10/03/2017, 14.32
VATICANO
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Papa: la respuesta a la crisis de las vocaciones está en la oración y no en “el celibato opcional”

En una larga entrevista publicada en el semanario alemán Die Zeit, Francisco, que se define a sí mismo como “un pecador” y “falible” habla de los “viri probati”, de la “guerra mundial combatida por partes”, de las críticas y manifiestos, y de los populismos en Europa.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La India, Bangladesh, Colombia, Fátima, y en estudio, Egipto. Son los próximos viajes del Papa, que querría ir a Sudán del Sur, pero no cree que sea posible. Y tampoco podrá ir a Rusia, porque en ese caso también tendría que viajar a Ucrania.  Estaban programados viajes a las dos repúblicas del Congo, pero con Kabila no cree que pueda ir. Es el mismo Francisco quien lo cuenta en una larga entrevista publicada en el semanario alemán Die Zeit.

La crisis de las vocaciones, los “viri probati”, “la guerra mundial combatida por partes”, las críticas y manifiestos, los populismos son los principales temas acerca de los cuales ha hablado Francisco que, entre otras cosas, se define  a sí mismo como “un pecador” y “falible”.  

La crisis de las vocaciones “es un problema grande” y “grave”. Donde no hay sacerdotes falta la Eucaristía y “una Iglesia sin la Eucaristía no tiene fuerza: la Iglesia hace la Eucaristía, pero la Eucaristía hace a la Iglesia”. Si faltan vocaciones sacerdotales es porque falta la oración. “El Señor nos ha dicho: recen. Es esto lo que falta, la oración. Y falta el trabajo con los jóvenes que buscan una orientación”. Un trabajo “difícil”, pero “necesario”, porque “lo piden los jóvenes”. De todas maneras, el “celibato opcional”, es decir, dejado como una opción libre, “no es la solución”. En cuanto a la cuestión de los “viri probati” – hombres casados, con una fe probada, a quienes confiar algunas funciones sacerdotales para hacer frente a la escasez de vocaciones- “Debemos reflexionar si los viri probati pueden ser una posibilidad, y también debemos establecer qué tareas podrían asumir, por ejemplo, en comunidades que están aisladas”.

Hablando de sí mismo, Francisco afirma: “No digo que sea un pobre diablo, pro soy una persona normal, que hace lo que puede. Así es como me siento”. “Soy un pecador, soy falible, y no debemos olvidar que la idealización de las personas es una forma de agresión. Cuando soy idealizado me siento agredido” porque la idealización no le permite a una persona “ser un pecador falible”. Y ante la pregunta de si le hacen mal los ataques que provienen del Vaticano. “No”, responde Francisco: “Desde el momento en que fui elegido Papa no he perdido la paz. Entiendo que puede que a alguno no le guste mi manera de actuar, pero lo justifico, hay tantos modos de pensar, es legítimo y también es humano, es una riqueza”. Y sobre los manifiestos en dialecto romano que lo acusaban de no ser misericordioso, dice que el romanesco usado “era bellísimo”: sin embargo, esto “no lo escribió alguien de la calle”, sino una persona culta.  Y no ha apreciado la portada falsa del Osservatore Romano dedicada a las “dubia” (dudas) que le han dirigido cuatro cardenales.

En cuanto al caso de la Orden de Malta él explica que había problemas que el cardenal Burke “quizás no fue capaz de manejar, porque él no fue el único protagonista”. Por eso nombró a un delegado capaz de dar un ordenamiento a las cosas, una persona “con un carisma que el cardenal Burke no tiene”. Pero el cardenal, afirma, siempre seguirá siendo el encargado de la Orden.

El Papa vuelve a hablar acerca de la “tercera guerra mundial combatida por partes”: basta pensar en África, en Ucrania, en Asia, en el drama en Irak, “en la pobre gente que es expulsada”. Es una guerra que “se hace con las armas modernas, y hay toda una estructura de fabricantes de armas que colabora con esto”.

Le preocupan, asimismo, los populismos de hoy en día, al menos por lo que puede verse en Europa: detrás de esto, sostiene, siempre hay “un mesianismo: siempre. Y también una justificación”, la de preservar la identidad de un pueblo. En cambio, los grandes políticos de la posguerra del viejo continente “han imaginado la unidad europea”, “algo que no es populista” sino “una hermandad de toda Europa, desde el Atlántico a los Urales. Y estos son los grandes líderes –los grandes líderes- que son capaces de llevar adelante el bien del país sin ponerse a sí mismos como centro. Sin ser mesías: el populismo es algo malo, y al final termina mal, tal como nos muestra el siglo pasado”.

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