04/04/2020, 13.40
VATICANO
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Papa: que nadie se aproveche de la epidemia para su beneficio

Ayer, hablando en la televisión italiana, Francisco quiso expresar su cercanía a las familias, especialmente a aquellas en las que hay personas enfermas y también a los médicos, enfermeras y a todos aquellos que prestan servicios esenciales. La tentación es un "proceso que nos hace cambiar nuestro corazón, pasando del bien al mal, que nos lleva por el camino del descenso. Algo que crece, crece lentamente, luego infecta a otros y al final se justifica a sí misma".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Que nadie se aproveche de la epidemia para su beneficio. Esta es la advertencia que el Papa Francisco lanzó en la misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta. "En estos momentos de agitación, de dificultad, de dolor - fueron sus palabras - muchas veces la gente ve ante sí la oportunidad de hacer una u otra cosa, muchas cosas buenas. Pero tampoco falta que a alguno se le ocurra hacer algo no tan bueno, aprovechar el momento y aprovecharlo para sí mismo, para su propio beneficio. Oremos hoy para que el Señor nos dé a todos una conciencia recta, una conciencia transparente, para que podamos ser vistos por Dios sin avergonzarnos".

Ayer por la tarde, pues, hablando en la televisión italiana, Francisco quiso expresar su cercanía a las familias, sobre todo a aquellas en las que hay personas enfermas, y también a los médicos, enfermeros y a todos aquellos que garantizan los servicios esenciales. "Tengo en mi corazón -dijo- a todas las familias, especialmente a las que tienen algún enfermo muy querido o que desgraciadamente han experimentado el luto por el coronavirus u otras causas. Hoy en día, a menudo pienso en la gente solitaria, por lo que es más difícil afrontar estos momentos. Sobre todo, pienso en los ancianos, que me son tan queridos. No puedo olvidar a los que están enfermos con coronavirus, la gente en los hospitales".

"Tengo en mente -añadió- la generosidad de aquellos que se exponen al cuidado de esta pandemia o a garantizar servicios esenciales a la sociedad. ¡Cuántos héroes, de todos los días, de todas las horas! También recuerdo cuántos están en apuros financieros y están preocupados por el trabajo y el futuro. Un pensamiento también va dirigido a los detenidos en las prisiones, a cuyo dolor se añade el miedo a la epidemia, para ellos y sus seres queridos; pienso en los sin techo, que no tienen un hogar que los proteja".

Hoy, en su homilía, comentando el pasaje del Evangelio (Jn 11, 45-56) que relata la decisión del sanedrín de matar a Jesús después de la resurrección de Lázaro, ha recordado que "durante algún tiempo los doctores de la ley, incluso los sumos sacerdotes, estaban inquietos porque sucedían cosas extrañas en el país". Primero Juan el Bautista, que "lo dejó estar tan solo porque era un profeta", luego "este Jesús" que "comenzó a hacer señales, milagros, pero sobre todo a hablar al pueblo y el pueblo entendió, y el pueblo lo seguía, y no siempre observaba la ley y esto perturbaba mucho. ‘Este es un revolucionario, un revolucionario pacífico... Esto lleva al pueblo a él, el pueblo lo sigue...' (cf. Jn. 11, 47-48)".

"Entonces algunos fueron a él para ponerlo a la prueba, y siempre el Señor tenía una respuesta clara que, a ellos, los doctores de la ley, no le había venido a la mente".

"Entonces enviaron a los soldados a buscarlo y volvieron diciendo: 'No pudimos atraparlo porque este hombre habla como nadie'... 'Ustedes también se dejaron engañar' (cf. Jn 7,45-49): enojados porque ni siquiera los soldados pudieron atraparlo. Y luego, después de la resurrección de Lázaro -esto lo hemos escuchado hoy- muchos judíos iban allí a ver a las hermanas de Lázaro, pero algunos iban allí para ver bien cómo iban las cosas para referirlas, y algunos de ellos fueron a lo de los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho (cf. Jn. 11,45). Otros creían en Él. Y estos que se fueron, los charlatanes de todos los tiempos, que viven llevando (las habladurías) ... fueron a informarles a ellos. En ese momento, ese grupo que se había formado de doctores de la ley hizo una reunión formal: "Esto es muy peligroso, tenemos que tomar una decisión. ¿Qué vamos a hacer? Este hombre hace muchos signos - reconocen los milagros - Si le dejamos continuar así, todos creerán en él, hay peligro, el pueblo irá tras él, se desprenderán de nosotros" - el pueblo no estaba apegado a ellos - 'Los romanos vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación' (cfr. Jn 11,48). En esto había parte de verdad, pero no toda, era una justificación, porque ellos habían encontrado un equilibrio con el ocupador, pero odiaban al ocupador romano, pero, políticamente habían encontrado un equilibrio".

"Así que hablaban entre ellos. Uno de ellos, Caifás - era el más radical -, era sumo sacerdote (dijo): '¿No comprenden que conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que toda la nación perezca?'(Jn 11,50)".

"Fue un proceso, un proceso que comenzó con pequeñas inquietudes en tiempos de Juan el Bautista y luego terminó en esta sesión de los doctores de la ley y los sacerdotes. Era un proceso que crecía, un proceso que era más seguro que la decisión que tenían que tomar, pero nadie lo había dicho tan claramente: 'Hay que eliminar a este'. Este modo de proceder de los doctores de la ley es precisamente una figura de cómo actúa la tentación en nosotros, porque detrás de ella estaba obviamente el diablo que quería destruir a Jesús y la tentación en nosotros generalmente actúa así: comienza con poco, con un deseo, una idea, crece, contagia a otros y, al final, la justificación total. Estos son los tres pasos de la tentación del diablo en nosotros, y aquí están los tres pasos que hizo la tentación del diablo en la persona del doctor de la ley. Empezó con poco, pero creció, creció, luego contagió a otros, se hizo cuerpo y al final se justificó: 'Es necesario que uno muera por el pueblo', la justificación total. Y todos se fueron a casa tranquilamente. Dijeron: 'Esta es la decisión que teníamos que tomar'".

"Y todos nosotros, cuando somos vencidos por la tentación, terminamos tranquilos, porque hemos encontrado una justificación para este pecado, para esta actitud pecaminosa, para esta vida que no está de acuerdo con la ley de Dios. Deberíamos tener el hábito de ver este proceso de tentación en nosotros. Ese proceso que hace cambiar nuestros corazones del bien al mal, que nos lleva por el camino en bajada. Algo que crece, crece lentamente, luego contagia a otros y al final se justifica.

Es difícil que las tentaciones nos lleguen de golpe, el diablo es astuto. Y sabe cómo tomar este camino, lo tomó para llegar a la condena de Jesús. Cuando nos encontramos en un pecado, en una caída, sí, debemos ir y pedir perdón al Señor, es lo primero que debemos hacer, pero luego (debemos decir): "¿Cómo llegué a caer allí? ¿Cómo comenzó este proceso en mi alma? ¿Cómo creció? ¿A quién he contagiado? ¿Y cómo al final me he justificado para caer?".

"La vida de Jesús es siempre un ejemplo para nosotros y las cosas que le sucedieron a Jesús son cosas que nos sucederán, las tentaciones, las justificaciones, las buenas personas que están a nuestro alrededor y tal vez no las sentimos, y las malas personas, en el momento de la tentación, tratamos de acercarnos (a ellos) para hacer crecer la tentación. Pero no olvidemos nunca: siempre, detrás de un pecado, detrás de una caída, hay una tentación que empezó pequeña, que ha crecido, que ha contagiado y al final encuentro una justificación para caer. Que el Espíritu Santo nos ilumine en este conocimiento interior”.

El Papa concluyó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual.

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