18/04/2021, 13.26
VATICANO
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Papa: el cristianismo es el encuentro con Jesús; no existe el cristianismo 'a distancia'

"Preocupación" por lo que está ocurriendo en el este de Ucrania y por el "aumento de la actividad militar". "Hay que evitar una escalada de tensión y hacer gestos que favorezcan la paz". "Además, hay que tener en cuenta la difícil situación humanitaria de esa población".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El cristianismo es el encuentro con la persona de Jesús. Fue lo que reiteró el Papa Francisco durante el Regina Caeli de hoy, cuando se asomó a saludar de cara a la Plaza San Pedro. Al final del encuentro, dio las gracias a Dios por este hecho: “Echo de menos la plaza cuando debo rezar el Ángelus en la biblioteca”, añadió.

Poco antes, el Papa había dicho que él seguía "con preocupación los acontecimientos en algunas zonas del este de Ucrania, donde las violaciones del alto el fuego se han multiplicado en los últimos meses y observo, con gran inquietud, un aumento de las actividades militares". Por favor, espero que se evite una escalada de tensión y que, por el contrario, se hagan gestos que promuevan la confianza mutua y fomenten la reconciliación y la paz, tan necesarias y deseadas. También debemos tener en cuenta la grave situación humanitaria en la que se encuentra esa población, a la que expreso mi cercanía y por la que los invito a rezar".

Antes del rezo de la oración mariana, Francisco se refirió al asombro de los discípulos al encontrarse con Jesús resucitado, que se une a ellos en el Cenáculo. Ante el susto, porque creen ver un fantasma, Jesús los invita a mirar sus heridas, a tocarlo y a darle de comer.

“Este pasaje evangélico se caracteriza por tres verbos muy concretos, que en cierto sentido reflejan nuestra vida personal y comunitaria: mirar, tocar y comer”, dijo Francisco. “Tres acciones que pueden dar la alegría de un verdadero encuentro con Jesús vivo. “Miren mis manos y mis pies” —dice Jesús. Mirar no es solo ver, es más, también implica intención, voluntad. Por eso es uno de los verbos del amor. La madre y el padre miran a su hijo, los enamorados se miran mutuamente; el buen médico mira atentamente al paciente... Mirar es un primer paso contra la indiferencia, contra la tentación de volver la cara ante las dificultades y sufrimientos ajenos.  Mirar: yo veo o miro a Jesús”. 

“El segundo verbo es tocar. Cuando invita a los discípulos a tocarlo, para darse cuenta de que él no es un fantasma, Jesús les muestra a ellos -y también a nosotros- que la relación con él y con nuestros hermanos no puede permanecer ‘a distancia’. El amor pide cercanía, contacto, compartir la vida. El buen samaritano no se limitó a mirar al hombre que encontró medio muerto en el camino: se agachó, curó sus heridas, lo cargó en su caballo y lo llevó a la posada. Y así ocurre con Jesús: amarlo es entrar en una comunión vital y concreta con Él".

"Y así llegamos al tercer verbo, comer, que expresa bien nuestra humanidad en su indigencia más natural, es decir, nuestra necesidad de alimentarnos para vivir. Pero cuando lo hacemos juntos, en familia o entre amigos, comer se convierte también en una expresión de amor, de comunión, de celebración... ¡Cuántas veces los Evangelios nos muestran a Jesús viviendo esta dimensión de la convivencia! Incluso como el Resucitado, con sus discípulos. Hasta el punto de que el banquete eucarístico se ha convertido en el signo emblemático de la comunidad cristiana. Comer juntos el cuerpo de Cristo, este es el centro de la comunidad cristiana".

“Hermanos y hermanas, esta página del Evangelio nos dice que Jesús no es un 'fantasma' sino una Persona viva. Ese asombro que sólo da la presencia de Dios. Ser cristiano no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es la relación viva con Él, con el Señor Resucitado: lo miramos, lo tocamos, nos alimentamos de Él y, transformados por su Amor, miramos, tocamos y alimentamos a los demás como a hermanos y hermanas".

Luego del rezo del Regina Caeli, Francisco recordó que ayer, en Italia, en la abadía de Casamari, "fueron proclamados beatos Simeón Cardón y cinco compañeros mártires, todos monjes cistercienses de esa abadía". En 1799, cuando los soldados franceses se retiraron de Nápoles y saquearon iglesias y monasterios, estos mansos discípulos de Cristo resistieron con valor heroico, incluso hasta la muerte, para defender la Eucaristía de la profanación. Que su ejemplo nos impulse a un mayor compromiso de fidelidad a Dios, que sea capaz de transformar la sociedad y hacerla más justa y fraterna".

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