La Grande y Santa Semana de la Iglesia ortodoxa rusa
de Vladimir Rozanskij

Este año coinciden las fechas de la Pascua ortodoxa y la católica. Dos mil jóvenes fieles en procesión para pedir la vuelta del retorno total al culto de la iglesia de S. Petersburgo. La elaborada preparación del Mirón, el olio santo del Jueves Santo con el cual se ungían también a los zares. Algunos mártires del período soviético fueron “bajados de clase” a simples a “víctimas de la represión”.


Moscú (AsiaNews)- Este año los cristianos rusos católicos y ortodoxos se preparan juntos para los ritos pascuales. Como sucede cada cinco o seis años, en 2017 la fecha coincide para todas las confesiones cristianas. La Grande Y Santa Semana- como es denominada en el rito bizantino (también con el título de “Semana Auténtica” o “de Pasión”.- vio tres hace días las multitudes de los fieles reunidos con ramas de sauces (el olivo no crece en Rusia) en procesión alrededor de las iglesias ortodoxas, pero también en aquellas católicas (una 300 en todo el país).

La iglesia de S. Isaac vuelve a los fieles  

Una procesión muy especial se desarrolló en S. Petersburgo, bajo la guía del metropolita Varsonofij: por tres veces seguidas un cortejo de más de dos mil personas, mitad de los cuales menores de 15 años, agitó en forma de fiesta los símbolos del recibimiento de Cristo en Jerusalén, alrededor de la catedral de S. Isaac, todavía destinada a museo. La Iglesia Ortodoxa  está pidiendo con insistencia la restitución total para el culto cristiano. Se trata de una grandiosa de fines del S.XIX, que en las poderosas columnas y que en el perfil de la cúpula imita a la basílica de S. Pedro de Roma, internamente revestida de preciosísimos mármoles y piedras raras. Hasta hoy, la catedral funcionaba como museo de la arquitectura de los tiempos zaristas (en el período soviético, en la cima de la cúpula oscilaba el más grande “péndulo de Foucault” del mundo y sólo un altar lateral era reservado al culto en horarios determinados. A diferencia de la catedral del SS. Salvador en Moscú, hecha explotar por Stalin como demostración y pomposamente reconstruida en los años Noventa, la gran iglesia de S. Petersburgo se salvó de la destrucción por sus particulares cualidades arquitectónicas y ahora se espera pueda volver a las funciones declaradas por la gran inscripción en mármol de la fachada: “Mi casa es la casa de Dios”.

El Mirón del Patriarca

En Moscú el Patriarca Kiril inició el Lunes Santo la grandiosa ceremonia de la consagración de los olios santos, que se concluirá mañana, Jueves Santo, llamada “Rito de la Preparación del Mirón”. El Mirón es el término con el cual en el rito bizantino se distingue el Santo Crisma para las celebraciones sacramentales y es preparado con una especial mezcla de unas 50 esencias en base de aceite de oliva, con extractos de hierbas y resinas de suaves perfumes. La fusión en el fuego dura tres días, del lunes al miércoles, para ser consagrada la mañana del jueves; el procedimiento es tan complejo que no se lo realiza todos los años, sino una vez cada tres-cuatro años. El equipo para la fusión se encuentra sólo en Moscú, en el monasterio de S. Dimitri Donskoj, desde donde el Mirón es distribuido a todas las Eparquías y parroquias de Rusia.

En el pasado el Mirón servía también para consagra a los zares. El Patriarca aprovechó la ocasión para dirigir una llamada a los gobernantes y a todos los hombres llamados a realizar funciones de poder poniendo en luz el ejemplo de humildad de Jesús, recibido con realeza en Jerusalén y luego crucificado por la gente. Según Kirill, el hombre de poder que sabe conservar el espíritu de humildad permanece como un modelo para el pueblo entero, también después de haber concluido sus funciones: como ejemplo de “poder cristiano”, el Patriarca citó al famoso líder ruso, Aleksander Suronov, el último “generalísimo” antes de Stalin, ganador de muchas guerras contra turcos y polacos y protagonista de la primera “guerra mundial”, la Guerra de los Siete Años (1756-1763), Surovov es una figura muy conocida también entre los italianos, al cual dirigió una Proclama en 1799 durante la Campaña de Italia, insistiendo sobre los valores religiosos del pueblo italiano.

Mártires auténticos y no

Justamente en estos días, en espera de la celebración del Sacrificio de Cristo fue anunciada una decisión más bien singular por parte de la Comisión Sinodal para la causa de los Santos del Patriarcado de Moscú, presidido por le metropolita Juvenalij: algunos mártires del período comunista, ya elevados al honor de los altares, fueron “de-canonizados”, o sea reducidos al simple rol de simples víctimas de las represiones, sin la palma del martirio. El motivo de tal elección se remonta a la compleja discusión sobre el valor de los testigos del período soviético y de los lager estalinianos, donde no siempre es fácil distinguir el testimonio de la fe de la simple oposición contra-revolucionaria, cuando incluso por el colaboracionismo con los mismos torturadores. Después de años de continuas y rápidas canonizaciones, sobre las alas del entusiasmo post-comunista, en el último decenio se proveyó a una atenta revisión de tales procesos, con una progresiva restricción de acceso a los archivos y a los documentos, que en los años noventa fueron abiertos a  cualquiera quisiese consultarlos; no casualmente, la semana pasada el mismo presidente Putin asumió también el cargo de Director del Archivo de Estado, que conserva los fondos más importantes y delicados, como los de la represión soviética.

La canonización de los mártires del S. XX, por otro lado, es una cuestión complicada también en campo occidental, en lo que se refiere a las presiones del fascismo, del nazismo, de la guerra civil española y otras. El sistema de los campos de concentración hacían casi imposible poder recibir adecuadas informaciones y testimonios sobre las personas perseguidas y condenadas a muerte, quizás con ejecuciones colectivas del tipo de las cámaras de gas nazis o de las fusilamientos de masa españolas. La Iglesia católica, que atribuye al acto de la canonización un valor de infalible, jamás realizó la revocación de una de ellos. En la Iglesia ortodoxa rusa se recuerda la famosa canonización de Anna Kashinskaja en 1677, casi treinta años después de su proclamación: en el relicario que contenía el cuerpo de la santa, se notaba que su mano formaba el signo de la cruz con dos dedos, prohibida por el Concilio de Moscú en 1666 como signo de herejía de los viejos –creyentes, que no habían aceptado la reforma litúrgica que imponía los “tres dedos”.