Papa: es “indispensable” que haya un sistema normativo para proteger la naturaleza

Hablando ante la Pontifica Academia de Ciencias, Francisco vuelve a evidenciar hasta qué punto “la sumisión de la política a la tecnología y a las finanzas” queda demostrada por la falta o demora en la aplicación de los acuerdos sobre la tutela del ambiente o bien por las “continuas guerras de predominio enmascaradas de nobles reivindicaciones”.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Es “indispensable” crear, con la colaboración de los científicos,  “un sistema normativo que incluya límites inviolables y asegure la protección de los ecosistemas, antes de que las formas de poder derivadas del paradigma tecno-económico produzcan daños irreversibles no sólo al ambiente, sino también a la convivencia, a la democracia, a la justicia y a la libertad”. Fue lo que subrayó el Papa Francisco en el discurso dirigido a los participantes en la sesión  plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias en torno al tema Ciencia y Sostenibilidad. Impacto de los conocimientos científicos y de la tecnología sobre la sociedad humana y sobre su ambiente.

En su intervención, Francisco volvió a evidenciar cómo “la sumisión de la política a la tecnología y a las finanzas” queda demostrada por la falta o bien por la demorada aplicación de los acuerdos sobre tutela del ambiente o por las “continuas guerras de predominio, enmascaradas de nobles reivindicaciones”.

“Como nunca había ocurrido antes, en nuestra época se hace evidente la misión de la ciencia al servicio de un nuevo equilibrio ecológico global” dijo el Papa. “Y al mismo tiempo, se está manifestando una renovada alianza entre la comunidad científica y la comunidad cristiana, que ven convergir sus diferentes aproximaciones a la realidad rumbo a esta finalidad compartida de proteger la casa común, amenazada por el colapso ecológico y por el consiguiente aumento de la pobreza y de la exclusión social”.

“En la Encíclica Laudato si’ he afirmado que «estamos llamados a ser los instrumentos de Dios Padre para que nuestro planeta sea lo que él soñó al crearlo, y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud» (n. 53). En la modernidad hemos crecido pensando que somos los propietarios y dueños de la naturaleza, autorizados a saquearla sin tener ninguna consideración por sus potencialidades secretas y leyes evolutivas, como si se tratase de un material inerte a disposición nuestra, produciendo, entre otras cosas, una gravísima pérdida en términos de biodiversidad.  En realidad, no somos custodios de un museo y de sus obras maestras, que debemos desempolvar cada mañana, sino que somos los colaboradores de la conservación y del desarrollo del ser y de la biodivesidad del planeta y de la vida humana presente en el mismo. La conversión ecológica, capaz de regir el desarrollo sostenible, comprende, de manera inseparable, tanto asumir plenamente nuestra responsabilidad humana en relación a lo creado y a sus recursos, así como la búsqueda de la justicia social y la superación de un sistema inicuo que produce miseria, desigualdad y exclusión.  En síntesis, diría que compete ante todo a los científicos, que actúan libres de intereses políticos, económicos o ideológicos, construir un modelo cultural para hacer frente a la crisis del cambio climático y a sus consecuencias sociales, a fin de que las enormes potencialidades productivas no queden reservadas para sólo unos pocos. Así como la comunidad científica, a través de un diálogo interdisciplinario interno, ha sabido estudiar y demostrar la crisis de nuestro planeta, de la misma manera hoy está llamada a construir un liderazgo que indique soluciones en general y en particular sobre los temas que han de ser afrontados en vuestra sesión plenaria:  el agua, las energías renovables y la seguridad alimentaria. Se torna indispensable crear, con vuestra colaboración, un sistema normativo que incluya límites inviolables y asegure la protección de los ecosistemas, antes de que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecno-económico produzcan daños irreversibles no sólo al ambiente, sino también a la convivencia, a la democracia, a la justicia y a la libertad”.   

“En este panorama general, ha de destacarse la débil reacción de la política internacional –aunque existen honrosas excepciones- respecto a la voluntad concreta de perseguir el bien común y los bienes universales, y la facilidad con la cual son desatendidos los fundados consejos de la ciencia sobre la situación del planeta. La sumisión de la política a la tecnología y a las finanzas, que buscan ante todo el beneficio, queda demostrada por la ‘distracción’ o por la demora en la aplicación de los acuerdos mundiales sobre el ambiente, además de por las continuas guerras de predominio enmascaradas de nobles reivindicaciones, que causan daños cada vez más graves al ambiente y a la riqueza moral y cultural de los pueblos”.  

“Pero a  pesar de todo esto, no perdemos la esperanza, y tratamos de aprovechar el tiempo que el Señor nos brinda. Además hay muchos signos alentadores de una humanidad que quiere reaccionar, optar por el bien común, regenerarse con responsabilidad y solidaridad. Junto a los valores morales, el proyecto sostenible e integral es capaz de dar a todos los científicos, y en particular a aquellos que son creyentes, un fuerte impulso para investigar”.