17/02/2016, 14.38
SIRIA – LIBANO
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Yo, musulmán en las cárceles del Estado islámico por haber dibujado a la Virgen María

de Nour Braïdy

El testimonio de Khalifa el-Khoder, que pasó siete meses en una prisión de los yihadistas. La causa de su arresto fue la de haber dibujado una imagen de la Virgen en una pared de Alepo, como signo de paz. Él cuenta que hay mezquitas transformadas en cárceles, celdas repletas de prisioneros y las torturas son a diario.

Beirut (AsiaNews/OLJ)- Por la primera vez Khalifa el-Khoder, un sirio de 21 años, cuenta sobre sus siete, largos meses de cárcel en manos del Estado islámico. Él recuerda aún con nitidez las celdas en las cuales estuvo detenido, los gritos de los prisioneros torturados, el agrio olor que le impregnaban las narices. La causa de su descenso al infierno, para él que es musulmán, fue la de haber dibujado una imagen de la Virgen María en una pared de Alepo y que lo hizo como un signo de paz.

Hoy publicamos la primera parte de este testimonio. Por gentil concesión de L´Orient-Le Jour. Aquí el artículo original

 

Khalifa el-Khoder había apenas cumplido veintiún años cuando su vida cambió totalmente. Era junio del año 2014, en el dique de Tal Jijan en la provincia de Alepo. Un marroquí, miembro de la organización Estado islámico (EI) lo acusó diciéndole: “Toma tus cosas y baja”. Este fue el inicio de siete, largos meses de cárcel, durante los cuales descubriría la naturaleza de su “crimen”: “haber dibujado a la Virgen en una pared en Alepo”.

El descenso a los infiernos para este joven sirio, originario de Raqqa, comenzó un año antes, en el mes de abril de 2013, pocos meses antes de la batalla de Alepo que llevará a la ciudad a un torbellino de violencia que provocará un éxodo masivo de cristianos. Mientras, se encarnizaban los combates entre el ejército sirio y los rebeldes. Khalifa es musulmán. Para este estudiante de sociología, dibujar a la Virgen es un mensaje de paz para el mundo.

En el año 2014, Khalifa vivía solo en la así llamada “Alepo liberada” (la zona bajo control del Free Syrian Army, ndr). Sin embargo, él realiza frecuentes viajes a Raqqa para observar los cambios en su ex ciudad, terminada en manos de Daesh (acrónimo árabe del Estado islámico) en junio del mismo año. “Después de cada uno de mis viajes de ida y vuelta- narra al L´Orient-Le jour, podía observar los cambios radicales en la auto proclamada capital del EI: sus paredes estaban pintadas de negro, el número de los extranjeros que vivían en su interior no dejaba de aumentar…”.

 

“Pasar de un mundo a otro”

El 3 de junio, después de una noche transcurrida con amigos, Khalifa decide ir temprano a Raqqa, pasando por precaución como de costumbre por Manbij (en la provincia de Alepo). Pero esta vez, en el primer control del EI, en Tal Jijan, el furgón donde se encontraba se detiene. Un miliciano marroquí del EI, acompañado por un sirio y por un niño, le ordena que descienda. Cuando sale del furgón, Khalifa está aterrorizado y se dijo: “Para mí está terminado, soy hombre muerto”.

El joven es llevado a una mezquita, que funciona como prisión. “No lograba caminar, ni siquiera sentía mi cuerpo. Me parecía que pasaba de un mundo a otro”.

Khalifa es rodeado, desnudado e interrogado. “Dije sólo que estaba yendo a Manbij, para ducharme y lavar la ropa, porque en aquel momento no había agua en Alepo. Me preguntaron si había rezado y les respondí que no. Entonces me mandaron a rezar. Mi oración fue una oración de adiós”. Sin entender qué estaba sucediendo a su alrededor, Khalifa es acusado de todo tipo de mal, entre ellos el de ser un miembro del frente de al-Nusra (rivales del Estado islámico en territorio sirio, ndr). Sin haber siquiera tener el tiempo de hacerse preguntas, Khalifa se encuentra a bordo de un automóvil manejado por un tunecino.

 

“Querían que me matasen”

Destino. La cárcel de al-Bad, al norte de Alepo, un antiguo palacio de justicia transformado por el Free Syrian Army y luego por el EI en un centro de detención. Sin darle el tiempo de pronunciar una sola palabra, el joven sirio es tirado dentro de una celda de menos de diez metros cuadrados, al interior de la cual se encuentran ya otros diez prisioneros, todos guerrilleros del FSA. Transcurrirá allí un mes entero, antes de ser transferido a otra celda de ochenta metros cuadrados con noventa prisioneros y luego a otra aún que mide menos de cuarenta metros cuadrados, en la cual hay otros cincuenta y cinco presos. Según él, este pasar de una celda a la otra es un método usado por el EI para impedir que puedan hacerse amigos entre los detenidos.

Desde los primeros días de su detención, Khalifa recuerda en particular la puerta de su celda. “Esta puerta me paralizaba, me sofocaba. Trascurría mis jornadas con la cabeza pegada a la pared. Estaba en un punto en el cual deseaba que me matasen”.

Poco a poco, Khalifa se adapta a la prisión y se doblega a sus reglas. “La oración era obligatoria, de lo contrario la tortura”, cuenta el ex detenido. La comida la daban dos veces por día. “Por la mañana teníamos derecho a un pedazo de pan con un poco de mermelada o un huevo y a la noche un poco de arroz. Con los documentos que eran de los tiempos en los cuales la prisión era un palacio de justicia, Khalifa se construye cucharas para poder comer.

“Cada cuarenta días – recuerda - nos daban una maquinilla de afeitar que debía ser usado por cinco personas. Si alguno se cortaba del todo la barba, era llevado a la sala de las torturas, porque teníamos que cortarnos sólo los bigotes, los pelos entre las piernas y bajo las axilas”.

Khalifa duerme en el suelo, con una bolsita de zapatos como almohada.

 

Si el sufrimiento tiene una voz ...

Durante su estancia, Khalifa logra establecer vínculos con algunos prisioneros. "He tenido éxito - dice - para construir un tablero de ajedrez y hablado a menudo de lo que haría una vez que salga". En su opinión, los detenidos de entre 15 y 70 años han sido "en la mayoría de los chabbiha (milicianos pro-Assad) y los combatientes de la FSA". También incluye los funcionarios detenidos por EI después de votar a favor de la reelección de Bashar al-Assad como jefe de Estado.

Cada semana un yihadista entra en la celda y llama a algunos detenidos. "Nunca volvieron sabemos que fueron ejecutados". Un día en agosto de 2014, los prisioneros sienten los guardias de fiesta y reían. Ellos sólo habían detenido a un japonés. Haruna Yukawa sería ejecutado en enero de 2015.

Incluso más traumático que la risa de los carceleros, el grito de dolor de los prisioneros torturados. "Si el sufrimiento tiene una voz, es ese", dijo Khalifa. "Cada día oía a los detenidos gritando el nombre de Allah y los verdugos gritando Estado islámico". A continuación, el detenido debía contestar "permanecerá". Para tratar de olvidar, Khalifa escuchar las grabaciones puestas a disposición de los reclusos. "Podríamos elegir entre los himnos del Daesh y los cursos sobre el Islam. Yo los aprendí de memoria".

Los alaridos persiguen a Khalifa. También el olor. "El hedor de los excrementos, sudor, nuestra ropa sucia y moho nunca ha salido de mis fosas nasales. La celda equipada con un solo baño, no estaba aireada. Era oscuro y sucia. Estábamos bajo tierra y, en verano, el calor era sofocante".

Después de 50 días de cautiverio, Khalifa sufre el primer interrogatorio Al igual que todas las sesiones siguientes, fue interrogado por un hombre enmascarado, de nacionalidad siria. "Me dijo que sabía todo sobre mí y me golpeó con una manguera verde, para que confesara". Pero Khalifa no dice una sola palabra. Unas semanas más tarde, un miembro del EI entra en la celda, lo mira a los ojos y luego lanza la acusación: "¿Quién diseñó la Virgen? ¿Probablemente está lamiendo las botas de los ‘nasrani' (cristianos)? ". En ese momento, Khalifa no tiene duda: ha llegado el momento de pasar a la sala de torturas.
 

(continua)

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