Yo, aborigen católico, contra el ocaso de nuestra etnia
de Sun Da Chuan

Sun Da Chuan, de 62 años, es un católico aborigen de Taiwán. Las culturas tribales de la isla se encontraron en la mira de los colonizadores del S. XVI, para estar luego en la de los lo japoneses y en la de los chinos. El intento de renacer educando a los jóvenes y fortaleciendo la fe.


Taipei (AsiaNews)- Sun Da Chuan, de 62 años, es un político aborigen taiwanés. Pertenece a la tribu Puyuma. Desde 2009 a 2013 fue ministro del Consejo de los pueblos indígenas y es todavía consejero del gobierno. Se doctoró en literatura china en la National University de Taipei; en filosofía en la universidad católica Fu Ren; es doctor en sinología en la universidad de Lovaina. Le cuenta a AsiaNews sobre su experiencia  como ciudadano y como católico. A menudo marginadas, las tribus aborígenes se convirtieron en la fuerza motriz del desarrollo industrial de Taiwán, con la consiguiente urbanización y el empobrecimiento cultural de los migrantes hacia las ciudades. El temor de Sun Da Chuan es que la vida de los aborígenes desaparezca, absorbida por la cultura dominante. En Taiwán los aborígenes constituyen el 2% de la población.

Desde cuando era niño seguía las tradiciones de mi tribu, las costumbres milenarias que han marcado la vida de muchísimos antepasados y que nos unen, como aborígenes, a nuestros orígenes. En los últimos años el gobierno nos ha reconocido muchísimos derechos que antes nos eran negados.  Es algo paradójico si lo pensamos bien, porque nosotros somos los que hemos habitado estas tierras durante siglos.

Nuestros ancianos dicen que nada ni nadie logrará destruir nuestra profunda educación indígena. Todos los niños crecen marcados. Luego, al volverse más grande, uno se pregunta qué se puede hacer, cómo se puede contribuir a la sociedad.    

En todo caso, no se puede dormir uno en los laureles, porque a mí modo de ver ahora estamos en una fase de ocaso de nuestra etnia, si bien todavía hay una gran esperanza y muchísimos talentos presentes en las nuevas generaciones.

Cuando éramos pequeños teníamos miedo de que nuestro lenguaje y nuestra cultura se perdiesen, de que todas nuestras fiestas tribales y nuestras tradiciones iniciáticas y culturales se fueran a apagar. Esto sería casi como perder nuestra identidad de aborígenes. Esta amenaza a las viejas tradiciones comenzó ya hace 400 años, con la llegada de los conquistadores extranjeros del continente o de Europa. Luego, los 50 años de gobierno japonés nos vieron segregados en las montañas y sin protección por parte del gobierno, cosa de la que sí podemos gozar hoy.

Cuando era pequeño tenía este sentido de precariedad, de miedo por la desaparición de nuestras tradiciones. Quizás era un sentimiento personal mío. Pero, preguntando a mis coetáneos, también ellos advertían la misma sensación dentro de nuestra comunidad.

Nuestra generación creció estudiando japonés: era nuestra primera lengua. Yo crecí hablando japonés con los adultos de nuestra tribu junto a nuestra lengua aborigen. Luego empecé a estudiar chino desde cero. Esta fue una experiencia para nada fácil, el tener que iniciar de cero una lengua para poder comunicarme con quien no pertenecía a la tribu.

El sentimiento de que nuestra cultura se esté desvaneciendo es, lamentablemente, un punto importante. No es una exageración que estoy presentando yo, es un hecho que sentimos profundamente. La cultura dominante es algo que arriesga ingerir todo. También porque los jóvenes pueden decir: “nos convertimos y somos como los otros y olvidamos nuestras raíces”.

Hay personas que, quizás bromeando o no, me acusan ser el “Nietzsche taiwanés”, de ser demasiado pesimista respecto al futuro de la cultura aborigen. Mis amigos me dicen: “Nietzsche decía que Dios ha muerto, tú dices que nuestra cultura ya está muerta”. Pero, yo creo que estoy presentando aspectos verdaderos. Igualmente la historia continúa y en muchos casos no podemos hacer otra cosa que percatarnos de la situación y adaptarnos. Pero no podemos simplemente plegarnos al simple querer que el gobierno de turno: no se puede cancelar un a cultura. Ante todo porque ella constituye un derecho humano y en segundo lugar porque constituye una riqueza para la entera sociedad.

Respecto a mi pertenencia a la comunidad cristiana quisiera subrayar dos aspectos importantes: por un lado, nosotros estando en las llaves de comando del poder en la sociedad civil o en la jerarquía debemos considerar los derechos de cada uno, porque si se respetan los derechos de las personas, la calidad de vida de cada uno mejora y juntos se logran superar muchos desafíos. Por otro lado, es necesario ir al encuentro de las necesidades de los otros en un espíritu evangélico de aquellos que pueden sentirse marginados por el hecho de pertenecer a minorías o porque están en una situación de dificultad. Es por eso que a partir de 1993 hemos abierto una nueva revista de cultura (Mountain and Sea) para divulgar las costumbres aborígenes en un espíritu de apertura y de escucha. Teníamos necesidad de un nuevo aliento, de dar a conocer nuestra cultura, de otro modo muchos elementos se perderán.  

Luego el gobierno nos ha permitido abrir un canal televisivo: la televisión aborigen es también importantísima. Sin un canal Tv y una revista impresa para la divulgación de nuestras tradiciones, nadie escuchaba nuestra voz. Hemos hecho muchísimos programas -y acuerdos para transmitirlos- con canales aborígenes de otros países. Esto nos ha fortalecido y ha hecho conocer otras experiencias importantes.

Una de las personas que más nos ha ayudado fue nuestro obispo aborigen, Mons. Tseng, que este año se jubila. Él es un gran amigo de nuestra familia, es muy accesible y simple, encarna profundamente nuestra cultura.

Los misioneros han formado a todas nuestras generaciones, abriéndonos otros horizontes. Es gracias al esfuerzo de Mons. Tseng y de tantos otros misioneros que un tercio de los aborígenes taiwaneses es de fe católica.

Ellos han sabido penetrar nuestro lenguaje tribal con las historias de la Biblia. Nosotros hemos rezado mucho para que, también entre los obispos, hubiese uno de los nuestros, y con Mons. Tseng este deseo se cumplió.

Esto ha llevado a tener cargos importantes en la conferencia episcopal y así ver nuestras esperanzas realizadas y sobre todo hizo presente la riqueza de nuestra contribución a la comunidad cristiana y a la sociedad activa. Además, y gracias al diccionario por él realizado y a su traducción del Nuevo Testamento, hemos podido sentir aún más nuestro el mensaje de Jesús y de la Iglesia.

Juntos hemos dado inicio a muchas actividades para la  comunidad católica aborigen entera, sobre todo el encuentro bienal para todos los operadores pastorales a partir del año 1999. Esto, indudablemente mantuvo vivo el sentido de unidad de los creyentes y ha encontrado un gran apoyo por parte de la conferencia episcopal.

En lo que se refiere a la sociedad civil, las relaciones con el gobierno mejoraron muchísimo. Yo, siendo vice-presidente de la Corte de cuentas taiwanesas así muchos otros aborígenes de mi generación, hemos alcanzado puestos importantes en la administración central, algo que era impensable sesenta años atrás.

En lo que se refiere a la Iglesia, somos muy activos, pero quizás no tan activos como en el pasado. Queremos comprometernos en retomar energía como en los tiempos mejores. Todas las premisas están: solo en mi diócesis de Taidung-Hualien, los sacerdotes diocesanos son unos 40, hablan nuestra lengua, logran comunicarse muy bien con nuestros jóvenes y entienden las exigencias de nuestras familias y de nuestros ancianos. Especialmente en las comunidades montañosas, necesitan sentir que nuestra energía está presente también en la ciudad y en los centros neurálgicos de la comunidad cristiana. Como representante del gobierno y de la comunidad aborigen, yo trato de ofrecer el mejor ejemplo posible para luego pasar el testimonio a nuestros jóvenes. Estoy convencido de que también ellos darán lo mejor de sí mismos dentro de la Iglesia y de la sociedad civil en defensa de quien no tiene voz, a ejemplo de lo que está escrito en el Evangelio.

(Ha colaborado Xin Yage)