31/03/2021, 13.14
VATICANO
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Papa: no olviden a todos los crucificados de hoy, víctimas de guerras, dictaduras y abortos

Los días del Triduo Pascual, que comienza mañana, fueron el tema de la catequesis de Francisco en la audiencia general. Recordando que Jesús dijo: "Hay dos señores en el mundo, dos: Dios y el dinero", Francisco afirmó que "el que sirve al dinero está contra Dios". "Hay  hombres y mujeres cristianos que han sido 'pagados' para que no reconozcan en la práctica la Resurrección de Cristo".

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "No olviden a los muchos, demasiados crucificados de hoy", advirtió el Papa Francisco al hablar del Viernes Santo, cuando "adorando la Cruz revivamos el camino del Cordero inocente sacrificado por nuestra salvación". “Llevaremos en la mente y en el corazón los sufrimientos de los enfermos, los pobres, los descartados de este mundo; recordaremos a los 'corderos sacrificados', víctimas inocentes de las guerras, las dictaduras, las violencias cotidianas, los abortos ... ”.

Los días del Triduo Pascual que comienza mañana fueron el tema de la catequesis de Francisco en la audiencia general de hoy, que se sigue realizando en la biblioteca privada. Hablando de manera espontánea, el Papa recordó la frase de Jesús "Hay dos señores en el mundo, dos: Dios y el dinero", y dijo "El que sirve al dinero está contra Dios". Después se refirió a los guardias que custodiaban la tumba: ellos vieron al Resucitado pero “fingieron no haberlo visto. ¿Por qué? Porque les habían pagado". “En este caso - continuó - el dinero hizo cambiar la realidad. Habían visto la maravilla de la Resurrección, pero les pagaron para que callaran. Pensemos cuántas veces los hombres y mujeres cristianos han sido 'pagados' para que no reconozcan la Resurrección de Cristo en los hechos concreto, y no hacen lo que Cristo nos ha pedido que hagamos como cristianos”.

En estos días, había dicho al comienzo, "viviremos los días centrales del año litúrgico, celebrando el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor".

La noche del Jueves Santo, recordó, es la noche "en la que Cristo dejó a sus discípulos el testamento de su amor en la Eucaristía, pero no como recuerdo, sino como memorial, como su presencia perenne". Cada vez que se celebra la Eucaristía, se renueva este misterio". “Cuando vamos a misa, no solo vamos a rezar, vamos a renovar, a hacer que ocurra de nuevo este misterio pascual. Es importante no olvidarlo: es como si fuéramos al Calvario”. “En este Sacramento, Jesús ha sustituido a la víctima del sacrificio por Él mismo: su Cuerpo y su Sangre nos dan la salvación de la esclavitud del pecado y de la muerte. Es la noche en la que nos pide que nos amemos haciéndonos servidores los unos de los otros, como Él hizo cuando lavó los los pies a los discípulos. Ese gesto anticipa la oblación sangrienta en la cruz. Y efectivamente el Maestro y Señor morirá al día siguiente para dejar limpios no los pies, sino el corazón y la vida entera de sus discípulos ”.

“El Viernes Santo es un día de penitencia, ayuno y oración ”. “Estaremos como reunidos en el Calvario para conmemorar la Pasión y la Muerte redentora de Jesucristo”. “Ante la imagen del Dios crucificado traeremos, en la oración, a los muchos, demasiados crucificados de hoy, que solo de Él pueden recibir el consuelo y el sentido de sus sufrimientos. Los crucificados de hoy son muchos”.

"Desde que Jesús cargó sobre sí las llagas de la humanidad y la misma muerte, el amor de Dios ha regado estos desiertos nuestros, ha iluminado estas tiniebles nuestras. El mundo también está en tinieblas. Pensemos en todas las guerras que se están librando en este momento, en todos los niños que mueren de hambre, que no tienen educación, en  los pueblos enteros destruidos por las guerras, por el terrorismo, y en tanta, tanta gente que, para sentirse un poco mejor, necesita la industria de la droga que mata. Es una calamidad, es un desierto. Todavía quedan en el mundo pequeñas islas que conservan el deso de ser mejores, pero reconozcamos la verdad: en este calvario de muerte es Jesús el que está sufriendo, junto a sus discípulos”.

"El Sábado Santo es el día del silencio, que los primeros discípulos vivieron con llanto y desconcierto, conmocionados por la ignominiosa muerte de Jesús. Mientras la Palabra calla, mientras la Vida está en el sepulcro, los que habían esperado en Él son sometidos a una dura prueba, se sienten huérfanos, probablemente también huérfanos de Dios Este sábado es también el día de María: ella también lo vive llorando, pero su corazón está lleno de fe, lleno de esperanza, lleno de amor. La Madre había seguido a su Hijo por la vía dolorosa y había permanecido al pie de la cruz, con el alma traspasada. Pero cuando todo parece haber terminado, ella vela, vela mientras espera, custodiando la esperanza en la promesa de Dios que resucita a los muertos. Así, en la hora más oscura del mundo, se convirtió en Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia y signo de esperanza. Su testimonio y su intercesión nos sostienen cuando el peso de la cruz se vuelve demasiado pesado para nosotros”.

“En las tinieblas del Sábado Santo irrumpirá la alegría y la luz con los ritos de la Vigilia Pascual y el canto festivo del Aleluya. Será el encuentro en la fe con Cristo resucitado y la alegría pascual se prolongará durante los cincuenta días siguientes. ¡El que fue crucificado ha resucitado! Todas las preguntas e incertidumbres, las dudas y los miedos se disipan con esta revelación. El Resucitado nos da la certeza de que el bien siempre triunfa sobre el mal, que la vida siempre vence a la muerte y que nuestro destino no es descender cada vez más bajo, de tristeza en tristeza, sino elevarnos a las alturas. El Resucitado es la confirmación de que Jesús tiene razón en todo: cuando nos promete la vida más allá de la muerte y el perdón más allá de los pecados”.

“Este año también - dijo por último - viviremos las celebraciones de Pascua en el contexto de la pandemia. En muchas situaciones de sufrimiento, sobre todo cuando las padecen personas, familias y poblaciones ya afligidas por la pobreza, la calamidad o el conflicto, la Cruz de Cristo es como un faro que señala el puerto a los barcos que todavía están en alta mar en medio de la tempestad. Es el signo de la esperanza que no defrauda; y nos dice que ni una sola lágrima, ni un solo gemido se pierden en el plan de salvación de Dios. Pedimos al Señor que nos dé la gracia de servirle, de reconocer a este Señor, y de no permitir que nos paguen para olvidarlo”.

 

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