Moscú y Roma: historia de conflictos y diálogo
de Ieromonaco Ioann

Las buenas relaciones hasta el siglo XV. El Concilio de Florencia, la Unión de Brest y el nacimiento de las Iglesias católicas de rito oriental. La persecución anticristiana de la Unión Soviética y el conflicto entre católicos y ortodoxos en Ucrania. La misión católica en Rusia.


Roma (AsiaNews) – Damos el espacio para difundir la opinión de un religioso de la Iglesia ortodoxa rusa que, en vista del próximo encuentro entre el Papa Francisco y el Patriarca Kirill, da una reconstrucción suya de las relaciones entre Roma y Moscú.

Moscú. El anuncio fue dado: el 5 de febrero, en una conferencia de prensa especial llevada a cabo al concluirse el Sínodo de los obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el metropolita Hilarion, Presidente del Departamento para las relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú, anunció oficialmente el inminente encuentro del Patriarca de Moscú y toda Rus’,  Kirill, con el Papa Francisco.  En el marco de su viaje apostólico a México (12-18 de febrero), el Papa Francisco hará un desvío a Cuba, donde se reunirá con el Patriarca Kirill, que en esos días estará presente en la isla del Caribe, respondiendo a una invitación que le dirigiera Raúl Castro a principios de mayo.

La noticia estaba en el aire desde hace mucho tiempo, pero en los últimos días los rumores se hicieron más insistentes, a pesar de que las dos Iglesias han mantenido absoluta reserva sobre la cuestión. La semana pasada el vaticanista italiano Sandro Magister hizo clara referencia a un posible encuentro de los dos jefes religiosos en Cuba, pero de inmediato el Patriarcado de Moscú salió a desmentirlo oficialmente. Hoy, en cambio, el anuncio es oficial.

El encuentro no tiene precedentes: ningún Jefe de la Iglesia rusa se ha encontrado con el Papa, jamás.

 

La Iglesia Ortodoxa Rusa, en su relaciones con Roma, ha transcurrido muchas menos tempestades que la Iglesia madre de Constantinopla. Las Iglesias de las dos antiguas capitales del imperio, antes y después de la ruptura de 1054, han conocido innumerables choques, conflictos, excomuniones. En cuanto a la “Tercera Roma, Moscú, las cosas han marchado de manera distinta. Luego del bautismo del gran príncipe de Kiev a fines del siglo X, en la antigua Rus’ hubo una cierta difusión de traducciones y retoques de los virulentos tratados anti-latinos bizantinos.  Sin embargo, la lejanía geográfica no ofrecía ocasiones de conflicto y, al menos en los primeros cinco siglos de su historia, la Iglesia Rusa no tuvo serios enfrentamientos con Roma. Los mercaderes y viajeros occidentales, católicos, eran bien recibidos en la Rusia medieval, los peregrinos rusos, además de a Jerusalén y a Constantinopla, se dirigían también a Roma, a las tumbas de los apóstoles.   

 

En el siglo XVI, el Concilio de Florencia –poniendo a los representantes ortodoxos la Unión a la sede de Roma como condición para ayudar a Constantinopla, que estaba siendo asediada por los otomanos- signó para la Iglesia Rusa un despegue simultáneo tanto de Roma como de Constantinopla, que había aceptado la unión. El representante de la Iglesia Rusa en el Concilio de Florencia, el griego Isidoro - que el Patriarca de Constantinopla había nombrado Metropolita de Kiev y de toda Rus’, pero cuya sede ya se encontraba en Moscú- fue un convencido partidario de la Unión con Roma. En 1441, a su regreso del Concilio, entró a Moscú en procesión, precedido por una gran cruz latina, y durante su primera liturgia en la Catedral de la Ascensión del Kremlin nombró explícitamente al Papa durante las oraciones litúrgicas y proclamó en voz alta el decreto de la Unión. Tres días después, fue arrestado por el Gran Príncipe de Moscú, condenado y depuesto del clero ruso, y debió huir a Roma. Desde entonces, Moscú proclamó su autocefalia y los metropolitas rusos ya no fueron nombrados por el patriarca de Constantinopla, sino elegidos por el Gran Príncipe de Moscú. Poco más tarde, la nueva capital rusa se autoproclamó “Tercera Roma”.

La historia rusa después supo conocer un doloroso quiebre de la Iglesia, el cisma de los “Viejos creyentes”, luego, la guerra con los católicos: polacos, franceses, alemanes. A fines del siglo XVI la Rzeczpospolita, o bien el Estado nacido de la confederación entre el reino de Polonia y el gran ducado de Lituania, que prescribe a los ortodoxos de los territorios otrora rusos que han de someterse a Roma, no obstante manteniendo su propio rito: es la llamada Unión de Brest, con la cual nace el fenómeno del uniatismo. Actualmente, de casi cada Iglesia ortodoxa o antigua oriental  existe una “Iglesia católica de rito oriental” análoga, que está separada de la Iglesia oriental de origen y se halla sometida a Roma.

Luego de la revolución bolchevique, todas las Iglesias en Rusia, y luego de la Unión Soviética, fueron despiadadamente perseguidas, y al estallar la Segunda Guerra Mundial se encuentran en estado de agonía. Durante el avance alemán en los territorios de Ucrania era frecuente que los nacionalistas ucranianos, buena parte de ellos greco-católicos, recibieran con alegría a los ocupantes. Concluida la guerra, en estos mismos territorios, transformados en soviéticos, la Iglesia greco-latina fue totalmente aniquilada por el Estado, sus fieles sufrieron terribles episodios de violencia y los lugares de culto fueron otorgados a los ortodoxos. Después de la muerte de Stalin, los cristianos en la Unión Soviética conocieron nuevas persecuciones bajo Khrushchev, y luego, durante los años grises de Brezhnev, Andropov y Chernenko.

 

A partir de 1988, fecha del milenio del bautismo de la Rus’, la política del estado soviético en relación a la religión cambia radicalmente, y las Iglesias pueden retomar una existencia normal. En los primeros años de la década del Noventa, en medio del caos del colapso de la Unión Soviética, los greco-católicos ucranianos retomaron sus lugares de culto de origen, expugnándolos con el uso de la fuerza y, en ciertos lugares, no dejando iglesia alguna para los ortodoxos. En tanto, la Iglesia católica de rito latino planeó su misión en Rusia prestando poca atención a la sensibilidad ortodoxa: entusiastas sacerdotes polacos, lituanos, bielorrusos, ucranianos predicaban la “conversión de Rusia”, buscando, a menudo, hacer proselitismo entre los ortodoxos, algo que no podía dejar de irritar al Patriarcado.  Al mismo tiempo, en Ucrania, a partir de la Iglesia ortodoxa Canónica -que es parte de la Iglesia Rusa-  se dividían grupos cismáticos que se autoproclamaban independientes. Finalmente, en los últimos años, las perturbaciones políticas en Ucrania, con el cambio político, la guerra civil y la fractura interna del país, han generado tensión no sólo entre Rusia y Occidente, sino también entre las Iglesias, y en particular, entre los ortodoxos y los greco-católicos.

Tal es el telón que hace de trasfondo del encuentro de Cuba. ¿Logrará el carisma de Francisco y de Kirill dar un giro a las ofensas históricas, y hacer de dicho encuentro un momento fundacional en la historia de las relaciones entre las dos Iglesias, y no (que quede como) un gesto protocolar de la diplomacia eclesiástica?