09/06/2016, 11.24
HONG KONG-CHINA
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“En los frágiles discapacitados de Hong Kong veo el rostro de Jesús”

El p. Giosué Bonzi, misionero del Pontificio Instituto de las Misiones Extranjeras, festeja sus 50 años de sacerdocio, de los cuales cuarenta y nueve han sido pasados en la ex colonia británica: “Apenas llegué no lograba comprender cuál era la contribución que yo podría dar”. Con el tiempo y a través del sufrimiento, incluso físico, nace un proyecto destinado a dejar un gran signo: la Fu Hong Society, que hoy se ocupa de reintegrar a la sociedad a miles de personas con discapacidad.

Hong Kong (AsiaNews)- Apenas llegado a Hong Kong, 49 años atrás, el p. Giosué Nonzi no tenía ni idea de cuál sería su contribución en la evangelización de los chinos: “Me sentía superado por la impotencia, y los primeros problemas físicos de mi columna no ayudaban a la situación. Me dirigía a mi Superior General del PIME de entonces, Mons. Pirovano y le pedí permiso para volver a Italia o ser destinado a un lugar donde pudiera hacer algo más. Me respondió: “¡Te envié donde quiero que tú estés. Y entonces quédate allí. Chau! Fue el inicio de un nuevo y largo camino”.

El p. Bonzi está en Italia para festejar sus cincuenta años de sacerdocio, y narra a AsiaNews una vida de misión y de “maravillosos encuentros guiados por el Espíritu”. Primero y ante todo, el encuentro con China: “En los años en que frecuentaba el seminario, se cantaba pidiendo la ayuda de Jesús para poder llevar el Evangelio a las “hordas de infieles”. El Concilio Vaticano II aún debía llegar, y el concepto de misión en aquel tiempo era muy distinto a cómo hoy se lo concibe. Diría, por suerte, porque fue justamente el Concilio que adaptó la Iglesia y la misión al mundo”.

Esto no quita que el primer impacto con la misión “en el campo” fue de una enorme envergadura: “Cuando llegué a Hong Kong había dentro del Pime dos “grupos” distintos de co-hermanos, que juntos, superábamos las setenta unidades. Por una parte, estaban los expulsados de China, los “patriarcas” de la misión en China y, por otra, nosotros, numerosísimos jóvenes. Después de la respuesta del Superior no tuve más dudas acerca de “dónde” estaba mi misión, pero permanecía siempre la cuestión sobre el “modo”.

En un primer tiempo “había pensado en la hipótesis de trabajar como obrero- en esos tiempos Hong Kong estaba en el pleno boom industrial- pero una hernia de disco me bloqueó. Tuve más de veinte operaciones quirúrgicas por diversos motivos, y ciertamente que un trabajo manual no estaba entre mis posibilidades. Viví un momento de desaliento debido a esto, pero sentía que mi camino por algún lado andaría. También dentro de esta duda vino en mi ayuda la Providencia, que me hizo encontrar junto a mí y por algunos años al recordado p. Enea Tapella. Fue él quien me alentó a emprender la vía y el camino, y a compartir la vida con los más frágiles de Hong Kong”.

El co-hermano del PIME, fue de hecho- estamos en los años sesenta- quien inició un primer recorrido de integración para los discapacitados y minusválidos del Territorio: “El estigma social y la reclusión en la cual vivían eran realmente terribles. Era difícil ver discapacitados por las calles, y los padres los tenían escondidos como si fuesen una vergüenza. Junto al p. Enea habíamos iniciado algunas pequeñas actividades para integrar a estas personas, empezando por los más jóvenes”

Un accidente se lo lleva al p. Tapella con sólo cuarenta y ocho años de edad: “Su larga agonía y muerte me han empujado cada vez más en pos de la actividad iniciada por y sobre todo, a una la reflexión sobre el tema de la evangelización y del rol de los más pequeños, débiles y “frágiles en la misión de la Iglesia”. Además del testimonio del misionero, el p. Bonzi tiene la fortuna de encontrar o conocer los escritos de Jean Vanier -al cual conoció en Francia, en Trosly-Breuil- y al sacerdote de origen holandés, el p. Henry J.M. Nouwen, famoso docente en la “Yale Divinity School” por sus muchos libros de espiritualidad, los cuales leí en su mayoría.

En el pedido vi también a la Madre Teresa: “La encontré por poco tiempo en Hong Kong, pero pude servir como confesor de sus hermanas de la comunidad principal en el Territorio”. Después, el ejemplo permanente de sus discapacitados: “Son los recursos más preciosos que la Providencia me pone a disposición, para una comprensión más profunda. En sus fragilidades, en sus discapacidades veo el rostro de Jesucristo”.

Justo para ayudarlos, nace por los esfuerzos de los padres Bonzi y Tavella, hace casi cuarenta años, la Fu Hong Society: “La primera tarea era la de ayudar a los discapacitados y a sus familias en las dificultades de la vida cotidiana. Con el tiempo, crecimos y fuimos creando casas-familias, estructuras de apoyo para los discapacitados mentales y  fuimos llevando adelante actividades de reinserción para aquellos que tenían discapacidades”.

La Fu Hing de Hong Kong hoy cuenta con casi mil operadores, empleados de tiempo completo. “Son ellos los que ayudan a las casi cuatro mil personas, por le general discapacitados mentales y ex pacientes dados de alta de los hospitales psiquiátricos: la finalidad es siempre la de la rehabilitación y la de la inclusión en la comunidad”. Las casas-familias, por razones obvias, son de número reducido, son fundamentales: “Yo vivo en una de estas casas, que tratan de ser “puentes” entre las estructuras de salud y el mundo. Para las personas que ayudamos, representan el momento más delicado y más importante”.

Pero la estructura se expande: “Desde abril de 1978 viajo al interior de China y desde 1990 dirijo el Comité de la “FHS” para los “Intercambios de Programas” con China, Macao y Taiwán. Hemos podido abrir centros y estructuras en todo el mundo chino, y ahora esta obra festeja sus cuarenta años. Casi que no parece verdad”. En Macao los asistidos son casi trecientos, y es también relevante el compromiso nacido en 2010 con la ciudad china de Nanking: “La diócesis abrió una estructura similar a la nuestra, llamada “Arca de Nanjing” (Nanjing Fangzhou). Por pedido suyo, iba allá para ayudar en la formación del personal y en el asesoramiento referido a la gestión de los Centros y de la Asociación de Padres, acompañándo cada vez a los expertos voluntarios, que en general, son de la Fu Hong.

Pero lo más importante y aquello por la cual el p. Bonzi agradece a Dios, “es siempre el privilegio de acompañar y de ser acompañado por los amigos discapacitados, quienes me educan y me hacen sentir que Él está realmente siempre con nosotros, cada día, si sabemos reconocerlo allí donde Él decidió hacerse encontrar, en los pequeños del Reino”.

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