20/11/2015, 00.00
VATICANO
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Papa: los sacerdotes, tomados "entre los hombres", para servirles y vivir entre ellos con "mirada amorosa"

La familia fundamental "centro de la pastoral vocacional". "No son filántropos o funcionarios, sino padres y hermanos. Proximidad, entrañas de misericordia, mirada amorosa: con este testimonio de vida podemos evangelizar". La importancia de la atención al discernimiento vocacional: "cuando me doy cuenta de que un joven es demasiado rígido, demasiado fundamentalista, no me fío".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Los sacerdotes no descienden de lo alto, sino que son "llamados por Dios", lo que los toma "de entre los hombres", para constituirlos "en favor de los hombres", entre los cuales debemos vivir y hacia los cuales tienen "la proximidad, las entrañas de misericordia, mirada amorosa". "Algunas reflexiones" en la "relación entre" los sacerdotes y otras personas "fueron expresadas por el Papa en la audiencia dado hoy a los participantes en la conferencia organizada por la Congregación para el Clero, con motivo del 50 aniversario de los Decretos conciliares "Optatam totius" y "Presbyterorum ordinis", que termina hoy en la Pontificia Universidad Urbaniana.

"No se trata - dijo Francisco – de una" reconstrucción histórica". Estos dos decretos son una semilla, que el Consejo ha lanzado en la vida de la Iglesia; durante estas cinco décadas han crecido, se han convertido en una planta vigorosa, por supuesto con algunas hojas secas, pero sobre todo con tantas flores y frutos que adornan la iglesia de hoy. Volviendo sobre el camino recorrido, este Congreso ha demostrado que estas frutas y ha constituido una reflexión eclesial apropiada sobre el trabajo que queda por hacer en esta área tan vital para la Iglesia. “Optatam totius” y “Presbyterorum ordinis” fueron mencionados juntos, como las dos mitades de una misma realidad: la formación de los sacerdotes, que distinguimos en inicial y permanente, pero que representa para ellos una experiencia única de discipulado".

"Dado que la vocación al sacerdocio es un don que Dios da a algunos para el bien de todos, permítanme compartir con ustedes algunas reflexiones, a partir de la relación entre sacerdotes y otros, siguiendo el no. 3 de “Presbyterorum ordinis”, que es como un pequeño compendio de la teología del sacerdocio, de la Carta a los Hebreos: "Los sacerdotes se han tomado de entre los hombres y de hecho a favor de los hombres en las cosas que pertenecen a Dios, de una oferta de dones y sacrificios por el perdón de los pecados, viven en la tierra con otros hombres como hermanos entre hermanos". Tengan en cuenta estos tres momentos: 'tomado de entre los hombres”, ‘’hecho en favor de los hombres', presentes 'en medio de otros hombres'”.

"El sacerdote es un hombre nacido en un cierto contexto humano; allí comenzó el aprendizaje de los valores, la absorción de la espiritualidad de la gente, te acostumbras a los informes. Incluso los sacerdotes tienen una historia, no son “hongos” que aparecen de repente en la catedral en el día de su ordenación. Es importante que los formadores y los mismos sacerdotes recuerden esto y sepan cómo tomar en cuenta esta historia personal a lo largo del camino de formación. Ella tiene que ser personalizada, ya que es la persona concreta la llamada al discipulado y el sacerdocio, teniendo en cuenta que cada caso es sólo Cristo el Maestro a seguir y al cual configurarse. Me gusta recordar a este respecto aquel fundamental ‘centro de la atención pastoral vocacional’ que es la familia, la iglesia doméstica y el primer y fundamental lugar de la formación humana, que puede germinar en los jóvenes el deseo de una vida concebida como una vocación, para ir con el compromiso y la generosidad. En familia y en todas las demás comunidades - escuela, parroquia, asociaciones, grupos de amigos - aprendemos a estar en relación con la gente concreta, que hacemos modelar de la relación con ellos, y nos convertimos en lo que somos, gracias a ellos".

"Un buen sacerdote, por lo tanto, es ante todo un hombre con su propia humanidad, que conoce su propia historia, con sus riquezas y sus heridas, y ha aprendido a hacer las paces con él, llegando a la serenidad de fondo, es un discípulo del Señor. Por lo tanto, la formación humana es una necesidad para los sacerdotes, para que no aprendan a ser dominados por sus límites, sino que puedan aprovechar sus talentos. Un sacerdote es un hombre en paz que extenderá la serenidad a su alrededor, incluso en los momentos fatigosos, transmitiendo la belleza de la relación con el Señor. No es normal en lugar que un sacerdote esté a menudo triste, nervioso o con problemas de carácter; no va bien y no es bueno, ni para el sacerdote, ni para su pueblo. Nosotros, los sacerdotes somos los apóstoles de la alegría, proclamamos el Evangelio, que es la "buena noticia" por la excelencia; ciertamente no da fuerza el Evangelio, pero podemos ayudar o dificultar el encuentro entre el Evangelio y las personas. Nuestra humanidad es la "olla de barro" en el que guardamos el tesoro de Dios, un recipiente en el que debemos cuidar para transmitir así su precioso contenido”.

"Un sacerdote no puede perder sus raíces, sigue siendo un hombre del pueblo y de la cultura que lo ha generado; nuestras raíces nos ayudan a recordar quienes somos y donde Cristo nos ha llamado. Nosotros sacerdotes no caemos desde arriba, sino que somos llamados por Dios, de 'entre los hombres’, para constituirnos 'en favor de los hombres'. Este es el segundo paso. Aquí está un punto clave de la vida y el ministerio de los sacerdotes. Respondiendo al llamado de Dios, se convierte en sacerdotes para servir a nuestros hermanos y hermanas. Las imágenes de Cristo que tomamos como referencia para el ministerio de los sacerdotes son claras: Él es el 'Sumo Sacerdote', tan cerca de Dios y cerca de los hombres; es el "Siervo", que lava los pies y se hace prójimo de los más débiles; Es el "Buen Pastor", que siempre tiene como objetivo el cuidado del rebaño".

"Son las tres imágenes que tenemos que buscar, pensando en el ministerio de los sacerdotes, enviados para servir a los hombres, para hacerles llegar la misericordia de Dios, proclamar su Palabra de vida. No somos sacerdotes para nosotros y  nuestra santificación está estrechamente ligada a la de nuestro pueblo, nuestra unción a su unción. Conocer y recordar ser "hechos para el pueblo", ayuda a los sacerdotes que no piensan en sí, para ser autorizados y no autoritarios, firmes pero no duros, alegres pero no superficiales, en suma, pastores, no funcionarios. El pueblo de Dios y toda la humanidad son beneficiarios de la misión de los sacerdotes, hacia la cual tiende que todo el trabajo de formación. El ser humano, el intelectual y el flujo espiritual naturalmente en ese ministerio, proporcionan herramientas y la virtud y disposiciones personales. Cuando todo esto armoniza y se mezcla con un auténtico celo misionero, a lo largo del camino de toda la vida, el sacerdote puede cumplir la misión confiada por Cristo a su Iglesia".

“En concreto, lo que del pueblo nació, con el pueblo debe permanecer; el cura está siempre “en medio de los hombres”, no es un profesional de pastoral o de la evangelización, que llega y hace lo que debe- quizás bien, pero como si fuese una profesión- y luego se va a hacer su vida aparte. Uno se vuelve cura estando en medio de la gente. El bien que los curas pueden hacer, nace sobre todo de su cercanía y de un tierno amor por las personas. No son filántropos o funcionarios, sino padres y hermanos. Cercanía, vísceras de misericordia, mirada amorosa: con este testimonio de vida podemos evangelizar, hacer experimentar la belleza de una vida vivida según el Evangelio y el amor de Dios que se hace concreto también a través de sus ministros. Un buen examen de conciencia para un cura es también este; si el Señor  volviese hoy, ¿dónde me encontraría? “Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6,21). Y, mi corazón ¿dónde está? En medio de la gente, rezando con y para la gente, involucrado con sus alegrías y sufrimientos o ¿más bien en medio a las cosas del mundo, a los negocios terrenos, dentro de mis “espacios” privados? La respuesta a esta pregunta puede ayudar a cada cura a orientar su vida y su ministerio delante y hacia Dios, el Señor”.

“El Concilio dejó a la Iglesia “perlas preciosas”. Como el mercante del Evangelio de Mateo (13,45), hoy vamos a la búsqueda de ellas, para sacar un nuevo empuje y nuevos instrumentos para la misión que el Señor nos confía. Confío que los frutos de este Convenio- con tantos notables relatores, provenientes de regiones y culturas diversas- podrá ser ofrecido a la Iglesia como útil actualización de las enseñanzas del Concilio, trayendo una contribución a la formación de los sacerdotes, aquellos que están y aquellos que el Señor querrá donarnos, porque, configurados siempre a Él, sean buenos curas según su corazón”.

Hablando libremente, al final Francisco continuó: “Una cosa que quisiera agregar al texto- ¡discúlpenme!- es el discernimiento vocacional, la admisión al seminario. Buscar la salud de aquel muchacho, salud espiritual, salud material, física, psíquica. Una vez, apenas fui nombrado maestro de novicios, año 1972, fui a llevar a la psicóloga los resultados de los test de personalidad, un test simple que se hacía como uno de los elementos del discernimiento. Era una buena mujer y también una buena médica. Me decía. “Este tiene este problema pero puede ir adelante si va así…” Era también una buena cristiana, pero en algunos casos era inflexible: “Este no puede”- “Pero, doctora es tan bueno este muchacho”. “Ahora es bueno, pero sepa que hay jóvenes que saben inconscientemente, no son conscientes, pero sienten inconscientemente que están psíquicamente enfermos y buscan para sus vidas estructuras fuertes que los defiendan, así para seguir adelante. Y van bien, hasta el momento en que se sienten fuertes y bien establecidos y allí inician los problemas”- “Me parece un poco extraño…” Y la respuesta no me la olvido más, la misma del Señor a Ezequiel: “Padre, Ud. nunca pensó ¿por qué hay tantos policías torturadores? Entran jóvenes, parecen sanos pero cuando se sienten seguros, la enfermedad comienza a salir. Estas son las instituciones fuertes que buscan estos enfermos inconscientes: la policía, el ejército, el clero…Y luego tantas enfermedades que todos nosotros conocemos que surgen”. Es curioso. Cuando me doy cuenta que un joven es demasiado rígido, demasiado fundamentalista, yo no tengo confianza; detrás hay algo que él mismo no sabe. Pero cuando se siente seguro… Ezequiel 16, me recuerdo el versículo, que es cuando el Señor dice a su pueblo todo lo que ha hecho por el: lo encontró apenas nacido y luego lo vistió, lo desposó…”Y, luego cuando tú te sentiste segura, te prostituiste”. Es una regla, una regla de vida. Ojos abiertos sobre la misión en los seminarios. Ojos abiertos”.

“Confío-concluyó- que el fruto de este Convenio- con tantos notables oradores y relatores, provenientes de regiones y culturas diversas- podrá ofrecer a la Iglesia como útil actualización de las enseñanzas del Concilio, llevando una contribución a la formación de los sacerdotes, aquellos que ya son y aquellos que el señor querrá donarnos, para que, configurados siempre a Él, sean buenos sacerdotes según el corazón del Señor, ¡no funcionarios! Y, gracias por la paciencia.

 

 

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