01/10/2019, 19.29
VATICANO
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Papa: mes misionero, entregarse uno mismo, ya que 'Si no está en salida, no es Iglesia'

Francisco celebró las Vísperas y la Vigilia Misionera. "Nos convertimos en misioneros testimoniando con nuestra vida que conocemos a Jesús. Testigo es la palabra clave, una palabra que tiene la misma raíz de significado que mártir. Y los mártires son los primeros testigos de la fe: no con palabras, sino con la vida. Saben que la fe no es propaganda o proselitismo, es un respetuoso don de vida".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - En el mes misionero extraordinario, que comienza hoy, se nos invita a "ser activos en el bien", a vivir como testigos, a "salir" de nosotros mismos, a "que te entregues allí donde estás, así como estás, con quien está a tu lado; a que no vivas pasivamente la vida, sino que la entregues". La Basílica de San Pedro estuvo colmada de sacerdotes, religiosos y laicos, hombres y mujeres unidos por su ser misioneros, porque "si no está en salida no es Iglesia". Participaron en la celebración de las Vísperas y en la Vigilia Misionera, presidida por el Papa Francisco. Un coro africano y testimonios de Mongolia, de la República Centroafricana y de Papúa Nueva Guinea.

"Este Mes misionero extraordinario – dijo el Papa - quiere ser una sacudida que nos impulse a ser activos en el bien. No notarios de la fe y guardianes de la gracia, sino misioneros".

"Uno se convierte en misionero al dar testimonio con la vida de conocer a Jesús. Testigo es la palabra clave, una palabra que tiene la misma raíz de significado que mártir. Y los mártires son los primeros testigos de la fe: no con palabras, sino con la vida. Saben que la fe no es propaganda o proselitismo, es un respetuoso don de vida. Viven transmitiendo paz y alegría, amando a todos, incluso a los enemigos, por amor a Jesús. Nosotros, que hemos descubierto que somos hijos del Padre celestial, ¿cómo podemos callar la alegría de ser amados, la certeza de ser siempre valiosos a los ojos de Dios? Es el anuncio que tanta gente espera. Y esa es nuestra responsabilidad. Preguntémonos en este mes: ¿cómo es mi testimonio?”.

Comentando la parábola de los talentos, Francisco subrayó que " Al final de la parábola el Señor llama «bueno y fiel» al que ha sido emprendedor; en cambio, «malvado y holgazán» al siervo que ha estado a la defensiva (cf. vv. 21.23.26). ¿Por qué Dios es tan severo con el siervo que tuvo miedo? ¿Qué mal ha hecho? Su mal es no haber hecho el bien, ha pecado de omisión. Y este puede ser el pecado de toda una vida, porque la hemos recibido no para enterrarla, sino para ponerla en juego; no para conservarla, sino para darla. Quien está con Jesús sabe que se tiene lo que se da, se posee lo que se entrega; y el secreto para poseer la vida es entregarla. Vivir de omisiones es renegar de nuestra vocación: la omisión es contraria a la misión. Pecamos de omisión, es decir, contra la misión, cuando, en vez de transmitir la alegría, nos cerramos en un triste victimismo, pensando que ninguno nos ama y nos comprende. Pecamos contra la misión cuando cedemos a la resignación: “No puedo, no soy capaz”. ¿Pero cómo? ¿Dios te ha dado unos talentos y tú te crees tan pobre que no puedes enriquecer a nadie? Pecamos contra la misión cuando, quejumbrosos, seguimos diciendo que todo va mal, en el mundo y en la Iglesia. Pecamos contra la misión cuando somos esclavos de los miedos que inmovilizan y nos dejamos paralizar del “siempre se ha hecho así”. Y pecamos contra la misión cuando vivimos la vida como un peso y no como un don; cuando en el centro estamos nosotros con nuestros problemas, y no nuestros hermanos y hermanas que esperan ser amados”.

“«Dios ama al que da con alegría» (2 Co 9,7). Ama una Iglesia en salida. Si no está en salida no es Iglesia. Una Iglesia en salida, misionera, es una Iglesia que no pierde el tiempo en llorar por las cosas que no funcionan, por los fieles que ya no tiene, por los valores de antaño que ya no están. Una Iglesia que no busca oasis protegidos para estar tranquila; sino que sólo desea ser sal de la tierra y fermento para el mundo. Sabe que esta es su fuerza, la misma de Jesús: no la relevancia social o institucional, sino el amor humilde y gratuito”.

“Hoy entramos en el octubre misionero acompañados por tres “siervos” que han dado mucho fruto. Nos muestra el camino santa Teresa del Niño Jesús, que hizo de la oración el combustible de la acción misionera en el mundo. Este es también el mes del Rosario: ¿Cuánto rezamos por la propagación del Evangelio, para convertirnos de la omisión a la misión? Luego está san Francisco Javier, quizá después de san Pablo el más grande misionero de la historia. También él nos remueve: ¿Salimos de nuestros caparazones, somos capaces de dejar nuestras comodidades por el Evangelio? Y está la venerable Paulina Jaricot, una trabajadora que sostuvo las misiones con su labor cotidiana: con el dinero que aportaba de su salario, estuvo en los inicios de las Obras Misionales Pontificias. Y nosotros, ¿hacemos que cada día sea un don para superar la fractura entre el Evangelio y la vida? Por favor, no vivamos una fe “de sacristía”.

Nos acompañan una religiosa, un sacerdote y una laica. Nos dicen que nadie está excluido de la misión de la Iglesia. Sí, en este mes el Señor te llama también a ti. Te llama a ti, padre y madre de familia; a ti, joven que sueñas cosas grandes; a ti, que trabajas en una fábrica, en un negocio, en un banco, en un restaurante; a ti, que estás sin trabajo; a ti, que estás en la cama de un hospital… El Señor te pide que te entregues allí donde estás, así como estás, con quien está a tu lado; que no vivas pasivamente la vida, sino que la entregues; que no te compadezcas a ti mismo, sino que te dejes interpelar por las lágrimas del que sufre. Ánimo, el Señor espera mucho de ti. Espera también que alguien tenga la valentía de partir, de ir allí donde se necesita más esperanza y dignidad, ad gentes, allí donde tanta gente vive todavía sin la alegría del Evangelio. Ve, el Señor no te dejará solo; dando testimonio, descubrirás que el Espíritu Santo llegó antes de ti para prepararte el camino. Ánimo, hermanos y hermanas; ánimo, Madre Iglesia: ¡Vuelve a encontrar tu fecundidad en la alegría de la misión!”

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