15/04/2017, 15.39
TURQUIA
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Turquía, dividida en torno al referéndum de mañana

de Luca Galantini

Erdogan quiere convertirse en el nuevo “César” y hacer de su país el gran administrador del Oriente Medio. Énfasis nacionalista y “terror”, organizados a través del control de los medios y de la sociedad. Dudas dentro del mismísimo AKP. Las resistencias de la minoría kurda y del partido kemalista. 

Milán (AsiaNews) – El 16 de abril, el pueblo turco es llamado a acudir a las urnas para una votación sobre un referéndum crucial, no sólo para el futuro político de Turquía, sino y sobre todo para la estabilidad de todo el área medio-oriental.

Con la reforma constitucional elaborada en los últimos meses, el presidente Recep Tayyep Erdogan apunta a realizar un sueño que ha perseguido a lo largo de todos estos años en su estrategia política, y que es transformar a Turquía en una autocracia con una fuerte connotación religiosa nacionalista, abatiendo de manera definitiva aquel modelo laico y democrático de sello occidental que fuera buscado por Kemal Ataturk luego de concluirse la Primera Guerra Mundial.

Sin embargo, el deseo imperioso de Erdogan, de convertirse en el nuevo “César”, y de hacer de Turquía el “global player” del área medio-oriental, hasta el día de hoy se ha topado con múltiples obstáculos, desde la redefinición de las alianzas con Occidente y la OTAN, pasando por las encrespadas relaciones con Rusia e Irán hasta llegar a un contradictorio vínculo con los movimientos fundamentalistas y terroristas religiosos islámicos implicados en el asunto de Siria.  Esto, sin olvidar la perdurable y siempre sangrante cuestión interna de la minoría kurda y su aspiración a la independencia, en el marco de una reunificación con otras poblaciones kurdas situadas en Irak y en Irán.

Todos estos enormes problemas de política externa e interna pesan como piedras en el resultado de la consulta popular del referéndum, y sobre la cual Erdogan está apostando altísimo: no es casual que aparte de regir el estado de emergencia en forma casi permanente, impuesto al día siguiente del frustrado golpe de Estado sucedido en julio, el gobierno autoritario del Presidente turco tenga en sus manos el control prácticamente absoluto de los órganos de información, habiendo eliminado de los medios masivos de comunicación la voz de una minoría disidente, que pese a todo, es fuerte.

 

En realidad, las voces autorizadas de analistas y estudiosos que residen en el país denuncian un clima de intimidación y miedo en la sociedad civil, y subyace una gran incertidumbre en lo que respecta a una victoria de Erdogan. Tanto la mayoría en el gobierno como la oposición deben lidiar con una situación interna muy accidentada y carente de homogeneidad, en la cual las distintas alianzas políticas a menudo están en desacuerdo entre sí.

A nivel parlamentario, el partido del Presidente turco, el AKP, no cuenta con una mayoría de votos en el Parlamento, y debe apoyarse en una coalición que, al plantearse la cuestión de la reforma constitucional, ha quedado quebrada. El partido nacionalista MHP, que sostiene al gobierno de Erdogan, se encuentra dividido en torno a la votación por la reforma, lo cual es preocupante porque el líder turco, para realizar su sueño, en los últimos años siempre fue vigorizando cada vez más las aspiraciones nacionalistas de este movimiento, cultivando, en particular, una fuerte represión de la minoría kurda.

Con mayor razón aún, el “factor kurdo” será igual de determinante para impedir al presidente turco alcanzar el quórum: se considera que los kurdos suman casi el 20% de la población turca, y los datos brindados por la UNHCR, el Alto Comisariado de la ONU por los derechos humanos, denuncian que entre 2016 y 2017 hubo un recrudecimiento de las persecuciones contra los kurdos, llegando a contar cerca de 1500 víctimas –confirmadas- de la represión del gobierno contra los simpatizantes del PKK, el partido de los trabajadores kurdo y los miembros de la minoría.  

La minoría kurda hace años que vive exasperada por la marginación, cuando no la discriminación, que padece por parte del gobierno central de Ankara a nivel económico, político y cultural, y las provincias del sudeste de Turquía están convulsionadas contra el presidente Erdogan.  La criminalización de la minoría se ha agudizado, en particular, después del fallido golpe de Estado, llevando a la encarcelación –sin ninguna garantía judicial- de miles de simpatizantes, incluso de aquellos pertenecientes al partido moderado filo-kurdo HDP, de vocación democrática y pluralista que se encuentra muy lejos de las estrategias independentistas del PKK: datos aportados por el International Crisis Group cuantifican en cuando menos 8000 los arrestos efectuados a miembros del HDP, llevados a cabo por las fuerzas de la policía durante el año pasado.

El tradicional partido republicano del pueblo, el CHP, de inspiración kemalista –que durante años encarnó fielmente una línea de tradicional ortodoxia laica democrática siguiendo las huellas de la enseñanza de Kemal Ataturk -  confirma su más rotunda oposición a la reforma constitucional que busca Erdogan, pero, al mismo tiempo, luego del fallido golpe de Estado y del imperioso reclamo del presidente turco por la defensa de la seguridad de la patria, se encuentra en la dificultad de tener que justificar, ante su propio electorado, la oposición al proceso autoritario de Erdogan y una colaboración con el HDP.  

Las oposiciones políticas al proyecto de Erdogan están, por lo tanto, divididas en parcelas, pero es la sociedad turca entera quien sufre de un fuerte extravío y del miedo generalizado luego del fallido golpe de Estado de julio: la aprobación de la ley de emergencia –si bien inicialmente podía jactarse de tener una justificación normativa- ha conducido, progresivamente, a una derivación autoritaria que ha visto realizado su objetivo de desmantelar la red política y cultural del movimiento de Fetullah Guelen, enemigo acérrimo de Erdogan, pero simultáneamente ha aterrorizado de una manera brutal a vastos sectores de la clase media, de la administración pública, de las fuerzas armadas, del mundo académico universitario y de la docencia, yendo desde ONG  y llegando a meros profesionales que ejercen libremente, como los abogados. Todo se ha dado a través de procesos sumarios de purgas, despidos, restricciones a los derechos civiles y políticos, control capilar de los medios de información y de las redes sociales: con frecuencia, el temor explícito de sufrir persecuciones induce a los docentes a abstenerse de la utilización de Facebook en mayor medida que otras redes sociales internacionales.

El apriete de la cultura de la sospecha y el férreo control que Erdogan ha impuesto sobre las libertades fundamentales de la sociedad civil , son factores que muy probablemente tendrán un efecto decisivo en la manifestación del voto en el referéndum, al igual que las cuestiones de política externa sobre las cuales Erdogan parece dispuesto a jugarse su prestigio como líder de estatura internacional: el intento del Presidente de erigirse en defensor de la patria y de la seguridad nacional deberá lidiar con una fuerte aspiración de la sociedad turca, que busca recuperar un clima de serena convivencia en la vida cotidiana, marcado por la paz y las libertades civiles fundamentales después de un año de terror “institucionalizado”. 

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