Estuvo dedicada a los jóvenes la última misa celebrada por el Papa Francisco en Myanmar, desde donde partió rumbo al país limítrofe, Bangladesh. ‘Ser discípulos misioneros’, mensajeros del alegre anuncio de Jesús, sobre todo para vuestros coetáneos y amigos. No tengáis miedo de hacer lío, de plantear preguntas que hagan pensar a la gente. Y no os preocupéis si a veces sentís que sois pocos y dispersos. El Evangelio siempre crece a partir de pequeñas raíces”.
Yangon (AsiaNews) – Llevad el Evangelio “a vuestros hermanos y hermanas que sufren y que necesitan vuestras oraciones y vuestra solidaridad, pero también vuestra pasión por los derechos humanos, por la justicia y porque crezcan el amor y la paz que Jesús nos da: amor y paz”. Estuvo dedicada a los jóvenes la última misa celebrada por el Papa Francisco en Myanmar, desde donde partió rumbo al país limítrofe, Bangladesh, segundo y última etapa de este, su 41er viaje fuera de Italia.
En la catedral neogótica de Rangún, dedicada a la Inmaculada Concepción, Francisco fue recibido por miles de jóvenes con ánimo festivo, a los cuales invitó a hacerse portadores de la Buena Noticia entre sus coetáneos y en la sociedad de su país, sin que los atemorice el hecho de ser pocos y a veces, incomprendidos.
De esta manera, partiendo de una frase de la Carta de San Pablo a los Romanos: ‘¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!’, dirigiéndose a los presentes, el Papa dijo: “Queridos jóvenes de Myanmar, después de haber escuchado vuestras voces y haberos oído cantar hoy, os aplico a vosotros esas palabras. Sí, son hermosos vuestros pasos; vuestra presencia es hermosa y alentadora, porque nos traéis ‘buenas noticias’, la buena nueva de vuestra juventud, de vuestra fe y de vuestro entusiasmo. Así es, vosotros sois una buena noticia, porque sois signos concretos de la fe de la Iglesia en Jesucristo, que nos hace experimentar un gozo y una esperanza que nunca morirán. Algunos se preguntan cómo es posible hablar de buenas noticias cuando tantas personas a nuestro alrededor están sufriendo. ¿Dónde están las buenas noticias cuando hay tanta injusticia, pobreza y miseria que proyectan su sombra sobre nosotros y nuestro mundo? Quiero que de aquí salga un mensaje muy claro. Quiero que la gente sepa que vosotros, muchachos y muchachas de Myanmar, no tenéis miedo a creer en la buena noticia de la misericordia de Dios, porque esta tiene un nombre y un rostro: Jesucristo. Como mensajeros de esta buena nueva, estáis listos para llevar una palabra de esperanza a la Iglesia, a vuestro país y al mundo”.
“Quiero también plantearos un desafío. ¿Escuchasteis con atención la primera lectura? Allí, san Pablo repite tres veces la palabra «sin». Es una palabra sencilla, pero que nos hace pensar sobre nuestro papel en el proyecto de Dios. En efecto, Pablo propone tres preguntas que yo quiero dirigir a cada uno de vosotros personalmente. La primera, ¿cómo puede alguien creer en el Señor sin haber oído hablar de él? La segunda, ¿cómo puede alguien oír hablar del Señor sin un mensajero que lo anuncie? Y la tercera, ¿cómo puede haber un mensajero sin ser enviado? (cf. Rm 10,14-15). Me gustaría que todos vosotros pensarais profundamente en estas preguntas. ¡Pero no tengáis miedo! Como buen padre (¡aunque mejor sería decir abuelo!), no quiero dejaros solos ante estas preguntas”.
La respuesta a la primera pregunta de San Pablo: “¿Cómo me puede alguien creer en Él sin haber oído hablar de él?” ha de ser buscada en la autenticidad. “Nuestro mundo está lleno de ruidos y distracciones, que pueden apagar la voz de Dios. Para que otros se sientan llamados a escucharlo y a creer en él, necesitan descubrirlo en personas que sean auténticas. Personas que sepan escuchar”. Para serlo, Francisco recomienda “hablar” con Jesús y también “con los santos, nuestros amigos del cielo, que pueden ayudarnos”.
“La segunda pregunta de Pablo es: ‘¿Cómo van a oír hablar de Jesús sin un mensajero que lo anuncie?’. Esta es una gran tarea encomendada de manera especial a los jóvenes: ser ‘discípulos misioneros’, mensajeros de la buena noticia de Jesús, sobre todo para vuestros compañeros y amigos. No tengáis miedo de hacer lío, de plantear preguntas que hagan pensar a la gente. Y no os preocupéis si a veces sentís que sois pocos y dispersos. El Evangelio siempre crece a partir de pequeñas raíces. Por eso haceos oír. Os pido que gritéis, pero no con vuestras voces, no, quiero que gritéis, para ser con vuestra vida, con vuestros corazones, signos de esperanza para los que están desanimados, una mano tendida para el enfermo, una sonrisa acogedora para el extranjero, un apoyo solícito para el que está solo”.
“La última pregunta de Pablo es: ‘¿Cómo puede haber un mensajero sin que sea enviado?’. Al final de esta Misa, todos seremos enviados, para llevar con nosotros los dones que hemos recibido y compartirlos con los demás. Esto puede provocar un poco de desánimo, ya que no siempre sabemos a dónde nos puede enviar Jesús. Pero él nunca nos manda sin caminar al mismo tiempo a nuestro lado, y siempre un poquito por delante de nosotros, para llevarnos a nuevas y maravillosas partes de su reino. ¿Cómo envía nuestro Señor a san Andrés y a su hermano Simón Pedro en el Evangelio de hoy? « ¡Seguidme! », les dice (cfr. Mt 4,19). Eso es lo que significa ser enviado: seguir a Cristo, y no lanzarnos por delante con nuestras propias fuerzas. El Señor invitará a algunos de vosotros a seguirlo como sacerdotes, y de esta forma convertirse en ‘pescadores de hombres’. A otros los llamará a la vida religiosa, a otros a la vida matrimonial, a ser padres y madres amorosos. Cualquiera sea vuestra vocación, os exhorto: ¡sed valientes, sed generosos y, sobre todo, sed alegres!”.
Al término de la celebración, a las 12.45 hora local, Francisco llegó al aeropuerto internacional de Rangún, desde donde partió rumbo a Bangladesh. A las 15, hora local, el avión llegó al aeropuerto internacional de Dacca.