Papa: la comunión de los santos une el cielo y la tierra y no es destruida por la muerte
"Nosotros aquí en la tierra, junto a aquellos que ya han entrado en la eternidad, formamos una sola gran familia, Se mantiene esta familiaridad". Rezar por Jerusalén, "en estos días testigo de diversas tensiones, para que pueda ser siempre signo y anticipo de la paz que Dios desea para toda la familia humana"

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Un auspicio de paz para Jerusalén, sacudida por los enfrentamientos entre palestinos y fuerzas de seguridad israelíes, y un reflexión sobre la comunión de los santos, "que une el cielo y la tierra" fueron los temas tocados hoy por el Papa Francisco en el Ángelus de la solemnidad de todos los santos.

"Los primeros 2 días del mes de noviembre- dijo el Papa a las 30 mil personas presentes en la plaza de S. Pedro- constituyen para nosotros un momento intenso de fe, de oración y de reflexión sobre las "cosas últimas" de la vida. De hecho, celebrando, a todos los Santos y conmemorando a todos los fieles difuntos, la Iglesia peregrina en la tierra vive y expresa en la Liturgia el vínculo espiritual que la une a la Iglesia celestial. Hoy alabamos a Dios por la innumerable cantidad de los santos y de las santas de todos los tiempos: hombres y mujeres comunes, simples, a veces "últimos" para el mundo, pero "los "primeros" para Dios. Al mismo tiempo ya recordamos a nuestros queridos difuntos visitando los cementerios". Lo hará también el Papa, que ha recordado que hoy por la tarde visitará el cementerio romano del Verano. " Y es motivo de gran consolación- continuó- pensar ¡que ellos están en compañía de la Virgen María, de los Apóstoles, de los mártires y de todos los santos y santas del Paraíso!".

"La solemnidad de hoy nos ayuda así a considerar una verdad fundamental de la fe cristiana, que nosotros profesamos en el Credo: la comunión de los santos. ¿Qué significa esto? Es la comunión que nace de la fe y une a todos aquellos que pertenecen a Cristo en fuerza del bautismo. Se trata de una unión espiritual, todos estamos unidos, que no es destruida por la muerte, sino que continúa en la otra vida. De hecho, subsiste una unión indestructible entre nosotros vivientes en este mundo y aquellos que ya han traspasado el límite de la muerte. Nosotros aquí en la tierra, junto a aquellos que ya han entrado en la eternidad, formamos una sola gran familia. Se mantiene esta familiaridad".

"Esta maravillosa comunión entre el cielo y la tierra en el modo más alto e intenso en la Liturgia, y sobre todo en la celebración de la Eucaristía, que expresa y realiza la más profunda unión entre los miembros de la Iglesia. En la Eucaristía, de hecho, nosotros encontramos a Jesús vivo y su fuerza, y a través de Él entramos en comunión con nuestros hermanos en la fe: aquellos que viven con nosotros en la tierra y aquellos que nos han precedido en la otra vida, la vida sin fin. Esta realidad nos llena de alegría: es hermoso tener tantos hermanos en la fe que caminan al lado nuestro, nos sostienen con su ayuda y junto a nosotros recorren el mismo camino hacia el cielo. Y es consolador saber que hay otros hermanos que ya han alcanzado el cielo, nos esperan y rezan pos nosotros, para que juntos podamos contemplar eternamente el rostro glorioso y misericordioso del Padre".

"En la gran asamblea de los santos, Dios quiso reservar el primer lugar a la Madre de Jesús. María está en el centro de la comunión de los santos, como singular custodia del vínculo de la Iglesia universal con Cristo, del vínculo de la familia. Ella es la madre, nuestra madre. Para quien quiere seguir a Jesús en el camino del Evangelio, ella es la guía segura, la primera discípula, la madre premurosa y atenta, a la cual confiar todo deseo y dificultad".

De Jerusalén, el Papa Francisco habló después de recitar el Ángelus. "La liturgia de hoy- dijo- habla de la gloria de la Jerusalén celestial. Los invito a rezar para que la Ciudad santa, querida a hebreos, musulmanes y cristianos, que en estos días fue testigo de diversas tensiones, pueda ser siempre más signo y anticipación de la paz que Dios desea para toda la familia humana".

Un pensamiento, final, el Papa Francisco lo dedicó a la beatificación de hoy en Vitoria, en España del mártir Pedro Asúa Mendía, fusilado en 1936, durante la guerra civil española. "Sacerdote humilde y austero, predicó el Evangelio con la santidad de vida, la catequesis y la dedicación a los pobres y los necesitados. Arrestado, torturado y asesinado por haber manifestado su voluntad de permanecer fiel al Señor y a la Iglesia, representa para nosotros un admirable ejemplo de fortaleza en la fe y de testimonio en la caridad".