​Papa Francisco, Raúl Castro, los cubanos: quién ganó y quién perdió
de Anonimo
El régimen mostró una faceta “tolerante”, casi como queriendo dar la impresión de hacer “tabla rasa” con su pasado de persecución a la Iglesia Católica. Es imposible reconstruir la Nación sin hacer referencia a la fe. “Servir al hombre”: una advertencia para el gobierno, pero también para la Iglesia. Un balance de la visita del Papa a la isla caribeña, realizado por una personalidad eclesial cubana comprometida en la defensa de los derechos humanos, que quiere permanecer anónima.

La Habana (AsiaNews) - Si tuviéramos que hablar en términos de “Debe” y “Haber”, a pesar de las complejidades de la economía, sería infinitamente más sencillo hacer una valoración o una evaluación. Pero cuando se trata de eventos que tienen semejante peso a nivel humano, con todos sus componentes cognitivos y, sobre todo, afectivos,  y que inciden de manera insospechadamente honda en la conciencia de un pueblo y de una cultura, resulta tarea casi imposible realizar un balance medianamente preciso.

Todo se torna más arduo cuando, como en este caso, las implicaciones de esta visita comprometen la religiosidad de un pueblo y su historia, que, en el caso cubano, tienen una matriz cristiana católica indiscutible, al punto de que no es posible entender o acercarse a nuestra historia sin citar la evangelización católica desde la época de Miguel Velázquez pasando por el período dorado de los obispos Compostela, Valdés, Santa Cruz, Espada y del insigne Varela que nos enseñó a pensar en cubano y formó a la generación de nuestros próceres, efecto que llegó al más universal de nuestros compatriotas: José Martí.

¿Quién ganó?, ¿quién perdió?... Son preguntas simplistas si se formulan en términos de “Debe” y “Haber”; pero son preguntas sabias si nos mueve al deseo de construir una patria “con todos y para el bien de todos; y que, como decía Varela, “no hay patria sin virtud ni virtud con impiedad”. Ha ganado, sin duda, el gobierno cubano, al desplegar una inaudita cobertura mediática en la cual los periodistas oficiales tenían que recurrir al P. Rolando Montes de Oca para salvar, en la medida de lo posible, el desconocimiento o las imprecisiones que lecturas apresuradas de última hora no pudieron paliar. Este despliegue mediático deja en el pueblo sencillo un mensaje claro, que pudiera formularse así: el gobierno simpatiza con la catolicidad… Para los que tenemos memoria histórica, la formulación sería un tanto diversa: es un intento de “borrón y cuenta nueva…” que, en cualquier caso es, desde una perspectiva de fe, un apreciable bien que “descongela” por más cosmético que pueda parecer… o ser.

Ha ganado la Iglesia como institución al ser reconocida, de facto, como factor social integrador o vertebrador de valores patrios enraizados en la fe cristiana católica. Este reconocimiento la compromete a ser “voz de los sin voz”, que no son pocos en nuestra realidad. 

Ha ganado el creyente medio, de cualquier creencia, al percibir en todo lo dicho un fuerte acicate para despojarse de los miedos que durante tanto tiempo pesaron sobre la expresión de la religiosidad. Han ganado las tímidas e incipientes instancias de educación informal, que, a costo de sacrificios y tras pulsos y tanteos, se han ido instaurando. Ha ganado el fuerte discurso y reclamo por la familia –tan gravemente lesionada por las políticas laborales, educativas, reproductivas, excluyentes que, en buena medida, han provocado la migración sobre todo de jóvenes en edad fértil, etc.- que desde la visita de San Juan Pablo II resonó en Santa Clara cuando dijo: “Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón”. 

Ha ganado el cuestionamiento de la Iglesia a toda la sociedad acerca de la esperanza para la juventud. Ha ganado, en el sentir popular, la percepción de que la Iglesia, institución y comunidad creyente, está del lado del pueblo, intentando servir sin afán protagónico. Pero queda como advertencia el peligro de evitar a toda costa una imagen de Iglesia como poder paralelo o, lo que es peor, la imagen de la Iglesia del “pacto colonial”. Francisco abordó este peligro al decir, con toda simplicidad: “quien no vive para servir, no sirve para vivir” y al señalar la victoria de la cultura del encuentro, del diálogo, del sistema del acrecentamiento universal… “por sobre el sistema muerto para siempre de dinastía y grupos” (José Martí)

Por último, ha ganado el pueblo cubano, el que está en Cuba y el que peregrina por los más disímiles lugares del mundo, en este exilio o migración interminable. Las palabras, las acciones y los gestos a lo largo de toda la presencia de Francisco han sido estelares. Marcan, definen un antes y un después… Ha sido misericordiosamente claro, concreto, esperanzado y esperanzador… No hay marcha atrás… Ha puesto a la persona humana, a cada persona, mirada y acariciada con cariño, en el centro de todas las relaciones y encuentros humanos… Y este es, sin duda, un don del Espíritu, un “kairós”, un tiempo de gracia. En palabras breves, ha ganado el Reino de Dios.