“El desafío está aquí: hallar lo original en la vida, no la copia. ¡Jesús no ofrece sucedáneos, sino vida verdadera, amor verdadero, riqueza verdadera!”. Que el Mundial de fútbol que se juega en Rusia, pueda ser una “ocasión de encuentro, de diálogo y de fraternidad entre culturas y religiones diversas, favoreciendo la solidaridad y la paz entre las naciones”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “¿Qué camino recorrer?” y “si los jóvenes no están hambrientos de vida auténtica” sino que “se destruyen yendo tras cosas efímeras”, “¿a dónde irá la humanidad?”. Es lo que se preguntó el Papa Francisco en una reflexión dedicada al “desafío de toda existencia: el deseo de una vida plena, infinita”, y a la respuesta que viene de Jesús, que “¡no ofrece sucedáneos, sino vida verdadera, amor verdadero, riqueza verdadera!”. Comentando la parábola del joven rico, con la cual resaltó el valor de una “vida plena”, el Papa Francisco hoy dio inicio a un nuevo ciclo de catequesis, dedicado a los Mandamientos.
Un encuentro marcado por la presencia de un grupo de jovencitos con gorros amarillos, que estuvieron junto al Papa durante toda la audiencia general.
Dirigiéndose a las 20.000 personas presentes en plaza San Pedro, el Papa también recordó que mañana se inaugura el Campeonato Mundial de fútbol en Rusia. “Que esta importante manifestación deportiva –fue el deseo por él expresado- pueda volverse una ocasión de encuentro, de diálogo y de fraternidad entre culturas y religiones diversas, favoreciendo la solidaridad y la paz entre las naciones”.
El caso del joven rico, fueron las palabras de Francisco, muestra “el encuentro entre Jesús y un hombre que, de rodillas, le pregunta cómo puede heredar la vida eterna (cfr. Mc 10,17-21). En aquella pregunta está el desafío de toda existencia: el deseo de una vida plena, infinita. ¿Cómo hacer para llegar allí? ¿Qué camino recorrer? Vivir, pero de verdad, vivir una existencia noble… ¡Cuántos jóvenes buscan ‘vivir’ y terminan destruyéndose por ir detrás de cosas efímeras! Algunos –siguió diciendo- piensan que es mejor apagar este impulso, porque es peligroso. Quisiera decir, especialmente a los jóvenes: nuestro peor enemigo no son los problemas concretos, por más serios o dramáticos que éstos sean: el mayor peligro es una adaptación, en el mal sentido, que no es ni mansedumbre ni humildad, sino mediocridad, pusilanimidad. El Beato Pier Giorgio Frassati decía que se necesita vivir y no sólo mantenerse a flote”. “Necesitamos pedir al Padre celestial que done, a los jóvenes de hoy, esa sana inquietud, la capacidad de no contentarse con una vida sin belleza, sin color”. “Si los jóvenes ya no están hambrientos de vida, ¿a dónde irá la humanidad? ¡A dónde habrá de ir con jóvenes quietos, no-inquietos!”
“La pregunta de aquél hombre del Evangelio está dentro de cada uno de nosotros: ¿cómo se encuentra la vida, la vida en abundancia? Jesús le responde: «Tú conoces los mandamientos» (v. 19), y cita una parte del Decálogo. Es un proceso pedagógico, con el cual Jesús quiere guiarlo a un lugar preciso; de hecho, queda claro, con la pregunta, que ese hombre no tiene una vida plena. Entonces, ¿qué es lo que debe entender? Le responde: «Maestro, todas estas cosas las he observado desde mi juventud» (v. 20). ¿Cómo se pasa de la juventud a la madurez? Cuando se empieza a aceptar los propios límites. Es el pasaje de la juventud a la madurez. Uno se vuelve adulto cuando relativiza y toma conciencia de ‘lo que falta’ (cfr. v. 21). Este hombre se ve obligado a reconocer que todo lo que él puede ‘hacer’ no supera cierto “techo”, no va más allá de un margen. ¿Qué bello es ser hombres y mujeres! ¡Qué invalorable es nuestra existencia! Y sin embargo, hay una verdad que en la historia de los últimos siglos el hombre frecuentemente ha rechazado, con trágicas consecuencias: la verdad de sus límites, de los propios límites”.
“Jesús, en el Evangelio, dice algo que puede ayudarnos: «No crean que yo he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento» (Mt 5,17). Jesús el Señor dona el cumplimiento, ha venido para esto. Ese hombre debía llegar ante el umbral de un salto, donde se abre la posibilidad de dejar de vivir para sí mismo, de las propias obras y de los propios bienes y –justamente, porque carece de una vida plena- dejar todo, para seguir al Señor. A buen entendedor, en la invitación final de Jesús -inmensa, maravillosa- no está la propuesta de la pobreza, sino de la riqueza, la verdadera [riqueza]: «Hay algo que te falta: ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y entonces tendrás un tesoro en el cielo; y luego, ¡ven! ¡Sígueme!» (v. 21). Pudiendo optar entre un original y una copia, ¿quién elegiría la copia? Éste es el desafío: encontrar el original de la vida, y no una copia. Jesús no ofrece sucedáneos, sino vida verdadera, amor verdadero, ¡riqueza verdadera! Los jóvenes, ¿cómo habrán de seguirnos en la fe si no nos ven optar por el original, si, en cambio, nos ven adictos a las medias tintas? Se necesita el ejemplo de alguien que me invite a un ‘ir más lejos’, a un ‘más’. Es feo cuando nos encontramos con cristianos a medias, cristianos ‘que se quedaron cortos’. San Ignacio llamaba a estos ‘magis’, «el fuego, el fervor de la acción, que sacude a los somnolientos»”.
“El camino de lo que falta pasa por aquello que hay. Jesús no ha venido para abolir la Ley o los Profetas, sino para dar cumplimiento. Debemos partir de la realidad, para dar el salto en ‘aquello que falta’. Debemos escudriñar lo ordinario para abrirnos a lo extraordinario. En esta catequesis tomaremos las dos tablas de Moisés siendo cristianos, de la mano de Jesús, para pasar de las ilusiones de la juventud, al tesoro que está en el cielo, caminando detrás de Él. Descubriremos, en cada una de esas leyes, antiguas y sabias, la puerta abierta del Padre que está en los cielos, para que el Señor Jesús, que la ha cruzado, nos conduzca a la vida verdadera. A su vida. La vida de hijos de Dios”.