La República Islámica está en ebullición en vísperas del primer aniversario del asesinato de la joven kurda de 22 años a manos de la policía moral. El último fin de semana las autoridades del suroeste del país arrestaron a seis personas acusadas de "organizar" disturbios para conmemorarlo. Un tío de la joven víctima también ha desaparecido. Los últimos episodios de una larga cadena de terror y represión que ya ha causado más de 500 muertes. Aunque en este momento la crisis económica en Irán opaca los derechos.
Milán (AsiaNews) - Arrestos, clausura de medios cercanos al ala reformista e incluso de un parque de diversiones porque no aplicaban las normas sobre el uso obligatorio del velo (símbolo de opresión) para las mujeres, sumado a misteriosas desapariciones de activistas o de familiares de las víctimas. Teherán se acerca al primer aniversario de la muerte de Mahsa Amini, la joven kurda de 22 años asesinada por la policía moral el 16 de septiembre del año pasado mientras se encontraba detenida por no llevar correctamente el hijab, y las autoridades han intensificando la represión con el propósito de evitar nuevas protestas. La versión oficial de la muerte afirma que fue un "infarto" debido a una enfermedad previa, declaraciones desmentidas por la familia y por las crónicas de los periodistas -posteriormente detenidos y acusados de ser "espías" a sueldo de potencias extranjeras- según las cuales el cadáver presentaba claros signos de violencia y malos tratos en la cabeza y el cuerpo.
El último fin de semana las autoridades del suroeste del país arrestaron a seis personas acusadas de "organizar" revueltas en memoria de Mahsa Amini. Y los Guardianes de la Revolución (Pasdaran) de las provincias de Kohgiluyeh y Boyerahmad han bloqueado cinco páginas de redes sociales que aplaudían la protesta, intentando, también en este caso, cortar de raíz cualquier brote de tensión. Son los últimos episodios de una larga cadena de terror y represión.
“Women, Life, Freedom”
"Las mujeres iraníes están dispuestas a manifestarse, están dispuestas a salir nuevamente a la calle, aunque paguen muy caras" las consecuencias, junto "con sus familias". La activista estadounidense de origen iraní Masih Alinejad, que fue arrestada en 1994 por criticar al gobierno y es una de las voces más autorizadas de la disidencia, ha creado la campaña "My Stealthy Freedom" que invita a las mujeres iraníes a publicar fotografías sin el hiyab. Ella está segura de que la revuelta está bullando y a punto de estallar de nuevo contra los ayatolás, para celebrar la memoria y el sacrificio de la jóven kurda y de todos aquellos que, antes y después de ella, decidieron luchar incluso a costa de sus vidas por los derechos y la libertad. En declaraciones a Voice of America (VOA), la periodista y escritora, perseguida por los servicios iraníes, que ya intentaron matarla, habla de una República Islámica "atemorizada por la disidencia".
Por su parte, la respuesta de las autoridades en las últimas semanas se ha caracterizado por los arrestos y el endurecimiento de las leyes y controles. “Los iraníes - explica Alinejad - saben que [bajo este régimen] el pueblo está destinado a sufrir. Luchan por la dignidad, y por eso no temen mostrar el rostro delante de la policía moral". Teherán responde con mano de hierro, intensificando la represión. Quiere cortar de raíz las voces críticas para evitar que se repitan las manifestaciones masivas que entre septiembre y diciembre de 2022 paralizaron el país e hicieron temblar a los dirigentes en el poder. La activista iraní-estadounidense afirma con seguridad que "el pueblo iraní cree que algún día podrá triunfar" y "todos se beneficiarán con la caída de estos bárbaros asesinos".
Una era de represión
Sin embargo, en este momento la situación es muy diferente, porque el régimen religioso y ultraconservador mantiene su control del poder y cualquier ceremonia de conmemoración de Mahsa Amini podría convertirse en un baño de sangre. Entre los arrestos más destacados se encuentra el de un familiar cercano de la joven kurda: según informó Ashkan Amini, hermano de Mahsa, a RFE/RL, la policía detuvo a su tío Safa Aeli en la ciudad natal de Saghez, en el noroeste, y todavía lo mantiene retenido a pesar de que no tenían una orden de arresto. Safa Aeli ya estaba siendo espiado por los servicios de seguridad y se desconoce su paradero. En agosto el abogado de la familia, Saleh Nikbakht, fue acusado de "propaganda contra el sistema"; actualmente se encuentra en libertad bajo fianza y está a la espera del juicio. A principios de septiembre la policía arrestó al padre y a la hermana de Mohammad Hassanzadeh, un joven asesinado el año pasado durante la etapa más sangrienta de la protesta. Ambos fueron llevados a un lugar desconocido y no se sabe cuáles son los cargos en su contra.
Para Teherán las manifestaciones son obra de gobiernos extranjeros y potencias occidentales que quieren socavar los cimientos de la República Islámica y sus principios. Por eso se ha usado masivamente la fuerza en los últimos meses y el saldo ha sido muy elevado: más de 500 personas, en su mayoría ciudadanos corrientes, a menudo mujeres o muy jóvenes -entre ellos 71 menores- murieron a manos de la policía; cientos de heridos, muchos de ellos de gravedad (la lesión más común es la pérdida de uno o ambos ojos por las balas de goma); miles de detenidos y personas desaparecidas, una tendencia preocupante que continúa en la actualidad. Entre las personas arrestadas en los últimos días se encuentra, en efecto, un joven de 18 años que perdió la vista el 25 de noviembre de 2022, cuando recibió un disparo a quemarropa de un agente con ropas civiles. Lo hirieron durante las celebraciones por el triunfo de la selección iraní contra Gales en el Mundial de Qatar, que habían pasado de festejos a protestas y enfrentamientos en las calles, también reprimidos en forma sangrienta. Pero el régimen no olvida: el 4 de septiembre Parsa Ghobadi fue detenido por agentes de seguridad cuando se encontraba en el lugar de trabajo de su padre y trasladado a un lugar desconocido. Una larga cadena de terror y represión, que ha llevado incluso a los talibanes afganos a criticar a Teherán por el uso excesivo de la fuerza.
El régimen y el “after day”
El polvorín iraní está a punto de estallar de nuevo, acorralado entre la lucha de un pueblo y la política opresiva de un régimen para el cual la violencia y la opresión son la única forma de sobrevivir. Sin embargo, en el frente internacional varias fuerzas se han movilizado para tratar de crear, hasta ahora sin éxito, una alternativa a los ayatolás. Una de las entidades más activas es Israel y su ministro de Inteligencia Gila Gamliel, quien la semana pasada se reunió en Londres con activistas iraníes en el exilio, periodistas y personalidades disidentes para "establecer canales públicos". Fuentes reproducidas por al-Monitor recuerdan que, desde su nombramiento, el ministro israelí ha interactuado en varias ocasiones con iraníes en el exilio, además de ejercer presión sobre la Unión Europea para que declare organización terrorista al Cuerpo de los Guardianes de la Revolución (los Pasdaran). Actividades denunciadas por Teherán, que también acusa al Estado judío de llevar a cabo ataques y sabotajes contra su programa nuclear y los proyectos de defensa, como parte de una estrategia más amplia orientada a "cambiar el régimen".
A pesar de la valentía que han demostrado, los manifestantes y la protesta en sí misma carecen de líderes con autoridad (a diferencia de lo que ocurrió en las protestas de 2009, aunque varios referentes de la Ola Verde terminaron luego en prisión) y tienden a vacilar en sus objetivos. Las principales reivindicaciones se refieren a la libertad y los derechos de las mujeres, el hiyab y el código de vestimenta, e incluso el propósito de derrocar el régimen y alentar el regreso del sha en la persona del príncipe heredero Reza Pahlavi. Sin embargo, el eje entre militares y religiosos sigue siendo sólido, así como el apoyo del ejército al líder supremo Ali Jamenei a través de los Pasdaran. La policía moral ha vuelto a patrullar las calles, ayudada por el creciente número de cámaras de vigilancia. Un año después del asesinato de Mahsa Amini, la cuestión del velo -al igual que la de los derechos- sigue siendo un tema abierto, pero corre el riesgo de verse eclipsado por la grave crisis económica. Zahra, un ama de casa de 41 años (que prefiere mantener su apellido en reserva), dijo a la AFP que "los problemas económicos" son "mucho más importantes que el hijab". Desde el año pasado la moneda local se ha derrumbado -un dólar vale 500 mil riales- y ha perdido casi el 70% de su valor. El velo es "un problema secundario y personal", añade Raha, contadora de 34 años, porque "la economía empeora día a día" y es lo primero que hay que resolver, y después "trabajar gradualmente en los problemas sociales".
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