24/01/2017, 12.56
VATICANO
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Papa: ofrecer a nuestro tiempo “relatos marcados por la lógica de la ‘buena noticia’”

El mensaje de Francisco por la 51ma Jornada mundial de las comunicaciones sociales tiene como título: «No temas, porque yo estoy contigo» (Is 43,5). Comunicar esperanza y confianza en nuestro tiempo. “Quien, con fe, se deja conducir por el Espíritu Santo se vuelve capaz de discernir en cada acontecimiento lo que sucede entre Dios y la humanidad, reconociendo cómo Él mismo, en el escenario dramático de este mundo, está componiendo la trama de una historia de salvación

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Rechazar la lógica por la cual sólo una mala noticia es “noticia” y sólo el mal es protagonista y, en cambio, ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestra época “narraciones marcadas por la lógica de la ‘buena noticia’” – que, para quien cree, es Jesús mismo- por “una comunicación constructiva que, al rechazar los prejuicios contra el otro, favorece una cultura del encuentro, gracias a la cual se pueda aprender a mirar la realidad con una confianza consciente”. Es el fin que propone el Papa Francisco en el mensaje por la 51ma Jornada mundial de las comunicaciones sociales, que en muchos países será celebrada el 28 de mayo, solemnidad de la Ascensión, y que lleva como título: «No temas, porque yo estoy contigo» (Is 43,5). Comunicar esperanza y confianza en nuestro tiempo.

En un mundo en el cual “el acceso a los medios de comunicación, gracias al desarrollo tecnológico, es tal que muchísimos sujetos tienen la posibilidad de compartir instantáneamente las noticias y difundirlas de modo capilar”, “creo que se necesita romper el círculo vicioso de la angustia y contener la espiral del miedo, fruto de las costumbre de fijar la atención sobre las “malas noticias” (guerras, terrorismo, escándalos de todo tipo de fracaso en las vicisitudes humanas). Ciertamente, no se trata de favorecer una des-información en la que se ignore el drama del sufrimiento, ni de caer en un optimismo ingenuo que no se deja afectar por el escándalo del mal. Quisiera, por el contrario, que todos tratemos de superar ese sentimiento de disgusto y de resignación que con frecuencia se apodera de nosotros, arrojándonos en la apatía, generando miedos o dándonos la impresión de que no se puede frenar el mal. Además, en un sistema comunicativo donde reina la lógica según la cual para que una noticia sea buena ha de causar un impacto, y donde fácilmente se hace espectáculo del drama del dolor y del misterio del mal, se puede caer en la tentación de adormecer la propia conciencia o de caer en la desesperación. Por lo tanto, quisiera contribuir a la búsqueda de un estilo comunicativo abierto y creativo, que no dé todo el protagonismo al mal, sino que trate de mostrar las posibles soluciones, favoreciendo una actitud activa y responsable en las personas a las cuales va dirigida la noticia. Invito a todos a ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo narraciones marcadas por la lógica de la ‘buena noticia’”.

En efecto, la vida del hombre “no es sólo una crónica aséptica de acontecimientos, sino que es historia, una historia que espera ser narrada mediante la elección de una clave interpretativa que sepa seleccionar y recoger los datos más importantes. La realidad, en sí misma, no tiene un significado unívoco. Todo depende de la mirada con la cual es percibida, del «cristal» con el que decidimos mirarla: cambiando las lentes, también la realidad se nos presenta distinta. Entonces, ¿qué hacer para leer la realidad con «las lentes» adecuadas?” Para los cristianos, la respuesta es la «Buena Noticia» por excelencia: Jesús mismo. “Esta buena noticia, que es Jesús mismo, no es buena porque esté exenta de sufrimiento, sino porque contempla el sufrimiento en una perspectiva más amplia, como parte integrante de su amor por el Padre y por la humanidad. En Cristo, Dios se ha hecho solidario con cualquier situación humana, revelándonos que no estamos solos, porque tenemos un Padre que nunca olvida a sus hijos. «No temas, que yo estoy contigo» (Is 43,5): es la palabra consoladora de un Dios que se implica desde siempre en la historia de su pueblo. Con esta promesa: «estoy contigo», Dios asume, en su Hijo amado, toda nuestra debilidad hasta morir como nosotros. En Él también las tinieblas y la muerte se hacen lugar de comunión con la Luz y la Vida. Precisamente aquí, en el lugar donde la vida experimenta la amargura del fracaso, nace una esperanza al alcance de todos. Se trata de una esperanza que no defrauda ―porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rm 5,5)― y que hace que la vida nueva brote como la planta que crece de la semilla enterrada. Bajo esta luz, cada nuevo drama que sucede en la historia del mundo se convierte también en el escenario para una posible buena noticia, desde el momento en que el amor logra encontrar siempre el camino de la proximidad y suscita corazones capaces de conmoverse, rostros capaces de no desmoronarse, manos listas para construir”.

“La esperanza fundada sobre la buena noticia que es Jesús nos hace elevar la mirada y nos impulsa a contemplarlo en el marco litúrgico de la fiesta de la Ascensión. Aunque parece que el Señor se aleja de nosotros, en realidad, se ensanchan los horizontes de la esperanza. En efecto, en Cristo, que eleva nuestra humanidad hasta el Cielo, cada hombre y cada mujer puede tener la plena libertad de «entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne» (Hb 10,19-20). Por medio de «la fuerza del Espíritu Santo» podemos ser «testigos» y comunicadores de una humanidad nueva, redimida, «hasta los confines de la tierra» (cf. Hb 1,7-8).  La confianza en la semilla del Reino de Dios y en la lógica de la Pascua configura también nuestra manera de comunicar. Esa confianza nos hace capaces de trabajar ―en las múltiples formas en que se lleva a cabo hoy la comunicación― con la convicción de que es posible descubrir e iluminar la buena noticia presente en la realidad de cada historia y en el rostro de cada persona”.

“Quien, con fe, se deja conducir por el Espíritu Santo, es capaz de discernir en cada acontecimiento lo que ocurre entre Dios y la humanidad, reconociendo cómo Él mismo, en el escenario dramático de este mundo, está tejiendo la trama de una historia de salvación. El hilo con el que se teje esta historia sagrada es la esperanza y su tejedor no es otro que el Espíritu Consolador. La esperanza es la más humilde de las virtudes, porque permanece escondida en los pliegues de la vida, pero es similar a la levadura que hace fermentar toda la masa. Nosotros la alimentamos leyendo de nuevo la Buena Noticia, ese Evangelio que ha sido muchas veces «reeditado» en las vidas de los santos, hombres y mujeres convertidos en iconos del amor de Dios. También hoy, el Espíritu siembra en nosotros el deseo del Reino, a través de muchos «canales» vivientes, a través de las personas que se dejan conducir por la Buena Noticia en medio del drama de la historia, y son como faros en la oscuridad de este mundo, que iluminan el camino y abren nuevos senderos de confianza y esperanza.”.

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