30/06/2016, 16.53
SRI LANKA
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Sri Lanka: a dos años de la violencia budista, los musulmanes sufren, pero perdonan

de Melani Manel Perera

Radicales budistas saquearon y arrasaron tres ciudades del sudoeste. Los sobrevivientes viven con miedo y no pueden dejar de recordar los terribles hechos de violencia. Los testimonios de un comerciante de automóviles que perdió todo, de un farmacéutico y de un joven al cual le amputaron una pierna.

Dharga Town (AsiaNews)- A dos años de la brutal agresión  de los radicales budistas contra la minoría musulmana en el sudoeste de Sri Lanka, los sobrevivientes de aquellos hechos de violencia todavía viven en el dolor por el recuerdo de cuanto sucedió. Algunos de ellos fueron entrevistados por AsiaNews: “Jamás habíamos asistido a tanta violencia. No sólo nos atacaron a plena luz del día, sino que además lo hicieron frente a la policía, que vio cómo perpetraban amenazas, lesiones, homicidios sin motivo. El dolor no puede ser eliminado y la ruptura jamás se recompondrá”.

Hace dos años los budistas atacaron, saquearon y arrasaron Dharga Nagar, Berwela y Aluthgama, tres ciudades de mayoría islámicaLos episodios de violencia se  iniciaron el 15 de junio y se prolongaron sin cesar durante dos días. Unas diez mil personas fueron obligadas a escapar de sus propias casas, ocho mil musulmanes y dos mil singaleses. Fueron los musulmanes quienes pagaron el precio más alto: el saldo final fue de cuatro muertos, ochenta heridos, noventa casas destruidas, negocios, propiedades y mezquitas dañadas por millones de rupias esrilanqueses.

Las agresiones fueron encabezadas por el grupo radical budista Bodu Bala Sena (BBS), que habría obrado en venganza por un presunto ataque contra el venerable Ayagama Samitha Thero. Apenas supo del incidente, Galagoda Aththe Gnanasara Thero, monje budista líder del BBS, reunió a sus seguidores e incitó a la violencia radical entre singaleses budistas y musulmanes. Al final del encuentro, los militantes del BBS marcharon por las zonas de las ciudades con mayoría islámica.

Cada propiedad de los musulmanes fue tomada como blanco, mientras que los negocios de los singaleses se salvaban. M. Fazaal e Imram Mohomad, dos musulmanes testigos de la violencia, dicen a AsiaNews: “Los budistas cantaban eslóganes anti-islámicos. Luego se acercaron a la mezquita donde estábamos rezando, nos gritaron palabras obscenas y gesticulaban con las manos como si estuvieran apuntándonos con una pistola”.

M. Hanifa Mohomad Zarook Hajiyar, un rico comerciante musulmán de setenta años, presenció el saqueo y el incendio de su casa, todo frente al personal de la Special Task Force, colocada por el gobierno para aplacar toda violencia. El hombre narra: “La policía estaba allí, pero en ningún momento intervino para impedir lo que estaba sucediendo. Cuando les imploré: “Hermano, no permitas todo esto”, ellos me apuntaron con las armas y me intimaron a que no me acerque, de otro modo me matarían”. El comerciante al final se escapó y puso a salvo a su esposa, a un hijo y a la hija con su niño, a quien los budistas habían intentado tomar por la fuerza.

Las pérdidas del hombre fueron enormes, porque la multitud incendió también su negocio. A pesar de todo, Zarook Hajiyar dice: “Dios me dio todo. Me dio el coraje de enfrentar todo esto, Yo confío en Él. No resentimiento alguno contra ningún budista o la multitud de los radicales BBS. Vivimos en paz con los budistas en nuestro pueblo, incluso en medio de semejante desastre.

M.N. Imbran, un hombre de treinta y tres años, perdió su pequeño negocio de almacén. Pero hoy está “sereno y satisfecho porque el ejército reconstruyó mi casa”.

Mohomad Asjath, un joven de veinte años, vive, en cambio, en la desesperación. Esos días cambiaron para siempre su vida: salió de noche para controlar la situación, un oficial de la Task Force le disparó en una pierna. Luego de varias horas fue transportado al hospital de Nagoda, pero el personal sanitario lo abofeteó y tardaron mucho en atenderlo. Al final la familia alquiló una ambulancia privada, que lo llevó al National Hospital de Colombo. “Aquí los doctores trataton de salvarme la pierna”- cuenta-. Después de cinco días, un médico se acercó y me dijo: “lo lamento, debemos cortarle la pierna”. Todavía recuerdo su voz temblorosa, que me decía que si el proyectil hubiese sido extraído en Nagoda, se habría podido salvar la pierna”. El muchacho trabajaba como ayudante mecánico en tres talleres y ganaba veinticinco mil rupías por mes (250 euros). Después del accidente perdió el trabajo y con esto una importante fuente de ingresos, con la cual ayudaba a su familia”

 

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