26/02/2021, 15.02
SIRIA
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Párroco de Alepo: como San José, la Iglesia está cerca de los que sufren

En su carta a los fieles con motivo de la Cuaresma, el P. Ibrahim recuerda el sufrimiento de 10 años de guerra, agravado por la pandemia de Covid-19. Los padres no tienen dinero para alimentar a sus hijos, mientras aumentan el desempleo y la inflación. Crece el número de  suicidios de padres desesperados. La Iglesia interviene para resolver situaciones de "primerísima emergencia". El ejemplo del padre de Jesús, que "no huyó frente a lo desconocido".

 

Alepo (AsiaNews) - En un momento en el que el coronavirus "sigue propagándose" y "levanta barreras" que impiden "las visitas personales a cada uno de ustedes", los frailes franciscanos miran a "San José, como ejemplo de atención pastoral" al prójimo en dificultades. Esto es lo que escribe el padre Ibrahim Alsabagh, franciscano, 47 años, guardián y sacerdote de la parroquia latina de Alepo, en su carta de Cuaresma dirigida a la comunidad cristiana. En la misiva, enviada a AsiaNews, el párroco quiere traducir en acciones prácticas las palabras del Papa Francisco, que invita a cuidar del prójimo, inspirándose en la carta apostólica Patris Corde por el 150 aniversario de la declaración de San José como patrón de la Iglesia universal. La nuestra, dice el sacerdote, es una "realidad cruel" impregnada de 10 años de "sufrimiento" provocado por un conflicto que trajo como consecuencia varias carencias: de alimentos, higiene, suministros médicos, petróleo, gas y electricidad. 

Estas privaciones, agravadas por la pandemia, corren el riesgo de "prolongarse por quién sabe cuántos años más". Los padres, continúa el padre Ibrahim, "no saben cómo conseguir el dinero para alimentar a sus hijos. Se enfrentan al desempleo, al aumento de los precios, a la inflación, a un coste de la vida cada vez más elevado y a la disminución de los ingresos. No es por razones triviales por lo que muchas de nuestras mujeres han caído en la depresión y sufren ataques al corazón. Y muchos padres se han suicidado, desesperados". 

Por no hablar, añade, de la "crisis que ha afectado a muchos jóvenes" cuya infancia "ya había sido robada por la guerra". Un problema educativo, con escuelas en ruinas y familias que no logran que sus hijos estudien, y que "a menudo no tienen ni siquiera la ropa o los zapatos para enviarlos a clase" si es que hay clases. El padre Ibrahim escribe: "Una madre a la que llamaríamos afortunada, porque todavía tiene un trabajo remunerado, me dijo que después de recibir su salario fue a comprar un nuevo par de zapatos para su hija. Los únicos que tenía ya no le servían. Pero el precio era tres cuartas partes de su salario mensual, así que volvió a casa con las manos vacías".

En la que fue la metrópoli económica y comercial de Siria, este año la situación parece crítica, más por el hambre y la falta de trabajo -como en el resto del país- que por el temor a contraer el Covid-19. Tal y como han denunciado personalidades de la Iglesia siria, entre ellas el vicario apostólico de Alepo y el arzobispo maronita de Damasco, a las medidas punitivas ordinarias se ha añadido el Caesar Act, una ley que afecta a la población que además debe sufrir la inflación. Una situación que da aún más valor a la solidaridad del Papa Francisco, con sus llamamientos a la paz.

"Como San José, que nunca fue un hombre pasivo o sumiso -escribe el P. Ibrahim-, sino valiente y entregado a su misión, también nosotros debemos aceptar la vida como tal, incluso este pasaje tan difícil de nuestra existencia. Como Iglesia siria, y especialmente aquí en Alepo, sentimos plenamente la confianza que Dios ha depositado en nosotros". Para tratar de aliviar el sufrimiento y satisfacer las necesidades, continúa el sacerdote, la Iglesia está haciendo todo lo posible: "Ya no se trata de ayuda general, sino de 'primeras intervenciones de emergencia'. Intentamos satisfacer las necesidades básicas que cubren todas las edades". Se trata sobre todo de proporcionar "leche y pañales para los niños, alimentos y medicinas, pagar el material escolar y ayudar a los jóvenes con el cuidado extraescolar". A continuación, se distribuye ropa y combustible a las familias, se asiste a los ancianos, los enfermos y los discapacitados, se restauran las casas en mal estado y se apoyan los proyectos microeconómicos".

Intervenciones que no se limitan al "apoyo material", sino que incluyen también el "acompañamiento espiritual", porque los cristianos de hoy "necesitan mucha esperanza". "Agradecemos a San José - concluye el P. Ibrahim - su ejemplo de vida. Supo asumir la responsabilidad de cuidar a su familia, sin huir ante lo desconocido, incluso en las dificultades, hasta la entrega total al sacrificio final."

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