31/10/2017, 13.18
VATICANO
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Papa: para hacer crecer el Reino de Dios se necesita “ensuciarse las manos”

“Tantas veces vemos que se prefiere una pastoral de conservación, en lugar de dejar que el Reino crezca. Sin embargo, seguimos siendo lo que somos, pequeñitos, allí, estamos inseguros… Y el Reino no crece”. Dentro de nosotros “hay una fuerza que se desencadena: está el Espíritu Santo”, que “nos da la esperanza”. Concretamente, esto quiere decir dejar que “estas fuerzas del Espíritu Santo” “nos ayuden a crecer” hacia la plenitud que nos espera en la gloria. 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Guay de aquellos que predican el Reino de Dios con la ilusión de no ensuciarse las manos. Éstos son custodios de museos”, mientras que para hacer crecer el Reino de Dios, se necesita el coraje de “tirar el grano de mostaza” y de “ensuciarse las manos” para mezclar la levadura. Es lo que dijo el Papa Francisco durante la misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta, al comentar el pasaje del Evangelio de Lucas (13,18-21), en el cual Jesús compara el Reino de Dios al grano de mostaza y a la levadura.  

El Papa ha evidenciado que estos dos elementos son pequeños, y sin embargo, “tienen dentro de sí un poder” que crece. Así ocurre con el reino de Dios: su poder viene de adentro. San Pablo, en la Carta a los Romanos, también pone de relieve cuántas tensiones existen en la vida: sufrimientos que sin embargo “no son comparables con la gloria que nos espera”. Por lo tanto, se trata de “una tensión entre sufrimiento y gloria”. En estas tensiones, en efecto, hay “una ardiente expectativa” por una “revelación grandiosa del Reino de Dios”. Una expectativa que no es sólo nuestra, sino también de la creación, sometida a la caducidad, “como nosotros” y “que tiende hacia la revelación de los hijos de Dios”. Y la fuerza interna que “en la esperanza, nos lleva a la plenitud del Reino de Dios”, es la del Espíritu Santo.  

“Es justamente la esperanza lo que nos lleva a la plenitud, la esperanza de salir de esta cárcel, de esta limitación, de esta esclavitud, de esta corrupción y llegar a la gloria: un camino de esperanza. Y la esperanza es un don del Espíritu. Es justamente el Espíritu Santo, que está dentro de nosotros y lleva a esto: a algo grandioso, a una liberación, a una gran gloria. Y por eso, Jesús dice: “Dentro de la semilla de mostaza, de aquel grano pequeñito, hay una fuerza que desencadena un crecimiento inimaginable”.  

“Dentro de nosotros y  en la creación –reafirmó el Papa- hay una fuerza que se desencadena: está el Espíritu Santo”, que “nos da la esperanza”. Concretamente, esto quiere decir dejar que “estas fuerzas del espíritu” “nos ayuden a crecer” hacia una plenitud que nos espera en la gloria. Pero como la levadura debe ser mezclada, y el granito de mostaza debe ser arrojado, porque sino esa fuerza interior se queda allí, lo mismo ocurre con el reino de Dios, que “crece desde adentro, no por proselitismo”. “Crece desde adentro, con la fuerza del Espíritu Santo. Y la Iglesia siempre ha tenido tanto el coraje de tomar y arrojar, como de tomar y mezclar, y también ha tenido miedo de hacerlo. Y tantas veces vemos que se prefiere una pastoral de conservación en lugar de dejar que el Reino de Dios crezca. Sin embargo, seguimos siendo aquello que somos, pequeñitos, allí, estamos inseguros… Y el Reino de Dios no crece. Para que el Reino de crezca, se necesita coraje: para arrojar el grano, para mezclar la levadura”.  

Pero es cierto que si se arroja la semilla, ésta se pierde, y que si se mezcla la levadura, “me ensucio las manos” – prosiguió Francisco- porque “siempre hay alguna pérdida cuando se siembra el Reino de Dios”. “Guay de aquellos que predican el Reino de Dios con la ilusión de no ensuciarse las manos. Éstos son custodios de museos: prefieren las cosas bellas, y no este gesto de arrojar para que la fuerza se desencadene, de mezclar, para que la fuerza haga crecer.  Este es el mensaje de Jesús y de Pablo: esta tensión que va de la esclavitud del pecado, para ser simple, a la plenitud de la gloria. Y la esperanza es la que marcha adelante, la esperanza no decepciona: porque la esperanza es demasiado péqueña, la esperanza es tan pequeña como el grano y como la levadura”.

La esperanza “es la virtud más humilde”, “la sierva”, pero donde hay esperanza, está el Espíritu Santo, que lleva adelante el Reino de Dios. Y el Papa ha concluido invitando a plantearse algunas preguntas: hoy, preguntémonos si creemos que allí, en la esperanza, está el Espíritu Santo con el cual hablar. 

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