Roma (AsiaNews)- Las fiestas de Pascua y sobre todo el triduo pascual (Jueves, Viernes y Sábado Santo), celebran la victoria de la vida sobre la muerte y del amor sobre el odio por parte de Jesús, el Hombre-Dios. Por esta victoria él acepta pasar a través de las experiencias más amargas reservadas a un ser humano: la soledad, el abandono, la traición, las injurias, torturas, hasta la pena capital de la cruz. La Iglesia el Viernes santo, el día en el cual se recuerda la pasión y muerte de Jesús, usando las palabras del profeta Isaías, define a su Señor que va al patíbulo como “un cordero va al matadero”, una “oveja muda delante de sus esquiladores” (Is. 53,7).
Este “mutismo” del Cordero, este su o abrir la boca, este su pasar a través de la maldad de los hombres en la firme obediencia al mandato del amor de su Padre es una característica de Jesús en la pasión y en la sepultura. Pero el silencio de la víctima sacrificial es la otra cara del compromiso de Dios. Justamente en el silencio se envuelve el sepulcro sucede y es obra del Padre lo más imprevisible: hacer brotar la vida de la misma muerte; el triunfo de la luz sobre las tinieblas que habían tragado a la humanidad.
Esta victoria del Padre sobre el silencio de la muerte da esperanza a nosotros que venimos a conocer y a informar sobre las muchas persecuciones a las cuales están sometidos los cristianos de Asia y del mundo: el silencio de los cristianos coptos egipcios decapitados en las costas de Libia; el de los miles de cristianos nigerianos masacrados por el terrorismo de Boko Haram; el silencio de los prófugos de Mosul, echados de sus propias tierras.
Pero existe un silencio que no es para la vida y sucede cuando la suerte de tantos cristianos (y no sólo la de ellos) es escondida por motivos políticos, diplomáticos, económicos o de antipatía. En esos casos no es el Padre quien obra, sino Pilato o Judas, o uno de los pusilánimes discípulos. Hablando el 15 de marzo pasado, después del atentado a las dos iglesias en Lahore en Paquistán, el Papa Francisco dijo: “Los cristianos son perseguidos. Nuestro hermanos derraman su sangre sólo por el hecho de ser cristianos”. Él invitó a rezar para que “esta persecución contra los cristianos, que el mundo trata de ocultar, termine”.
El ocultar o esconder se convirtió ya en un elemento de la globalización. Baste pensar en China: en pocas semanas 2 sacerdotes en Harbin fueron secuestrados por la policía; el Obispo Cosme Shi Enxiang (quizás) murió y el gobierno no consigna el cadáver a los familiares; un pastor protestante de Wenzhou fue condenado por haber intentado frenar la demolición de su iglesia; un monje budista arriesga morir por las torturas sufridas en 15 años de prisión y pocos, realmente pocos medios difunden estas noticias, se ponen la mordaza, prefiriendo quemar incienso al gigante económico chino, tan útil en los momentos de crisis. Lamentablemente para quien ama el silencio, la libertad religiosa es la máscara tornasol para los derechos humanos y antes o después, con esa son quemadas también las otras libertades, también la económica.
En el silencio de la muerte de Cristo, el Padre obra y da la vida. En el silencio de tantas persecuciones, por ejemplo las de Medio oriente, el occidente permanece inmóvil. Es probable que esto suceda no por un sentido de impotencia, sino por un chantaje que algunos países árabes hacen sobre las economías europeas, que en vez de dirigir las fuerzas contra el terrorismo internacional del Estado islámico, dirige su apoyo ciego a los poderes autoritarios y sunnitas, cuya ideología wahabita es tan cercana a la del Isis.
En estos tiempo ya en Europa también la libertad religiosa está en peligro, empujando hacia una sociedad en la cual las religiones en general (cristianos, budistas, musulmanes,…) las vayan encerrando en el ámbito privado y en el silencio, para tener las manos libres para manipular la opinión pública con grandes promesas de nuevas libertades y nuevos derechos y pocos hechos de bien común.
Pero también el silencio de Pascua- de la muerte aceptada por amor o infligida por el poder- Dios obra. Una esperanza indestructible surge en la mañana de Pascua y una pequeña apertura del corazón basta para invadir en un instante toda la vida. ¡Feliz Pascua!