06/06/2015, 00.00
VATICANO – BOSNIA-ERZEGOVINA
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Papa: ser “testigos de la Cruz”, recuerden el pasado, con sus crueldades, pero hay que saber perdonar

Encontrando a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas en Sarajevo, Francisco improvisa un discurso partiendo de los testimonios sobre la ferocidad de la guerra, pero también de los gestos de humanidad que sucedieron.

Sarajevo (AsiaNews)- Ser “testigos de la cruz”, recuerden siempre el pasado, con sus crueldades, pero para perdonar, ser hermanos. Encuentro particularmente tocante lo que dijo hoy por la tarde a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas de Sarajevo, en una catedral restaurada después de los daños sufridos durante la guerra. El encuentro, después del saludo del card. Vinko Luljic estaba previsto el testimonio de un sacerdote, de un religioso y de una religiosa.

Narraciones de guerra, ferocidad, pero también de cercanía humana que han llevado a Francisco a dejar de lado el discurso preparado. “consigno-dijo-el discurso-que es bello ¡eh!- al cardenal arzobispo”. “Los testimonios-dijo entonces- hablaban solas de por sí. Esta es la memoria de vuestro pueblo. Y un pueblo que olvida su memoria no tiene futuro. Esta es la memoria de vuestros padres y madres en la fe: solamente han hablado 3, pero detrás de ellos hay muchos más que han sufrido lo mismo”.

“Queridas hermanas, queridos hermanos, no tienen derecho de olvidar vuestra historia. No para vengarse, sino para hacer y construir la paz. No es mirar como una cosa extraña, sino para amar como ellos han amado. En vuestra sangre, en vuestra vocación, está la sangre de estos 3 mártires. Y si está la sangre y está la vocación de tantas religiosas, tantos curas, tantos seminaristas. El apóstol Pablo, en la Carta a los Hebreos, nos dice: “Me encomiendo, no se olviden de vuestros antepasados, aquellos que les han transmitido la fe”. Éstos os han transmitido la fe, éstos les han transmitido cómo se vive la fe. El mismo Pablo nos dice: “No se olviden de Jesucristo”, el primer mártir. Y éstos fueron tras la huellas de Jesús”.

“Retomen la memoria para hacer la paz. Algunas palabras me quedaron en el corazón. Un, varias veces repetida: el perdón. Un hombre, una mujer que se consagra al servicio de Dios y no sabe perdonar, no sirve. Perdonar a un amigo que te dijo una mala palabra, con el cual te habías peleado, o una monja que es celosa de ti, no es tan fácil. Y ellos lo ha  hecho y ellos predican que hay que hacerlo. Otra palabra que me quedó adentro fue la palabra de los 120 días de campo de concentración. ¡Cuántas veces el espíritu del mundo nos hace olvidar a estos nuestros antepasados! Estos días son contados…no sólo por días, sino por minutos, porque cada minuto, cada hora es una tortura. Vivir todos juntos, sucios, sin comida, sin agua, con calor y con frío y esto ¡durante tanto tiempo! Y nosotros, que nos lamentamos cuando nos duele un diente o que queremos tener la tv en nuestra habitación con tantas comodidades y que hablamos mal de la superiora o del superior cuando la comida no es buena…No se olviden, por favor, los testimonios de vuestros antepasados. Piensen cuánto han sufrido ellos; piensen en aquellos 6 litros de sangre que recibió el padre-el primero que habló- para sobrevivir. Y lleven una vida digna de la Cruz de Jesucristo”.

“Hermanas, sacerdotes, obispos, seminaristas mundanos…son una caricatura: no sirven. No tienen memoria de los mártires. Han perdido la memoria de Jesucristo crucificado, nuestra única memoria. Otra cosa que me viene a la mente es la de aquel miliciano que le dio una pera a la hermana y aquella mujer musulmana que vive ahora en América, que llevó la comida: todos somos hermanos. También aquel hombre cruel ha pensado…no sé lo que pensó, pero sintió al Espíritu Santo en su corazón y quizás pensó en su mamá y dijo. “Pero, ¡toma esta pera y no digas nada! Y aquella mujer musulmana estaba más allá de las diferencias religiosas: amaba. Creía en Dios y hacía del bien”.

“Busquen todos de hacer del bien. Todos tienen la posibilidad, la semilla del  bien. Todos somos hijos de Dios. Benditos vosotros que tienen tan cerca estos testimonios: no se los olviden ¡por favor! También vuestra vida crezca con este recuerdo. Yo pienso en ese sacerdote al cual se le había muerto el papá cuando era niño, luego murió la mamá, después murió la hermana, se quedó solo….Pero él era fruto del amor, de una amor matrimonial. Piensen en aquella monja mártir: ¡también ella era hija de una familia! Y piensen en aquel franciscano también, con sus 2 hermanas (también franciscanas y me viene a la mente lo que dijo el cardenal arzobispo: ¿qué sucede con el jardín de la vida, o sea la familia? Una cosa horrible: no florece. Y recen por las familias, para que florezcan con tantos hijos y que hayan tantas vocaciones”.

“Y, finalmente, yo quisiera decirles que esta fue una historia de crueldad. También hoy, en esta guerra mundial vemos tantas, tantas, tantas crueldades. Hagan siempre lo contrario de la crueldad. Tengan actitudes de ternura, de fraternidad, de perdón. Y lleven la Cruz de Jesucristo. La iglesia, la santa madre Iglesia, los ama así: pequeños, pequeños mártires, delante de estos pequeños mártires, pequeños testigos de la Cruz de Jesús”.

 

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