24/01/2018, 13.48
VATICANO
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Papa: es inaceptable que alguien sea perseguido a causa de la fe

Al recibir a un representación de la comunidad yazidí de Alemania, Francisco habló de las “indecibles violaciones de los derechos fundamentales de la persona humana: raptos, esclavitud, conversiones forzadas, asesinatos”, sufridas en Siria e Irak. El recuerdo de los viajes a Chile y Perú. Nuevo llamamiento por el Congo. 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “¡Es inaceptable que los seres humanos sean perseguidos y asesinados a causa de su pertenencia religiosa! Cada persona tiene derecho a profesar, libremente y sin constricciones, su propio credo religioso”. Ha vuelto a repetirlo hoy el Papa Francisco que, antes de la audiencia general en la cual evocó las etapas el viaje a Chile y Perú, se reunió, en un pequeño salón adjunto al Aula Pablo VI, con una delegación de la comunidad yazidí de Alemania.   

Y al término de la audiencia general, al final, hizo un nuevo llamamiento por el Congo. “Lamentablemente –fueron sus palabras- continúan llegando noticias preocupantes de la República Democrática del Congo. Por lo tanto, renuevo mi llamado a que todos se comprometan a evitar cualquier forma de violencia. Por su parte, la Iglesia no quiere otra cosa que contribuir a la paz y al bien común de la sociedad”.

Francisco habló de la comunidad yazidí, refiriéndose en particular a cuanto viven en Itrak y en Siria. “Mi pensamiento solidario y orante se dirige a las víctimas inocentes de tan insensata e inhumana barbarie”.

“Vuestra historia, rica en espiritualidad y cultura –prosiguió-, lamentablemente ha quedado marcada por las indecibles violaciones de los derechos fundamentales de la persona humana: raptos, esclavitud, torturas, conversiones forzadas, asesinatos. Vuestros santuarios y lugares de culto han sido destruidos. Los más afortunados entre vosotros pudieron huir, pero dejando atrás todo lo que tenían, incluso las cosas más queridas y sagradas”.

“En muchas partes del mundo aún hay minorías religiosas y étnicas, entre ellas, los cristianos, que son perseguidas a causa de la fe. La Santa Sede no se cansa de intervenir para denunciar estas situaciones, reclamando reconocimiento, protección y respeto. Al mismo tiempo, exhorta al diálogo y a la reconciliación, para sanar cualquier herida que hubiere. Frente a la tragedia que se está perpetrando en perjuicio de vuestra comunidad, se comprende, como dice el Evangelio, que a partir del corazón del hombre pueden desencadenarse las fuerzas más oscuras, capaces de llegar a planificar la aniquilación del hermano, de considerarlo un enemigo, un adversario, o incluso un individuo privado de la misma dignidad humana. Una vez más, alzo mi voz en favor de los derechos de los yazidíes, ante todo, por el derecho a existir como comunidad religiosa:

Nadie puede atribuirse el poder de eliminar un grupo religioso porque no forma parte de aquellos considerados “tolerados”.

“Pienso también en los miembros de vuestra comunidad que aún están en manos de los terroristas: deseo fervientemente que se haga todo lo posible para salvarlos; así también como para encontrar a quienes están desaparecidos, y para identificar y dar digna sepultura a cuantos fueron asesinados. La Comunidad internacional no puede permanecer como una espectadora muda e inerte frente a nuestro drama. Por tanto, aliento, a las instituciones y a las personas de buena voluntad pertenecientes a otras comunidades para que contribuyan a la reconstrucción de nuestras casas y de vuestros lugares de culto. Que no se omitan esfuerzos concretos tendientes a crear las condiciones idóneas para el retorno de los refugiados a sus hogares, y a preservar la identidad de la comunidad yazidí”.   

Con las 15.000 personas presentes en la plaza San Pedro para la audiencia general, Francisco recorrió las etapas del viaje que acaba de realizar. “Mi llegada a Chile –dijo, entre otras cosas- estuvo precedida por diversas manifestaciones de protesta, por varios motivos. Y esto tornó más actual y vivo el lema de mi visita: «Mi paz os doy». Son las palabras que Jesús dirige a sus discípulos, y que repetimos en cada Misa: el don de la paz, que sólo Jesús muerto y resucitado puede dar a quien se encomienda a él. En el encuentro con las autoridades políticas y civiles del país, he alentado a seguir el camino de la democracia chilena, como espacio de encuentro solidario y capaz de incluir las diversidades; para este objetivo, he indicado, como método, el camino de la escucha: en particular, la escucha de los pobres, de los jóvenes y de los ancianos, de los inmigrantes y también la escucha de la tierra”.

“Con los sacerdotes y consagrados, y con los obispos de Chile he vivido encuentros muy intensos, que se han vuelto aún más fecundos por el sufrimiento compartido por algunas heridas que afligen a la Iglesia en ese país. En particular, he confirmado a mis hermanos en un rechazo a cualquier compromiso con los abusos sexuales perpetrados sobre menores, y al mismo tiempo en la confianza en Dios, que a través de esta dura prueba purifica y renueva a sus ministros”.  

Recordando luego la visita a la cárcel femenina de Santiago, ha afirmado la necesidad de prever la reinserción de los reclusos, “como horizonte que da sentido a la pena cotidiana”.

En la misa celebrada en Araucanía, “la tierra donde habitan los indios Mapuches, ha transformado los dramas y las fatigas de este pueblo en alegría, lanzando un llamado a la paz que sea una armonía de las diversidades, y para el repudio de cualquier violencia”. El de Iquique fue “un himno al encuentro entre los pueblos, que se expresa de manera singular en la religiosidad popular”.  

“En Perú, el lema de la visita ha sido: “Unidos por la esperanza”. Unidos, no es una formalidad estéril, sino por toda la riqueza de las diferencias que heredamos de la historia y de la cultura. Lo ha testimoniado emblemáticamente el encuentro con los pueblos de la Amazonia peruana, que también dio inicio al camino del Sínodo pan-amazónico, convocado para octubre de 2019, tal como lo han testimoniado también los momentos vividos con la población de Puerto Maldonado y con los niños del Hogar ‘El Principito’. Juntos, hemos dicho ‘no’ a la colonización económica e ideológica”.  

“Al hablar a las Autoridades políticas y civiles del Perú, me he centrado en las dos realidades que lo amenazan más gravemente: la degradación ecológica-social y la corrupción”. Corrupción, agregó, improvisando, “que también existe acá”, “es más peligrosa que la gripe” y a la cual se debe decir no.

“La primera Misa publica en Perú la celebré a orillas del océano, en la ciudad de Trujillo, donde el año pasado, la tempestad del ‘Niño costero’ azotó duramente a la población. Por eso la he alentado a reaccionar a ésta, pero también a otras tempestades como la mala vida, la falta de educación, de trabajo, y de viviendas seguras. En Trujillo también me he reunido con sacerdotes y consagrados del norte de Perú, y compartí con ellos la alegría de la llamada y de la misión, y la responsabilidad de la comunión en la Iglesia”.

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