12/09/2017, 15.18
RUSIA - UCRANIA
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Poroshenko y la Iglesia ortodoxa en Kiev

de Vladimir Rozanskij

El presidente ucraniano pidió al Patriarcado ecuménico Bartolomé la auto-cefalía para las iglesias orientales en el país. Actualmente está la Iglesia ortodoxa ucraniana, de obediencia moscovita; la de Kiev, separada de Moscú; la greco-católica. Disputas históricas y prácticas en torno a los edificios religiosos. Del Patriarcado de Moscú: cuestiones de jurisdicción eclesiástica deben resolverse dentro de las mismas Iglesias, sin la injerencia de jefes de Estado.

Moscú (AsiaNews)- En los días pasados el presidente ucraniano, Pietro Porshenko solicitó un proyecto político que involucra la Iglesia Ortodoxa. Dirigiéndose al Patriarca de Constantinopla y sin sugerencias de ningún representante del clero local, él pidió la auto-cefalía de la Iglesia de Ucrania, que comprenda tanto a los ortodoxos autónomos de Kiev, ya sean aquellos ligados a Moscú. Las posiciones de Poroshenko han suscitado fuerte impresión: en la práctica el jefe de Estado ucraniano pide a la Iglesia separarse del Estado ruso.

El presidente reafirmó en varias ocasiones que Ucrania debe tener su propia Iglesia. Intervino también delante de los diputados en la Verkhovnaja Rada, el Parlamento de Kiev, comunicando a los diputados haber escrito una carta oficial dirigida al Patriarca Ecuménico, Bartolomé. En la carta él sostiene que “cada ciudadano de Ucrania y solamente él, eligió, elige y elegirá su propia fe y su propia Iglesia. El Estado ucraniano está separado de la Iglesia, pero este no puede permanecer pasivo frente al hecho que otros estados y otros órganos estatales, usan las instituciones eclesiásticas dependientes de ellos para alcanzar sus propias finalidades geopolíticas”.

 

Las Iglesias en Ucrania

La principal confesión del país, la Iglesia ortodoxa ucraniana, de hecho es autónoma en su jurisdicción, si bien forma parte del patriarcado de Moscú. El primado de Kiev, el metropolita Onufrij, es elegido por el sínodo de los obispos ucranianos y recibe la confirmación del patriarca ruso. Participa en las sesiones del Sínodo ortodoxo de Moscú, con el cual son concordados todos los nombramientos episcopales. Por número de parroquias, iglesias y sacerdotes, tal Iglesia fue una parte muy consistente dentro del patriarcado, casi par con las estructuras en Rusia, también si en los últimos años estas últimas se ampliaron mucho.

Existe también otra comunidad ortodoxa, el patriarcado de Kiev, que se constituyó en 1992 separándose de Moscú, después de la caída del régimen comunista. Es guiada todavía por el anciano Filaret de Kiev, que en 1990 había casi llegado a ser nombrado patriarca de Moscú, esta Iglesia cuenta con un séquito difícil de evaluar, por la gran aproximación en su gestión administrativa. Se calcula que los ortodoxos “moscovitas” sean alrededor de los 8 millones de ucranianos y aquellos “de Kiev” entre los 3 y los 6 millones. Los años de conflicto están ulteriormente confundiendo las proporciones.

Hay que recordar que la Iglesias de Crimea anexada por Moscú a Rusia sigue hasta hoy administradas por la jurisdicción ucraniana de Onufrij. La Iglesia de Filaret fue inmediatamente apoyada en los años 90 por el primer presidente independiente, Leonid Kuchma, en función anti-rusa y también hoy continúa representando un modelo político-religioso de referencia, como se puede interpretar de las palabras del presidente Poroshenko.

En Ucrania existe también un equipo minoritario de ortodoxos dependientes del Patriarcado de Constantinopla: ellos son los herederos de la Iglesia clandestina de los tiempos soviéticos.

Luego, existe la gran comunidad histórica de los griegos –católicos, compuesta por unos 3 millones de fieles.

Su historia se entrelaza con la de las otras confesiones ortodoxas desde la Unión de Brest en 1596, una respuesta “occidentalista” a la proclamación forzada del Patriarcado de Moscú en 1589, que introdujo el principio no tradicional de los patriarcas nacionales. Entre prohibiciones, cismas, re-anexiones, sínodos e injerencias políticas, las diócesis y las parroquias griego-católicas (presentes sobre todo en la región de Galicia, que fue también parte del imperio austro-húngaro), son desde siempre objeto de disputa.

 

Los greco-católicos y Moscú

De hace años los rusos acusan a los griego-católicos ser los principales inspiradores de los sentimientos anti-moscovitas en Ucrania y de la misma revuelta de plaza Majdan en 2013-14, que llevó a la actual guerra “híbrida” en el país. Sin embargo, si bien siendo seguidores de la independencia ucraniana, los “uniatas” no está alineados políticamente, si bien a ellos se les atribuyen simpatías hacia los movimientos nacionalistas más radicales. Ellos no se identifican ni siquiera con las posiciones de Poroshenko, que en sus proclamas a la “Iglesia nacional” quisiera atraerlos hacia una fusión de todas las jurisdicciones de rito oriental del país. Más claramente filo-occidental es en cambio la posición de los católicos de rito latino, que son substancialmente de etnia polaca que esperan sólo llevar las regiones del país dentro del contexto de la Unión europea.

Detrás de las exhortaciones y las disputas, están casi siempre las cuestiones no solo espirituales o políticas, sino también prácticas y materiales. Centenares de edificios y propiedades son reivindicadas ya sea por los unos como por los otros y difícilmente el Patriarca de Constantinopla querrá interferir en esta infinita disputa, como por otro lado hace el mismo Papa de Roma, que no se entromete más de los necesario en la gestión de las iglesias griego-católicas. Él da la más amplia autonomía al Arzobispo Mayor de Kiev, Svjatoslav Shevchuk, y a los obispos locales, aunque deba soportar sus laméntelas. Después del encuentro de La Habana en 2016 con el patriarca Kirill, de hecho, Shevchuk había expresado toda su insatisfacción, porque el Papa no los había defendido frente a los rusos.  

Hasta ahora, del patriarcado de Moscú no hubo grandes reacciones a las iniciativas césaro-papistas de Poroshenko, que por otro lado hacen el paralelo con los tonos a menudo utilizados por Vladimir Putin en el definir las relaciones entre la Iglesia y el Estado en Rusia. Un sobrio comunicado del vocero patriarcal se limitó en recordar que las cuestiones de jurisdicción eclesiástica deben resolverse dentro de las mismas Iglesias, sin injerencias de parte de los jefes de Estado. En realidad, la entera historia rusa y ucraniana (y no solo) demuestran exactamente el contrario y no se sabe cómo la cuestión podrá evolucionar en el próximo futuro.

 

 

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