24/01/2018, 18.36
ISRAEL - EEUU
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Pence en Oriente Medio: Jerusalén capital, la victoria de los sionistas cristianos

de Fady Noun

La ruptura con la política exterior americana tradicional. La influencia de los evangélicos y de los cristianos de derecha en la decisión de trasladar la embajada. La “cruzada” apocalíptica para anticipar la segunda venida de Jesús. 

Beirut (AsiaNews) “Si me olvido de ti, Jerusalén, que se paralice mi derecha; que se me pegue la lengua al paladar, si dejo caer tu recuerdo, si no pongo a Jerusalén por encima de toda alegría”, así canta el salmo 137: 5-6. Es necesario tener en mente las palabras de este himno, para comprender el impacto que ha tenido,sobre la conciencia judía, la decisión de trasladar la embajada americana desde Tel Aviv a Jerusalén, reconociendo a esta última como capital de Israel.

La decisión del presidente Trump se inscribe en una lógica. No es algo que sucede de la nada, por más que haya generado sorpresa y haya dejado en estado de shock a los regímenes árabes. Dos declaraciones solemnes de carácter oficial, cuyo objeto fue Jerusalén, precedieron este reconocimiento. La primera, es una ley adoptada el 30 de julio de 1980 por la Knesset, que anexiona Jerusalén oriental y proclama a Jerusalén como capital del Estado de Israel, siendo ésta “una e indivisible”; la segunda es una ley aprobada por el Congreso de los Estados Unidos en el año 1995, que declara oficialmente a Jerusalén como capital “indivisible” de Israel, y pide el traslado de la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Jerusalén.  

El reciente tour árabe del vice-presidente americano Mike Pence, que abarcó Egipto, Jordania e Israel, en cierto sentido corona la iniciativa del presidente Trump. Pero al mismo tiempo, delata cuán consternadas están las autoridades palestinas ante la decisión americana y frente al ocaso del proceso de paz. Por otro lado, queda una zona sombría.

El funcionario americano, que fue aclamado en la Knesset y tratado como un “hombre de integridad y honor” por el presidente Reuven Rivlin, rezó frente al Muro de los Lamentos en la Jerusalén Oriental ocupada, y completó su viaje a la región sin haberse reunido con un solo responsable palestino. En efecto, sólo recibieron a Pence el presidente egipcio Abdel Fattah al Sisi y el rey hachemita Abdullah II. Tras haber congelado los contactos con los responsables estadounidenses luego de la polémica decisión, el presidente de la Autoridad palestina, Mahmoud Abbas, se negó a reunirse con el vicepresidente de los EEUU.

Más allá de lo uno pueda pensar sobre el conflicto israelí-palestino, este resentimiento no deja de ser un indicador de la enorme decepción que ha provocado la decisión americana en las mentes de los líderes árabes en general, generando, al mismo tiempo, una considerable zona gris en la política exterior de Washington.

En efecto, la decisión del presidente de los Estados Unidos del 6 de diciembre de 2016 fue interpretada como una concesión al electorado evangélico americano. Sin embargo, según el periodista libanés Elie Fayad, “la pregunta que todos se plantean es la siguiente: la decisión de trasladar [la embajada], ¿reconoce implícitamente la anexión de Jerusalén oriental, conquistada por Israel junto con Jordania, el Golán y el Sinaí, durante la guerra relámpago de 1967? La cuestión central es: ¿es posible que un Estado de derecho como los Estados Unidos se deje arrastrar a una contradicción semejante, y acepte un territorio, que ellos consideran oficialmente ocupado, como la capital del ocupante? Porque, de ser así, no sólo van contra el mundo entero y contra las resoluciones internacionales, sino también contra sí mismos!”.

Si, al decidir el traslado de la embajada, ellos implícitamente reconocen la decisión israelí de anexar Jerusalén Oriental –agrega el experto citado- entonces los Estados Unidos habrán roto “el” dogma fundamental de su política exterior, que es el siguiente: “En caso de conflicto, los Estados Unidos no consentirán ninguna decisión que pueda anticipar un acuerdo entre las dos partes en conflicto”

¿Qué puede haber empujado al presidente americano a romper la tradición de una manera tan brusca, y a crear una zona de sombra, sabiendo que los Estados Unidos, al igual que toda la comunidad internacional, consideran los territorios conquistados por Israel en 1967 como “territorios ocupados”?

La respuesta a esta pregunta reside en las motivaciones religiosas del electorado evangélico del presidente Trump, cuyas convicciones son compartidas por el vice-presidente Mike Pence, al punto de haber ejercido una influencia preponderante sobre la decisión americana.

Efectivamente, según Tarek Mitri, ex-ministro de Cultura del Líbano, y, paralelamente, responsable de la oficina de relaciones ecuménicas en el Consejo ecuménico de las Iglesias (COE) en Ginebra, “el vice-presidente americano, nacido católico, se convirtió al protestantismo evangélico y pertenece a este movimiento del Partido Republicano que se declara a favor de una cruzada por la tutela de la identidad y de los valores cristianos de América”.

“Muy influyente en el seno del Partido republicano, esta derecha cristiana sostiene, generalmente, a Israel”, continúa Mitri, “En el núcleo de este movimiento se hallan los sionistas cristianos y los dispensionalistas [corriente teológica, ndr] que creen que la creación de Israel en 1948 ha sido ‘el signo de todos los signos’ y ‘desde el punto de vista profético, el evento de mayor importancia desde la destrucción del Templo de Salomón, en el año 70 de la era cristiana’” (tomado de “En nombre de Dios, en nombre de America, de Tarek Mitri, Labor et Fides, página 172).

Dicho movimiento –precisa Mitri- tiene una visión apocalíptica de la historia, y cree sinceramente que la reconstrucción de Israel es un preludio a la segunda venida de Cristo”.

Mitri precisa que la decisión de Donald Trump honra una promesa hecha a este electorado –entre el 30 y el 40% de los electores- formado por cristianos de derecha, conservadores y otros evangélicos.

Mohammad Sammak, co-presidente del Comité nacional para el diálogo islámico-cristiano, llega a afirmar que la decisión de trasladar la embajada de los EEUU a Jerusalén podría ser el preludio para un reconocimiento de la soberanía de Israel sobre Jerusalén oriental ocupada y marcar el centenario de la Declaración de Balfour, cuyo nombre fue tomado de aquel Lord inglés que prometiera al movimiento sionista la creación de un “foco nacional judío” situado en Palestina, un hombre que, según Mitri, fue “un sionista cristiano”. 

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