En 2022 nacieron menos de 100.000 bebés, algo que no ocurría desde 1940. El Ministerio de Salud quiere introducir controles sobre los medicamentos abortivos. Moscú tiene una de las legislaciones más proabortistas del mundo. La Iglesia Ortodoxa presiona para cambiarla.
Moscú (AsiaNews) - El ministro ruso de Salud, Mikhail Muraško, que comenzó su carrera médica como obstetra y ginecólogo, emitió en los últimos días, anuncios en los que hace un llamado a las mujeres rusas para que se animen a tener más hijos. Calificó de "práctica reprochable" la tendencia de las mujeres a buscar la autosuficiencia y ganarse la vida por su cuenta, antes de ocuparse de la planificación familiar.
Muraško también añadió que se introducirían, como parte de las medidas para salvaguardar la seguridad de los ciudadanos, controles muy estrictos sobre los medicamentos para la interrupción del embarazo. La Duma de Moscú también se hace eco de las preocupaciones del ministerio, y los diputados del partido "Hombres Nuevos" han elaborado un proyecto que entregarán al gobierno, por el que las estudiantes que den a luz durante sus estudios recibirían un subsidio especial que las eximiría del pago de las tasas escolares y universitarias.
Todas estas iniciativas pretenden afrontar la crisis demográfica, un problema del que se viene hablando en Rusia desde hace más de 20 años, pero que se hace cada vez más dramático como consecuencia de la pandemia y la guerra en curso. En los últimos años, el gobierno y las instituciones estatales han competido por encontrar nuevas propuestas para fomentar la fertilidad, desde la exclusión de los abortos de la salud pública hasta subvenciones de todo tipo para quienes abandonen la decisión de interrumpir un embarazo.
El control de los fármacos abortivos ha desatado encendidas reacciones en las redes sociales, dando lugar a las más diversas interpretaciones, e incluso se habla en la prensa de una "prohibición de la anticoncepción". En realidad, como explica la experta en ginecología Olja Krumkač en una entrevista a Novaja Gazeta, las declaraciones ministeriales no hablan de anticonceptivos, sino sólo de medios abortivos que no se encuentran en las farmacias, pero que son encargados por el médico tras un examen especializado. Incluso ahora, estos preparados están sometidos a un control muy estricto en las grandes ciudades, especialmente en Moscú y San Petersburgo.
La finalidad de los controles es principalmente obtener más datos estadísticos sobre las interrupciones médicas del embarazo, operación bastante complicada debido al cruce de datos entre clínicas públicas y privadas, dado que en Rusia la práctica del aborto está muy extendida y arraigada en la mentalidad popular, como secular herencia soviética. Por cierto, los medicamentos abortivos también se utilizan en la práctica obstétrica con otros fines y, en cualquier caso, los centros privados son bastante reacios a revelar los datos de sus pacientes. Las mismas indicaciones ministeriales especifican que el procedimiento de interrupción médica del embarazo "no implica influencias nocivas sobre la función reproductora tras el tratamiento".
La legislación rusa sobre el aborto sigue siendo hasta hoy una de las más liberales del mundo: las mujeres pueden abortar hasta la duodécima semana, sin justificación ni procedimiento alguno, y en las semanas siguientes se permite según parámetros sociales, como la consecuencia de una violación o el riesgo para la salud y la vida de la mujer. Ahora se intenta introducir restricciones, pero siempre "sin vulnerar los derechos y libertades de las mujeres". Quienes impulsan la prohibición del aborto son los servidores del culto de las distintas religiones, especialmente la Iglesia Ortodoxa, pero también políticos y parlamentarios, y exponentes de los grupos nacionalistas más radicales.
El Patriarca Cirilo de Moscú insiste a menudo en la prohibición de abortar en clínicas privadas, donde "los mercaderes de la medicina engordan con el sufrimiento de las mujeres", e incluso en la salud pública, propone que la solicitud de aborto incluya también una "entrevista con un sacerdote o un psicólogo". La Iglesia ortodoxa también propone que el consentimiento para abortar no se limite a la mujer, sino que incluya también la voluntad del padre, aunque no se especifica en qué medida está vinculada al vínculo matrimonial, un tema aún más lábil e indefinido en Rusia. Desde muchos sectores se condena la "ideología sin hijos", aunque médicos y sociólogos objeten que históricamente la prohibición del aborto nunca ha disminuido el número de abortos, en ningún país del mundo.
Todos los apelos de Putin, Cirilo y otras figuras públicas a aumentar la fecundidad, prometiendo ayudas y subvenciones del Estado y de diversas instituciones, durante las dos últimas décadas no han dado ningún resultado. En 2022, Rusia batió un récord negativo de natalidad, con menos de 100.000 niños nacidos, como no ocurría desde 1940, porque "las mujeres ya no quieren tener hijos antes de los 30 años", se repite en muchos círculos, y la guerra, desde luego, no atrae a los jóvenes.