El Papa en Suecia: Bienaventurados los que rezan y trabajan por la comunión plena de los cristianos

En la primera y única misa pública celebrada en Suecia, el Papa Francisco da una lista “actualizada” de las bienaventuranzas y exalta la de la mansedumbre, “un modo de ser y de vivir que nos acerca a Jesús y nos hace estar unidos entre nosotros”. “Los santos logran cambios gracias a la mansedumbre del corazón”. El saludo al presidente y al secretario de la Federación Luterana Mundial, que asisten al rito. Los santos de la “vida cotidiana” como “esas madres y esos padres que se sacrifican por sus familias”. La oración final a la Virgen. 


Malmö (AsiaNews) – “Bienaventurados los que rezan y trabajan por la comunión plena de los cristianos”: es una nueva bienaventuranza o, mejor aún, una puesta en acto de las bienaventuranzas tradicionales, que el Papa Francisco ha propuesto hoy durante la misa celebrada en el Estadio Swedbank de Malmö, en la solemnidad de Todos los Santos. Esta celebración católica (la primera y única misa pública que él celebra en su viaje a Suecia) también está marcada por un deseo de ecumenismo y por el compromiso de buscar la unidad con los demás cristianos, y en particular con los luteranos. En la misa están también presentes el Presidente y el Secretario de la Federación Luterana Mundial, a quienes el pontífice da las gracias al final del rito.

Tomando como punto de partida el evangelio de hoy (Mateo 5,1-12) sobre las bienaventuranzas, él dijo que las mismas “son de alguna manera el carné de identidad del cristiano, que lo identifica como seguidor de Jesús. Estamos llamados a ser bienaventurados, seguidores de Jesús, afrontando los dolores y angustias de nuestra época con el espíritu y el amor de Jesús”. Por eso, él ha listado algunas actualizaciones en relación a las bienaventuranzas: “Bienaventurados los que soportan con fe los males que otros les infligen y perdonan de corazón; bienaventurados los que miran a los ojos a los descartados y marginados mostrándoles cercanía; bienaventurados los que reconocen a Dios en cada persona y luchan para que otros también lo descubran; bienaventurados los que protegen y cuidan la casa común; bienaventurados los que renuncian al propio bienestar por el bien de otros; bienaventurados los que rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos... Todos ellos son portadores de la misericordia y ternura de Dios, y recibirán ciertamente de él la recompensa merecida”.

Pero de todas las bienaventuranzas, que “son el perfil de Cristo”, él subraya sobre todo el “bienaventurados los mansos”. “La mansedumbre – dijo - es un modo de ser y de vivir que nos acerca a Jesús y nos hace estar unidos entre nosotros; logra que dejemos de lado todo aquello que nos divide y enfrenta, y se busquen modos siempre nuevos para avanzar en el camino de la unidad, como hicieron hijos e hijas de esta tierra, entre ellos santa María Elisabeth Hesselblad, recientemente canonizada, y santa Brígida, Brigitta Vadstena, co-patrona de Europa. Ellas rezaron y trabajaron para estrechar lazos de unidad y comunión entre los cristianos. Un signo muy elocuente es el que sea aquí, en su País, caracterizado por la convivencia entre poblaciones muy diversas, donde estemos conmemorando conjuntamente el quinto centenario de la Reforma. Los santos logran cambios gracias a la mansedumbre del corazón”.

Esa santidad, precisó, “tal vez, no se manifiesta en grandes obras o en sucesos extraordinarios, sino que sabe vivir fielmente y día a día las exigencias del bautismo”. “Una santidad – agregó - hecha de amor a Dios y a los hermanos. Amor fiel hasta el olvido de sí mismo y la entrega total a los demás, como la vida de esas madres y esos padres, que se sacrifican por sus familias sabiendo renunciar gustosamente, aunque no sea siempre fácil, a tantas cosas, a tantos proyectos o planes personales”.

“Nosotros nos necesitamos unos a otros para hacernos santos”, concluyó el Papa. Y sin “temores políticos”, invitó a los presentes a dirigirse a la Virgen: “A nuestra Madre del cielo, Reina de todos los Santos, le encomendamos nuestras intenciones y el diálogo en busca de la plena comunión de todos los cristianos, para que seamos bendecidos en nuestros esfuerzos y alcancemos la santidad en la unidad”.

Al término de la celebración, antes de la bendición final, el Papa Francisco una vez más exhortó a trabajar por la unidad entre los cristianos: “Doy gracias a Dios –dijo- por haberme dado la oportunidad de venir a esta tierra y encontrarme con ustedes, muchos de los cuales provienen de diversas partes del mundo. Como católicos formamos parte de una gran familia, sostenida por una misma comunión. Los animo a vivir su fe en la oración, en los Sacramentos y en el servicio generoso ante quien tiene necesidad y sufre. Los aliento a ser sal y luz en medio de las  circunstancias que les toca vivir, con su modo de ser y actuar, al estilo de Jesús, y con gran respeto y solidaridad con los hermanos y hermanas de las otras iglesias y comunidades cristianas y con todas las personas de buena voluntad”.

Y al introducir la oración mariana del Angelus, encomendó una vez más el trabajo ecuménico a la Virgen María: “En nuestra vida no estamos solos, tenemos siempre el auxilio y la compañía de la Virgen María, que se nos presenta hoy como la primera entre los Santos, la primera discípula del Señor. Nos abandonamos a su protección y le presentamos nuestras penas y alegrías, nuestros temores y anhelos. Todo lo ponemos bajo su amparo, con la seguridad de que nos mira y nos cuida con amor de madre. Queridos hermanos, les pido que no olviden rezar por mí. Yo los tengo también muy presentes en mi oración. Y ahora saludemos juntos a la Virgen con la oración del Angelus”.