18/06/2021, 11.31
COREA DEL SUR
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Seúl premia al misionero dedicado a los trabajadores de las periferias

de Alessandra De Poli

El irlandés Donal O'Keeffe recibe un reconocimiento al "Inmigrante del Año". Desde los años 80, su labor consiste en ayudar a los trabajadores menos calificados que viven en los barrios de chabolas. Él cuenta que hoy, “el país ha cambiado; la pobreza está más escondida, pero la gente se siente aún más aislada".

 

Seúl (AsiaNews) -  Cada año, Corea del Sur distingue con un premio al "inmigrante del año", un reconocimiento a quienes trabajan por el progreso del país en el ámbito social. Este año, se decidió entregar el premio a un misionero irlandés de la Sociedad Misionera de San Columbano: se trata del padre Donal O'Keeffe, quien desde hace más de 40 años se dedica a reforzar la dignidad de los trabajadores de los suburbios de la capital.

O'Keeffe ahora tiene 70 años. Llegó a Corea en 1976, cuando el país aún estaba marcado por la dictadura militar y la fuerte represión: "Es lo que más me llamó la atención", dijo el sacerdote a AsiaNews. En una nación todavía influenciada por el confucianismo, en la que el nivel de educación determina el prestigio social, desde los años ochenta el P. O'Keeffe se dedica a los trabajadores que se trasladan de los barrios marginales a los distritos industriales de las ciudades coreanas. "Cualquier tipo de asociación", explica el religioso, "estaba prohibida en aquella época; las iglesias eran el único lugar donde uno se podía reunir”.

Con las Hermanas del Sagrado Corazón, el padre O'Keeffe fundó una "casa abierta", un lugar donde los trabajadores -que a veces son muy jóvenes, de 15 o 16 años-  pueden reunirse y compartir sus problemas, sueños y aspiraciones. "La mayoría de ellos había abandonado sus estudios después de la escuela media”, cuenta el misionero. “Eran personas que se sentían terriblemente inferiores por no haber estudiado, con una autoestima muy baja por la presión social. Empezamos con programas de crecimiento personal, creamos grupos en los que los jóvenes podían hacer amigos o realizar distintas actividades, desde aprender a tocar la guitarra hasta ir de excursión a la montaña”.

Para el padre O'Keeffe, lo más hermoso fue ver crecer a los jóvenes: "verlos florecer". Paralelamente, Corea también se transformó. La situación cambió poco antes de los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, cuando se comprendió que el país debía ser más estable para hospedar las Olimpíadas. El movimiento democrático organizó manifestaciones en todo el país para exigir elecciones libres y derechos civiles. En 1987 se celebraron las primeras elecciones presidenciales y desde entonces, con la llamada Sexta República, Corea del Sur se ha vuelto cada vez más rica, libre y abierta.

Sin embargo, los retos sociales no han terminado. Con el desarrollo económico de los años 90, la clase media empezó a trasladarse a los suburbios, donde se encuentran los llamados “moon town” (“los pueblos de la luna”), barrios de chabolas edificados en las laderas de las colinas, desde donde se podía ver la luna. Las personas que vivían allí fueron desalojadas para poder construir apartamentos que luego se alquilarían a precios exorbitantes. "Empezaron a surgir esas grandes mansiones en las que los más ricos viven en lo alto y los más pobres en los sótanos, tal como se ve en la película 'Parasite'. Antes, cuando había barrios marginales, la vida era peor en apariencia, pero lo cierto es que la calidad de las relaciones humanas era mejor. Se ocultó la pobreza,  pero las personas se fueron aislando cada vez más”. 

Ahora, los problemas de la sociedad coreana son distintos. También aquí, como sucede en China, hay muchas menos mujeres que hombres, especialmente en las zonas rurales. Y las mujeres no se sienten tan atraídas por el matrimonio, ya que consiguen ser independientes a nivel económico. Así que algunos hombres coreanos "buscan" esposa en el extranjero. Son las llamadas "novias por correo" y proceden en su mayoría de Filipinas, Vietnam y China. "En muchos casos no resultan ser buenas relaciones. En los pueblos, las condiciones de vida de estas mujeres no son fáciles, porque la sociedad coreana excluye a los hijos de estas parejas, pues se enorgullece de ser étnicamente pura". Un nuevo reto para el gobierno, pero también para la Iglesia.

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