Papa: que el sacerdote esté cerca con el acompañamiento, la confesión y la predicación

Al celebrar la Misa crismal, Francisco invitó a los curas a meditar sobre la “cercanía sacerdotal”. “Cuando la gente dice de un sacerdote que ‘es cercano’ suele resaltar dos cosas: la primera es que ‘siempre está’ (contra el que ‘nunca está’: ‘Ya sé, padre, que usted está muy ocupado’, suelen decir). Y la otra es que sabe encontrar una palabra para cada uno”.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La “cercanía sacerdotal” – que evoca las palabras de María en Caná, ‘Hagan todo lo que Jesús le diga’- debe manifestarse en el ámbito del acompañamiento espiritual, en el de la confesión y en el de la predicación. Es el tema de la meditación que el Papa Francisco propuso a los sacerdotes presentes en la basílica de San Pedro en la Misa crismal.

Durante el rito, que precede al inicio del Triduo pascual, en las catedrales de todo el mundo, los sacerdotes, junto a su obispo, renuevan las promesas realizadas en el momento de su ordenación, y se hace la bendición del aceite de los catecúmenos y de los enfermos, así como del crisma usado para las confirmaciones y para la ordenación sacerdotal. Así ocurrió también en la basílica de San Pedro, que estuvo colmada con unos 1600 sacerdotes de la diócesis de Roma, reunidos con su obispo, que es el Papa. Y en a ocasión, el servicio de diaconía fue encomendado a siete diáconos del Pontificio Instituto de las Misiones en el extranjero (PIME), provenientes de África, Asia, América Latina y Central.

En la homilía, Francisco –que esta tarde celebrará la Misa de la Cena del Señor en la cárcel romana de Regina Caeli, durante la cual presidirá el rito del lavatorio de pies a algunos detenidos- tomó como punto de partida, el Evangelio de hoy, donde se narra que Jesús habló en la sinagoga de Nazaret.

Jesús, dijo, “habría podido perfectamente ser un escriba o un doctor de la ley, pero quiso ser un ‘evangelizador’, un predicador callejero, el ‘portador de alegres noticias’ para su pueblo, el predicador cuyos pies son hermosos, como dice Isaías (cf. 52,7). Esta es la gran opción de Dios: el Señor eligió ser alguien cercano a su pueblo. ¡Treinta años de vida oculta! Después comenzará a predicar. Es la pedagogía de la encarnación, de la inculturación; no solo en las culturas lejanas, también en la propia parroquia, en la nueva cultura de los jóvenes...”.

“La cercanía es más que el nombre de una virtud particular, es una actitud que involucra a la persona entera, a su modo de vincularse, de estar a la vez en sí mismo y atento al otro. Cuando la gente dice de un sacerdote que ‘es cercano’ suele resaltar dos cosas: la primera es que ‘siempre está’ (contra el que ‘nunca está’: ‘Ya sé, padre, que usted está muy ocupado’, suelen decir). Y la otra es que sabe encontrar una palabra para cada uno. ‘Habla con todos’, dice la gente: con los grandes, los chicos, los pobres, con los que no creen... Curas cercanos, que están, que hablan con todos... Curas callejeros.”.

Como el apóstol Felipe, que iba de un lugar a otro, predicando en todas las ciudades, “anunciando la Buena Nueva de la Palabra” y éstas “se llenaban de alegría”.

“La cercanía es la clave del evangelizador porque es una actitud clave en el Evangelio (el Señor la usa para describir el Reino). Nosotros tenemos incorporado que la proximidad es la clave de la misericordia, porque la misericordia no sería tal si no se las ingeniara siempre, como ‘buena samaritana’, para acortar distancias. Pero creo que nos falta incorporar más el hecho de que la cercanía es también la clave de la verdad. ¿Se pueden acortar distancias en la verdad? Sí se puede. Porque la verdad no es solo la definición que hace nombrar las situaciones y las cosas a distancia de concepto y de razonamiento lógico. No es solo eso. La verdad es también fidelidad (emeth), esa que te hace nombrar a las personas con su nombre propio, como las nombra el Señor, antes de ponerles una categoría o definir ‘su situación’. Hay que estar atentos a no caer en la tentación de hacer ídolos con algunas verdades abstractas. Son ídolos cómodos que están a mano, que dan cierto prestigio y poder, y son difíciles de discernir. Porque la ‘verdad-ídolo’ se mimetiza, usa las palabras evangélicas como un vestido, pero no deja que le toquen el corazón. Y, lo que es mucho peor, aleja a la gente simple de la cercanía sanadora de la Palabra y de los sacramentos de Jesús”.

“En este punto, acudimos a María, Madre de los sacerdotes. La podemos invocar como ‘Nuestra Señora de la Cercanía’”.

“Les sugiero meditar tres ámbitos de cercanía sacerdotal en los que estas palabras: ‘Hagan todo lo que Jesús les diga’ deben resonar ―de mil modos distintos pero con un mismo tono materno― en el corazón de las personas con las que hablamos: el ámbito del acompañamiento espiritual, el de la confesión y el de la predicación”.

“La cercanía en la conversación espiritual, la podemos meditar contemplando el encuentro del Señor con la Samaritana. El Señor le enseña a discernir primero cómo adorar, en Espíritu y en verdad; luego, con delicadeza, la ayuda a poner nombre a su pecado y, por fin, se deja contagiar por su espíritu misionero y va con ella a evangelizar a su pueblo. Modelo de conversación espiritual es el del Señor, que sabe hacer salir a la luz el pecado de la Samaritana sin que proyecte su sombra sobre su oración de adoradora ni ponga obstáculos a su vocación misionera.

La cercanía en la confesión la podemos meditar contemplando el pasaje de la mujer adúltera. Allí se ve claro cómo la cercanía lo es todo, porque las verdades de Jesús siempre acercan y se dicen (se pueden decir siempre) cara a cara. Mirando al otro a los ojos ―como el Señor, cuando se puso de pie después de haber estado de rodillas junto a la adúltera que querían apedrear, y puede decir: ‘Yo tampoco te condeno’ (Jn 8,11), no es ir contra la ley. Y se puede agregar ‘En adelante no peques más’ (ibíd.), no con un tono que pertenece al ámbito jurídico de la verdad-definición ―el tono de quien siente que tiene que determinar cuáles son los condicionamientos de la Misericordia divina― sino que es una frase que se dice en el ámbito de la verdad-fiel, que le permite al pecador mirar hacia adelante y no hacia atrás. El tono justo de este «no peques más» es el del confesor que lo dice dispuesto a repetirlo setenta veces siete.

Por último, el ámbito de la predicación. Meditamos en él pensando en los que están lejos, y lo hacemos escuchando la primera prédica de Pedro, que debe incluirse dentro del acontecimiento de Pentecostés. Pedro anuncia que la palabra es ‘para los que están lejos’ (Hch 2,39), y predica de modo tal que el kerigma les ‘traspasó el corazón’ y les hizo preguntar: ‘¿Qué tenemos que hacer?’ (Hch 2,37). Pregunta que, como decíamos, debemos hacer y responder siempre en tono mariano, eclesial. La homilía es la piedra de toque ‘para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo’ (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 135). En la homilía se ve qué cerca hemos estado de Dios en la oración y qué cerca estamos de nuestro pueblo en su vida cotidiana. La buena noticia se da cuando estas dos cercanías se alimentan y se curan mutuamente. Si te sientes lejos de Dios, acércate a su pueblo, que te sanará de las ideologías que te entibiaron el fervor. Los pequeños te enseñarán a mirar de otra manera a Jesús. Para sus ojos, la Persona de Jesús es fascinante, su buen ejemplo da autoridad moral, sus enseñanzas sirven para la vida. Si te sientes lejos de la gente, acércate al Señor, a su Palabra: en el Evangelio, Jesús te enseñará su modo de mirar a la gente, qué valioso es a sus ojos cada uno de aquellos por los que derramó su sangre en la Cruz. En la cercanía con Dios, la Palabra se hará carne en ti y te volverás un cura cercano a toda carne. En la cercanía con el pueblo de Dios, su carne dolorosa se volverá palabra en tu corazón y tendrás de qué hablar con Dios, te volverás un cura intercesor.

Al sacerdote cercano, ese que camina en medio de su pueblo con cercanía y ternura de buen pastor (y unas veces va adelante, otras en medio y otras veces va atrás, pastoreando), no es que la gente solamente lo aprecie mucho; va más allá: siente por él una cosa especial, algo que solo siente en presencia de Jesús. Por eso, no es una cosa más esto de ‘discernir nuestra cercanía’. En ella nos jugamos ‘hacer presente a Jesús en la vida de la humanidad’ o dejar que se quede en el plano de las ideas, encerrado en letras de molde, encarnado a lo sumo en alguna buena costumbre que se va convirtiendo en rutina. Le pedimos a María, ‘Nuestra Señora de la Cercanía’, que ‘nos acerque’ entre nosotros y, a la hora de decirle a nuestro pueblo que ‘haga todo lo que Jesús le diga’, nos unifique el tono, para que en la diversidad de nuestras opiniones, se haga presente su cercanía maternal, esa que con su ‘sí’ nos acercó a Jesús para siempre.