir aquel sentido de Dios y de su amor que ofrece la confianza y la esperanza de mirar hacia adelante con serenidad, a pesar de las graves dificultades y la pobreza que uno se vea obligado a vivir por la avidez de unos pocos. Si todavía somos capaces de mirar en profundidad, podremos volver a hallar el genuino deseo de Dios, que vuelve inquieto el corazón de tantas personas caídas, muy a su pesar, en la brecha de la indiferencia, que ya no permite gustar de la vida ni construir serenamente el futuro propio. La alegría de la evangelización puede alcanzarlos y devolverles la fuerza para la conversión”. 

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