21/05/2019, 13.37
CHINA
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Shenzhen, una metrópoli construida sobre la esperanza y la desesperación (Fotos)

de John Ai

Viaje al corazón económico del sur de China. La megalópolis atrae a millones de trabajadores migrantes y las fábricas ofrecen empleos monótonos en condiciones duras y a veces insalubres. Las industrias tienden a crear “mini-ciudades” a partir de las empresas, donde los operarios gastan su salario, haciendo que éste vuelva a los bolsillos de sus patrones. El fenómeno de los jóvenes cínicos, que buscan trabajo como jornaleros y pasan su tiempo en los cibercafés y en las salas de bingo.    

Shenzhen (AsiaNews) – La ciudad de Shenzhen, es una “ventana” abierta a la reforma económica china iniciada hace 40 años, que ha acumulado un importante bienestar en poco tiempo. La diligencia y el trabajo duro eran vistas como las reglas para volverse ricos, y la población se ha convencido de que sería capaz de cumplir sus sueños a través de la competencia. Sin embargo, hoy, una parte de los población joven ya ha perdido su confianza en ello.

Siendo el área más dinámica y el centro financiero del sur de China, Shenzhen atrae a trabajadores de toda la nación: a través del arduo trabajo de estos operarios, la megacity ha prosperado. Y a pesar de la recesión general que muestra la economía nacional -y de la guerra comercial entre Beijing y Washington- Shenzhen continúa siendo una opción para los trabajadores migrantes que buscan una vida mejor.

El mercado de Recursos Humanos de Sanhe (en Shenzhen, ubicado en el distrito suburbano de Longhua) es uno de los mayores centros de reclutamiento para quien busca trabajo en las industrias intensivas. En los alrededores de Sanhe, trabajan decenas de agencias de colocación. Los gigantes de la manufactura de sector IT, como Huawei y Foxconn han colocado avisos para reclutar operarios para sus líneas de ensamblaje.

Cada mañana, frente a la entrada de las agencias de colocación, decenas de pullmans, enviados por las fábricas, esperan para salir. Tras haber registrado su documento de identidad, quien busca trabajo sube a bordo del vehículo y es trasladado hasta estas fábricas, completamente desconocidas para ellos.

Si se leen los requisitos que plantea Huawei, son bienvenidas las personas menores de 30 años que cuenten con al menos un diploma de la escuela secundaria. Un agente de colocación de Sanhe explica a quien busca empleo que debe pagar 60 yuanes para postular: si no pasa de la primera entrevista, no se le devuelve el dinero. El agente resalta las grandes oportunidades de carrera, para los más instruidos: los mejores salarios de Huawei son para ellos. Sin embargo, los mayores de 30 años que no sean promovidos de posición u ocupen mandos directivos, serán despedidos.

La cadena de suicidios ocurridos años atrás dentro de las fábricas de Foxconn ha encendido los reflectores sobre las condiciones de trabajo que imperan en estos lugares. Los operarios que se han ido de la empresa levantan el dedo acusador contra la insostenible velocidad de las líneas de ensamblaje. Por su parte, la compañía sostiene que las condiciones laborales han mejorado mucho en los últimos años. Hoy podemos admirar los impecables apartamentos destinados a los operarios de Foxconn: en los balcones, se extiende una interminable fila de ropa que espera secarse al sol.

Estas fábricas emplean a miles de obreros y brindan a sus empleados bienes y servicios: en la práctica, estos parques industriales se convierten en pequeñas “ciudades Foxconn”. Muchos operarios prefieren hacer horas extra para ganar más, mientras en la web se leen comentarios como “Gana dinero de la Foxconn y gasta el dinero dentro de Foxconn. Ya que fuera de ella, no podrás llevarte nada”.

Edificios maravillosos y servicios de lujo están a disposición, ante los ojos de los trabajadores, pero todo ello es ajeno a sus vidas. Aquí se proveen servicios a precios bajísimos: desde la comida hasta la vivienda, pasando por el entretenimiento y los ciber-cafés. Se convierten en un balsa en esta ciudad exorbitante, una suerte de refugio para las personas que trabajan aquí.

Cuando cae la noche, los propietarios de las pequeñas pensiones se acercan a los transeúntes: disponer de una cama solo cuesta 15 yuanes por noche, es decir, menos de dos euros. Algunos operarios optan por dormir en la calle.

A diferencia de los trabajadores de edad más avanzada, el motor de la reforma económica hasta hace un par de décadas, las generaciones más jóvenes no gustan del trabajo intenso y monótono que ofrecen estas fábricas. Las largas horas de trabajo y los estipendios bajos empujan a los jóvenes a cambiar de trabajo con mayor frecuencia, y las industrias reclutan personal todos los días del año. Los jóvenes vienen aquí con esperanza, pero faltos de instrucción y sin una capacitación puntual, no logran llevar una vida digna. Finalmente, dejan de esforzarse y abrazan un cinismo, que deviene su estilo de vida y conducta.

Los más jóvenes dan vueltas por la calle prácticamente durante todo el día. Desalentados por la industria, optan por una vida plagada de tiempo libre; buscan un trabajo temporal pago de día, que les brinde dinero en efectivo al finalizar su turno diario. Para pasar el rato, juegan online en los ciber-cafés o en las salas de bingo, mientras parlotean entre ellos. Cuando se termina el dinero, llega el momento de buscar otro trabajo temporario. El ciclo se repite y contagia a otros jóvenes que llegan a Sanhe. En la cíber-esfera china ellos se definen como los “Sanhe Dashen”, los “dioses de Sanhe”.

Para estos jóvenes, esta manera de moverse es considerada una forma de auto-protección. Se quejan de las durísimas condiciones de trabajo, que a veces llegan a ser riesgosas, y acusan a los reclutadores de no decir la verdad sobre la condiciones reales de los contratos y de las pagas. Estos agentes, dicen ellos, describen un mundo maravilloso, que simplemente no existe.

Algunos de estos muchachos terminan en manos de usureros o se vuelven dependientes de los juegos de azar. De sus pertenencias, los teléfonos celulares son los objetos más preciados. Sin embargo, pueden llegar al punto de venderlos, y así perder todo contacto con sus familias. Hay quien llega a vender sus documentos para poder disponer de más dinero.

Uno de los eslóganes que hasta hace un tiempo circulaba frente a las agencias de colocación era este: “Trabaja un día, y juega tres días seguidos”. Luego de una denuncia de los medios, estos carteles desaparecieron y la policía ha asestado un duro golpe a los reclutadores no autorizados que brindaban empleos temporarios a los jóvenes. Pero lo cierto es que el fenómeno sigue existiendo.

En los debates que encontramos online, se pasa de la broma a sentir cierta simpatía por los “Sanhe Dashan”: hay quienes sostienen que el esfuerzo individual no basta para rescatar a la población de la pobreza, en una sociedad marcada por la desigualdad económica. ¿Son los jóvenes lo que abandonan todo, o es la sociedad la que los abandona? ¿Acaso todo es atribuible a su actitud perezosa? Valdría la pena ahondar en estas preguntas.

Haixinxin Human Resource Market, the place people seek temporary jobs
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Homeless people gather outside Haixinxin Human Resources Market
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Businesses about phone and internet are always popular among young people. Secondhand phones, phone accessories, social network accounts and online game accounts are traded here
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Beds 15 yuan a night
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Work one day and you can play for three days. The slogan once displayed on the billboard of an employment agency
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Young people are watching TV in the human resource market after getting dark
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