Los 800 años de la custodia de Tierra Santa: una ‘semilla germinada’ por la intuición de San Francisco

La indicación del santo, que invitaba a “sumergirse, sin riñas ni disputas” en la misión. La tutela de los sitios sagrados, la ayuda brindada a las comunidades locales y a los necesitados. Los franciscanos han permanecido en Siria para estar cerca de las personas que sufren, a pesar de los peligros. El diálogo entre los cristianos y con las “religiones mayoritarias” de Tierra Santa.  


Jerusalén (AsiaNews) – Han pasado 800 años desde que la orden de los frailes menores se estableció en Tierra Santa. Una presencia constante dedicada al servicio de los lugares santos, de la comunidad cristiana y de los necesitados. Para el custodio, el Pbro. Francesco Patton, desde 1217 se prosigue una historia que ha sido vivida bajo el signo del diálogo, y que ha germinado en virtud de la intuición que supo tener San Francisco, quien hablaba de sumergirse en la realidad donde se misiona “sin riñas ni disputas”.  

La orden de los frailes menores, fundada en el año 1209, se abrió a la evangelización misionera allá por 1217. Con el capítulo general de aquel año, la orden pasó a dividirse en provincias, entre ellas, la “de Ultramar”, que luego fue denominada la de “Tierra Santa”. San Francisco la visitó entre 1219 y 1220, cuando se reunió con el sultán Malik al-Kamil en el delicado contexto de las Cruzadas, pidiéndole permiso para que él, sus co-hermanos y peregrinos pudiesen visitar Tierra Santa.

Al ser entrevistado por AsiaNews, el custodio quiso recordar las celebraciones llevadas a cabo en Jerusalén entre el 16 y el 18 de octubre, con la participación del Card. Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación de las Iglesias Orientales, y fray Michael Perry, ministro general de la orden de los frailes menores. Para la ocasión, el Papa Francisco envió un mensaje en el cual alienta a los franciscanos “a perseverar con alegría en la tarea de sostener a nuestros hermanos, sobre todo a los más pobres y débiles, en la educación de la juventud, en la acogida de los ancianos y en el cuidado de los enfermos, viviendo concretamente las obras de misericordia en la vida cotidiana”.

Para el P. Patton, el deber de los franciscanos es ser “una presencia fraterna en el signo de Pentecostés, una fraternidad internacional”. Una definición global necesaria, porque ayuda “a superar a tentación de encerrarse dentro de las identidades culturales y étnicas”.

La tarea de la Custodia es proteger los lugares sagrados, cerca de 70 santuarios, y sostener a la comunidad cristiana local a través de las parroquias de Tierra Santa. Y luego están las obras sociales, que buscan acercarse a las personas en dificultades. El Card. Sandri, al igual que el Papa, tuvo que dar gracias a los Franciscanos por haberse quedado en Siria, incluso a costas de su misma vida. En un convenio realizado el 17 de octubre, el prefecto recordó a aquellos que han “vivido un auténtico martirio de sangre”, como los sacerdotes Francois Mourad y Frans Van der Lugt y aquellos que han “sostenido el testimonio de la dedicación cotidiana”.  

Otra actividad fundamental de la Custodia es la que realiza en las escuelas, no sólo “porque son los lugares donde se da la educación de la juventud, sino también porque [allí] tiene lugar la convivencia entre cristianos y musulmanes”.

“En el origen de la presencia [franciscana] hay una semilla que se ha desarrollado a lo largo de siglos, y de la cual nacen frutos. Nosotros hemos crecido a raíz de una intuición de San Francisco: servir, evitando riñas y disputas”. La presencia franciscana en Tierra Santa se ha desarrollado como una presencia de amor por esta tierra, porque son los lugares de la encarnación, que nos recuerdan que el cristianismo no se basa en un mito, sino en un evento histórico. Y también un amor por quien vive, ha vivido y vivirá en esta tierra”.

“En los años venideros, permanecerá el servicio a los santuarios, a las comunidades locales, a las personas que sufren”, continúa el padre Patton. “los frutos siguen siendo éstos, aunque cambien los contextos y las personas que necesitan ser acogidas y  sostenidas”.  

Para la Custodia, es indispensable el diálogo y la colaboración con las demás confesiones cristianas, con las cuales hay “muy buenos vínculos” desde que se procedió a restaurar el Edículo del Santo Sepulcro en Jerusalén. Además, gracias a la Asamblea de los líderes cristianos, cuando se producen “situaciones de dificultad, tratamos de tener posiciones unitarias y de sostenernos mutuamente. Es un buen camino. En las celebraciones también han estado presentes los representantes de las otras comunidades”.  

Igual de importante es el diálogo con las religiones “mayoritarias”, la judía y la islámica, que superan con creces a la cristiana, que sólo llega al 2% de la población de Tierra Santa. “El diálogo continúa a través de organismos especializados y en la vida de todos los días, en las ocasiones que se presentan. Este año hemos tenido la oportunidad de reflexionar con musulmanes y judíos acerca del tema ecológico, e incluso hemos hallado una sintonía en el cuidado de la creación. Luego están las posibilidades que se presentan en la vida cotidiana: los estudiantes de las escuelas [franciscanas] son en su mayoría musulmanes, estos chicos recorren todo el camino escolar con nosotros a lo largo de 13 años, y de esta manera se facilita un diálogo, ya desde la infancia”.

 “Seguiremos con esta celebración, pero no como una celebración triunfalista, sino como un modo de recuperar, en nuestra memoria, las motivaciones y los estímulos para estar presentes [aquí] hoy en día, con compromiso y dedicación. En dos años se cumplirán 800 años de la llegada de San Francisco a Tierra Santa, y de su encuentro con el sultán, que es el ícono del diálogo inter-religioso dado en [el marco de] un respeto recíproco. Estas celebraciones seguirán siendo un estímulo para [ponerse] al servicio de todos por amor a Dios, y para cultivar cada vez más los caminos del diálogo, porque nunca se dialoga lo suficiente”, concluye el padre Patton.