04/05/2018, 16.27
VATICANO
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Papa: plegaria, pobreza y paciencia, los ‘criterios’ para el futuro de la vida religiosa

Francisco recibió a los participantes del convenio internacional organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida apostólica. “La oración es volver siempre a la primera llamada”, La pobreza “es el muro de contención de la vida consagrada” que protege contra la vanidad y el orgullo. Paciencia es “cargar sobre las espaldas”, y como virtud cristiana, es la “capacidad de padecer”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Plegaria, pobreza y paciencia, son las elecciones “radicales” que han de cumplirse personalmente y comunitariamente: son los “criterios” que el Papa Francisco señala a los institutos de vida consagrada y a las sociedades de vida apostólica para discernir lo que está ocurriendo en la vida de las congregaciones que reúnen a los consagrados. Indicaciones que son hechas, como dijo Francisco, con el pensamiento puesto en San Giovanni Rotondo y en la Madre Teresa, propuestas que fueron comunicadas de manera “espontánea” a los participantes del convenio internacional titulado ‘Consecratio et consecratio per evangelica consilia. Reflexiones, cuestiones pendientes, caminos posibles’, organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, que se está desarrollando en la Pontificia Universidad Antonianum, del 3 al 6 de mayo.  

La clave del discurso, dijo el mismo Papa, está en los “criterios auténticos para discernir lo que está sucediendo. Porque de verdad, hoy suceden muchas cosas que, para no perderse en este mundo, en la niebla de la mundanidad, en las provocaciones, en el espíritu de guerra, son tantas las cosas, que necesitamos criterios auténticos que nos guíen. Que nos guíen en el discernimiento”.

“Me pregunto: ¿cuáles son las cosas que el Espíritu quiere que se mantengan fuertes en la vida consagrada? Y el pensamiento voló, fue, dio vueltas... y siempre me venía [a la mente] el día en que fui a San Giovanni Rotondo: no sé por qué, pero allí vi tantos consagradas y consagrados que trabajaban… y pensé en lo que dije allí, en las ‘tres p’ que dije allí. Y me dije: éstas son columnas que permanecen, que son permanentes en la vida consagrada. La plegaria, la pobreza y la paciencia. Y elegí hablarles de esto: según pienso, qué debe ser la oración en la vida consagrada, y luego, la pobreza y la paciencia”.

“La plegaria es volver siempre a la primera llamada. Cualquier oración, quizás una plegaria en la necesidad, pero siempre es volver a esa Persona que me ha llamado. La oración de un consagrado, de una consagrada, es volver donde el Señor, que me ha invitado a estarle cerca”, dejando todo. “Y la oración es lo que hace que yo trabaje por ese Señor, no por mis intereses y por la institución en la cual trabajo no, por el Señor. Hay una palabra que se usa mucho, ha sido demasiado usada, y ha perdido algo de fuerza, pero que señalaba muy bien esto: radicalidad. A mí no me gusta usarla porque se ha usado demasiado, pero es esto: dejo todo por Ti”.

E incluso cuando haya muchas cosas que hacer a lo largo de la jornada “como sea, la oración”. “Pensemos en una consagrada de nuestros días: la Madre Teresa. La Madre Teresa también se ‘buscaba los problemas’, porque ella era como una máquina de buscarse problemas, dado que se metía acá, y allá, y allá… Pero las dos horas de oración frente al Santísimo, eso, ¡no se lo quitaba nadie. ‘Ah ¡la gran Madre Teresa!’ Bueno, haz como hacía ella, haz tú lo mismo. Busca a tu Señor, a Aquél que te ha llamado. La plegaria. No solamente de mañana... Cada quien debe buscar la forma de tenerla, dónde hacerla, cuándo hacerla. Pero hacerla siempre, rezar. No se puede vivir la vida consagrada, no se puede discernir lo que está sucediendo sin hablar con el Señor”.  

 “La segunda ‘p’ es la pobreza. En las Constituciones, San Ignacio nos escribe a los jesuitas diciendo esto –pero no era algo original suyo, creo, es algo que había tomado de los Padres del Desierto, quizás-: ‘La pobreza es la madre, el muro de contención de la vida consagrada’. Es ‘madre’. Interesante. Él no dice la castidad, que quizás está más conectada con la maternidad, con la paternidad, no: la pobreza es la madre. Sin pobreza no hay fecundidad en la vida consagrada. Y es ‘muro’, es decir, te defiende: te defiende del espíritu de la mundanidad, por cierto. Nosotros sabemos que el diablo entra por los bolsillos. Todos lo sabemos. Y las pequeñas tentaciones contra la pobreza son heridas a la pertenencia, al cuerpo de la vida consagrada”.   

“Hay tres escalones para pasar de la consagración religiosa a la mundanidad religiosa. Sí, incluso religiosa; hay una mundanidad religiosa; hay tantos religiosos y consagrados que son mundanos. Tres escalones: Primero: el dinero, es decir, la falta de pobreza. Segundo: la vanidad, que va del extremo de ‘pavonearse’ a pequeñas cuestiones de vanidad. Y tercero: la soberbia, el orgullo. Y a partir de allí, todos los vicios. Pero el primer escalón es la actitud hacia las riquezas, la actitud en relación al dinero. Vigilando eso, los otros no vienen. Y digo a las riquezas, no sólo al dinero. A las riquezas. Para poder discernir qué está sucediendo, se necesita este espíritu de pobreza”.

“Y tercero, la paciencia. Nosotros normalmente no hablamos de ello, pero es muy importante. Mirando a Jesús, la paciencia es lo que tuvo Jesús para llegar al final de su vida. Cuando Jesús, después de la Última Cena, va al Huerto de los Olivos, podemos decir que es ese momento, y de un modo especial, Jesús se ‘adentra en la paciencia’. ‘Adentrarse en la paciencia’: es una actitud de cualquier consagración, que va desde las pequeñas cosas de la vida comunitaria o de la vida de consagración, que cada uno tiene, en esta variedad que es obra del Espíritu Santo… Desde las pequeñas cosas, desde las pequeñas tolerancias, desde los pequeños gestos como una sonrisa cuando tengo ganas de decir palabrotas…, hasta el sacrificio de sí mismos, de la vida. Paciencia. Ese ‘cargar sobre las espaldas’ (hypomoné) de San Pablo: San Pablo hablaba de ‘cargas sobre las espaldas’ como una virtud cristiana. Paciencia. Sin paciencia, es decir, sin la capacidad de padecer, sin ‘adentrarse en la paciencia’, una vida consagrada no puede sostenerse, será algo a medias. Sin paciencia, por ejemplo, se entienden las guerras internas de una congregación, se entienden. Porque no han tenido la paciencia de soportarse unos a otros,  y vence la parte más fuerte, no siempre la mejor; y la que es vencida, tampoco es la mejor, porque es impaciente. Sin paciencia, se entienden estos “arribismos” en los capítulos generales, este impulso de ser el primero en ‘escalar posiciones’... “

“Pero no sólo paciencia en la vida comunitaria: paciencia frente a los sufrimientos del mundo. Llevar sobre las espaldas los problemas, los sufrimientos del mundo. ‘Adentrarse en la paciencia’, como Jesús, que se adentró en la paciencia para consumar la redención. Este es un punto clave, no sólo para evitar estas disputas internas que son un escándalo, sino para ser consagrado, para poder discernir. La paciencia”.

“Y también, paciencia, frente a los problemas comunes de la vida consagrada: pensemos es la escasez de vocaciones. ‘No sabemos qué hacer, porque no tenemos vocaciones... Hemos cerrado tres casas...’ Esta es una queja de todos los días, ustedes lo han oído, lo han oído en las orejas y en el corazón. No surgen vocaciones. Y cuando no existe esta paciencia...” se corre el riesgo de tomar “ese camino que es más que un camino mundano, es el del ars bene moriendi’, la actitud que alguien toma para morirse bien”. “¿Falta la paciencia y no surgen vocaciones? Vendamos y aferrémonos al dinero por cualquier cosa que pueda suceder en el futuro. Esta es una señal, una señal de que uno se está aproximando a la muerte: cuando una Congregación empieza a aferrarse al dinero. No tiene paciencia y cae en la segunda ‘p’, en la falta de pobreza”.

“Estén atentos a estas tres ‘p’: la plegaria, la pobreza y la paciencia. Estén atentos. Y creo que al Señor le agradarán las elecciones –y me permito decir la palabra que no me gusta- elecciones radicales, en este sentido. Que sean personales, que sean comunitarias. Pero apuesten a esto. Les agradezco –concluyó- por la paciencia que han tenido al escuchar este sermón [ríen, aplausos]. Les agradezco. Y les deseo fecundidad. Jamás puede saberse por qué caminos habrá de pasar mi fecundidad, pero si tú rezas, si eres pobre, si eres paciente, puedes estar seguro de que serás fecundo. ¿Cómo? El Señor te lo hará ver ‘del otro lado’; pero esa es la receta para ser fecundo. Serás padre, serás madre: la fecundidad. Es lo que deseo a la vida religiosa: ser fecundos”.            

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