06/12/2017, 13.02
VATICANO
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Papa: en Myanmar y Bangladés he alentado el diálogo y el testimonio

Recorriendo las etapas del viaje concluido en el días pasados, Francisco recuerda que en Myanmar auspició “que todas las diversas componentes de la nación, ninguna excluida, puedan cooperar” y en Bangladesh solidaridad para la ayuda a los Rohingyás y “la exigencia” que “sea siempre tutelada la libertad religiosa”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Diálogo interreligiosos con budistas y musulmanes y aliento al testimonio para los católicos han marcado el viaje que el Papa Francisco realizó en Myanmar y Bangladés, que fue también ocasión para expresar el apoyo a países que están conociendo serias dificultades. Francisco dedicó a la visita realizada en los días pasados el discurso que dirigió a las 8 mil personas presentes en el aula Pablo Vi para la audiencia general.

El Papa, en el saludo dirigido a los fieles de lengua árabe, dijo que fue “muy conmovido por el encuentro con los refugiados Rohingyás y les pedí perdón a nosotros por nuestras faltas y por nuestro silencio, pidiendo a la comunidad internacional de ayudarlos y de socorrer a todos los grupos oprimidos y perseguidos presentes en el mundo”.

En precedencia, había recordado que fue el primer Papa en ir a Myanmar. “He querido, también en este caso, expresar la cercanía de Cristo y de la Iglesia a Myanmar que es una nación que a pesar de haber sufrido mucho, se encamina hacia una nueva realidad de paz y libertad y de paz. Un pueblo en el cual la religión budista está fuertemente radicada, con  sus principios espirituales y étici, y allí la comunidad cristiana es un pequeño fermento del Reino de Dios”.

En el curso de la primera misa celebrada en el país, prosiguió: “el Evangelio de aquel día recordó que las persecuciones a causa de la fe en Jesús son normales para sus discípulos, como ocasión de testimonio, pero ‘ni siquiera un cabello se perderá’ Cfr, Lc 21,12-19). La segunda misa, último acto de la visita en Myanmar, fue dedicada a los jóvenes: un signo de esperanza y un regalo especial de la Virgen María, en la catedral que lleva su nombre. En los rostros de aquellos jóvenes, llenos de alegría, vi el futuro de Asia: un futuro que será no de quien construye armas, sino de quien siembra fraternidad. Y siempre en signo de esperanza bendije las primeras piedras fundamentales de 16 futuras iglesias, del seminario y de la nunciatura”.

“Además de la Comunidad católica, me pude encontrar con las autoridades de Myanmar, alentando los esfuerzos de pacificación del país y deseando que todas las diversas componentes de la nación, ninguna excluida, puedan cooperar en tal proceso en el respeto recíproco. En este espíritu, he querido encontrarme con los representantes de las diversas comunidades presentes en el país. En particular al Supremo consejo de los monjes budistas, les manifesté la estima de la Iglesia por su antigua tradición espiritual y la confianza que cristianos y budistas puedan juntos ayudar a las personas a amar a dios y al prójimo, rechazando todo tipo de violencia y oponiéndose al mal con el bien”.

En Bangladés, “a las autoridades del país recordé que la Santa Sede apoyó desde el inicio la voluntad del pueblo bengalí de constituirse como nación independiente, como también la exigencia que esa pueda ser siempre tutelada la libertad religiosa. En particular, quise expresar solidaridad con Bangladés en su compromiso de socorrer a los prófugos Rohingyás llegados en masa a su territorio, donde la densidad de población es ya una de las más altas del mundo”.

“La misa celebrada en un histórico parque de Daca fue enriquecida por la ordenación de 16 sacerdotes y esto ha sido uno de los eventos más significativos y alegres del viaje. De hecho, ya sea en Bangladés como también en Myanmar y en los países del sudeste asiático, gracias a Dios las vocaciones no faltan, signo de comunidades vivas, donde resuena la voz del señor que llama a seguirlo”.

“En Daca hemos vivido un fuerte momento de diálogo interreligioso y ecuménico, que me ha dado la posibilidad de subrayar la importancia de la apertura del corazón como base de la cultura del encuentro, de la armonía y de la paz. Además visité la Casa Madre Teresa”, donde la santa alojaba cuando se encontraba en esa ciudad y que recibe a muchos huérfanos y personas discapacitadas. Allá, según su carisma, las religiosas viven cada día la oración de adoración y el servicio a Cristo pobre y sufriente. El último evento fue con los jóvenes bengalíes, rico de testimonios, cantos y danzas. Una fiesta que manifestó la alegría del Evangelio acogido por aquella cultura; una alegría fecundada por los sacrificios de tantos misioneros, de tantos catequistas y padres cristianos. En el encuentro estaban presentes también jóvenes musulmanes y de otras religiones: un signo de esperanza para Bangladés, para Asia y para el mundo entero”.

En los saludos a los diversos grupos lingüísticos agradeció a los polacos por el árbol de Navidad donado para la plaza de San Pedro. Al final, un saludo al “grupo de los prófugos siro-iraquíes residentes en Italia” ya los curas y laicos “provenientes de Myanmar y de Bangladés, que están aquí presentes para restituir mi reciente visita a sus países de origen”.

 

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