15/09/2017, 14.19
VATICANO- ORTODOXOS
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Reinicia el diálogo católico-ortodoxo. Moscú tiene un peso mayor

de Vladimir Rozanskij

Los rusos-ortodoxos vuelven con fuerza a la Comisión mixta y ponen como tema el uniatismo y el “Primado y la comunión en el segundo milenio”. Substituido por límites de edad el metropolitano Ioannis Zizioulas, histórico alfil del diálogo. Los frutos del encuentro en Cuba de Francisco y Kirill y la visita del Card. Parolin a Moscú.

Moscú (AsiaNews)- Al final de un verano de intensos contactos y visitas entre representantes de la S. Sede y el Patriarcado de Moscú, renovada comprensión entre rusos y católicos parece llevar al resultado por todos deseados: el reinicio del diálogo oficial entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas, que en los años pasados había tenido numerosas pausas.

La oficina de prensa del patriarcado de Moscú difundió esta semana los éxitos de la última sesión del Comité de Coordinación de la Comisión Mixta para el Diálogo Católico-Ortodoxo, que se realizó entre el 5 y el 9 de setiembre en la isla de Leros (Gracia). Normalmente, los contenidos de tales sesiones no son publicadas, sino entre los adeptos a los trabajos. Las noticias sobre los progresos del diálogo se concentran más bien sobre los encuentros oficiales a los máximos niveles y son difundidos por los co-presidentes y por sus voceros. En el presente quienes dirigen la Comisión son el Card. Kurt Koch por la parte católica y por el arzobispo de Telmessos, Job Getcha en representación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. Koch preside en Roma el Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos; Getcha substituyó por motivos de edad al metropolitano Ioannis Zizioulas, histórico alfil del ecumenismo católico-ortodoxo y mayor teólogo ortodoxo viviente. El arzobispo Job, también él reconocido teólogo, pero mucho más joven (43 años contra los 86 de AZizioulas), es un ucraniano-canadiense que representa la diáspora ortodoxa en el mundo.  

Las etapas y los obstáculos del diálogo

 

Los trabajos de la Comisión iniciaron después del Concilio Vaticano II y conocieron una fase particularmente fructífera en los años 80, produciendo dos documentos que parecen allanar el camino a un alcance, si bien no la plena unidad, al menos un amplio reconocimiento recíproco entre Roma y la Iglesias de tradición bizantina, hasta la comunión sacramental. Precedidos por el documento de Lima de 1982 sobre: “Bautismo, Eucaristía y Ministerio”, aprobado por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de las Iglesias, los textos transponían los contenidos en la sesión de Munich de Bavaria, el mismo año, sobre “El Misterio de la Iglesia y de la Eucaristía a la luz del Misterio de la Santísima trinidad”, para luego completar el común acuerdo sobre “Fe, Sacramentos y Unidad de la Iglesia”, en el encuentro de Bari de 1987. Parecía estar a un paso del reconocimiento recíproco de la validez de los sacramentos, condición indispensable para sanar las heridas entre las Iglesias. Los rusos participaban con entusiasmo en los trabajos, es más de algún modo precursores, gracias a los contactos bilaterales entre ortodoxos rusos y católicos iniciados inmediatamente después de finalizar el Concilio.

La caída del muro de Berlín a fines de aquel decenio, con las consecuencias sociales, culturales y políticas que siguieron, llevó a una brusca interrupción de los progresos ecuménicos, sobre todo de parte de la Iglesia rusa. En la incertidumbre del “renacimiento religioso” post comunista, el patriarcado de Moscú se endureció justamente sobre la cuestión de la inter -comunión sacramental. En 1992 volvió a prohibir a los católicos esparcidos por toda Rusia y privados de sus propias iglesias y sacerdotes, el poder comunicar en las liturgias ortodoxas; el permiso fue acordado en 1969, como signo de disponibilidad fraterna en tiempos de persecución, justo en concomitancia con los primeros coloquios ecuménicos, pero el patriarcado de Moscú considera superada tal necesidad.

La crisis del uniatismo y el primado

En realidad, lo que creó dificultades fue el explotar de la “cuestión ucraniana”: ya desde 1990 los griego-católicos “uniatas” habían iniciado a ocupar las iglesias a ellos secuestradas en el seudo-sínodo de L´vov de 1946, organizado por Stalin y Kruchov, que había anexado en modo forzado a los uniatas a la Ortodoxia rusa. Moscú no tenía ninguna intención de dar a los uniatas tales iglesias o al menos pedía concordar un nuevo equilibrio, pero ya el proceso había iniciado y no se pudo gobernarlo, ni siquiera de parte del Vaticano.

Por lo tanto, el patriarcado ruso pretendió poner orden del día la cuestión del diálogo oficial y en 1993, la Comisión mixta aprobó en Balamand (Líbano), un documento sobre el “Uniatismo, el método de unión del pasado y búsqueda actual de la plena comunión”. La condena del uniatismo, por otro lado, no logró sanar la situación en Ucrania, donde la tensión entre ortodoxos rusos, ortodoxos locales y griego-católicos siempre permaneció altísima, hasta constituir uno de los factores del conflicto social y militar de los últimos años.

Desde 1993, la Comisión se encontró por lo tanto en una situación de impasse, de la cual trató de salir solo después de 15 años, con el encuentro en Rávena en 2007, en el cual el tema central del diálogo ecuménico era el del primado. Ya Juan Pablo II, al final de la carta encíclica “Ut Unum Sint”, había afirmado querer rever este aspecto de la disciplina eclesiástica; la misma intención fue reafirmada por Benedicto XVI. En su período de presidencia del Consejo para la unidad de los cristianos, también el Card. Walter Kasper puso todas sus energías en este tema. El documento de Rávena sobre: “Las consecuencias eclesiológicas y canónicas de la naturaleza sacramental de la Iglesia-Comunión eclesial, Conciliaridad y Autoridad” lamentablemente quedó en suspenso, aprobado por la Comisión, pero solamente después que los rusos abandonaron los trabajos, declarando no considerar oportuna tal discusión.

En el último decenio, los representantes del Patriarcado de Moscú han frenado todo intento de retomar la cuestión, considerándola inútil y peligrosa, porque habría ulteriormente agravado el disenso no sólo entre los católicos y ortodoxos, sino también dentro de la misma Ortodoxia, extendiendo el concepto de primado también hacia Oriente. Esto habría exaltado el rol del Patriarca ecuménico, “primus inter pares” entre los jerarcas ortodoxos, en detrimento de los otros Patriarcas (sobre todo el de Moscú). Justamente el metropolitano Zizioulas, autor del texto de Rávena, fue considerado por los rusos uno de los obstáculos principales que había que remover y su jubilación es seguramente uno de los factores del nuevo cambio.

De Cuba un nuevo inicio

El año pasado se realizó en Creta el Concilio Pan-Ortodoxo, que habría debido esclarecer toda incomprensión entre las iglesias bizantinas, pero el tentativo nuevamente fracasó, siempre a causa del retiro de los rusos, junto a los búlgaros y los georgianos. Pero el año 2016 presentó otra gran oportunidad: el encuentro en Cuba entre el Papa Francisco y el Patriarca Kirill, Desde entonces los contactos entre rusos y católicos se intensificaron, no solo y no tanto gracias a la genérica declaración de intentos firmada en La Habana, pero sobre todo en la común organización de acciones humanitarias en favor de los cristianos perseguidos en Oriente Medio.

Rusos y católicos han realizado en el último año diversos gestos simbólicos y de alto valor cultural y espiritual, como la muestra de íconos en el Vaticano, los coloquios entre históricos y académicos sobre las relaciones entre Roma y Moscú y sobre todo la peregrinación de las reliquias de San Nicolás a Rusia este verano. Corona de todos estos acontecimientos, la visita oficial en agosto del Card. Parolin, Secretario de Estado, que pudo encontrase con el patriarca Kirill y el presidente Putin, prefigurando una nueva fase de intensa colaboración. Inmediatamente después de él, de hecho, a inicios de setiembre fue a Rusia una nutrida delegación de representantes de institutos y estructuras católicas comprometidas en las relaciones ecuménicas, recibida con todos los honores por el patriarca y el entero Sínodo permanente de obispos, el órgano decisional de la Iglesia rusa.

El dominio de la Ortodoxia rusa

En esta nueva fase, el tema del primado en la Iglesia antigua parece definitivamente dejado de lado, para pasar al argumento “Primado y comunión en el segundo milenio y en nuestros días”. La continuidad con el texto de Rávena es sólo aparente: el antiguo primado debía ser un  elemento común de la eclesiología universal; en cambio el segundo milenio presenta las pretensiones papales y los cismas, comenzando por el de 1054 entre Roma y Constantinopla. Los rusos recibieron el bautismo justamente en esa época, pero no participaron en el cisma y pueden por lo tanto colocarse como árbitros entre la Primera y la Segunda Roma.

Además, como subraya el comunicado difundido por el Patriarcado de Mosú, los rusos han insistido para volver sobre la cuestión del uniatismo, retomando el documento de Balamand y las otras discusiones de fines de los años 90 sobre el argumento. La Iglesia Católica parecía haber cerrado tal confrontación desde hace años, pero quizás fue dada la disponibilidad para reabrir la cuestión. Los muchos gestos simbólicos del Papa Francisco, que muestra querer quitarse cualquier oropel “primacial”, últimamente han inspirado una nueva situación ecuménica, que parece estar dominada por la Ortodoxia rusa.

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